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PLUTARCO

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Reciclo esta entrada sobre Plutarco porque he terminado de escribir un trabajo sobre su Vida de Alejandro. Y sobre Eusebio de Cesarea y la conveniencia de leer la Vida de Constantino de este a la luz de Plutarco.

Plutarco ya no tiene el prestigio de otras épocas. Aun así, sigue contando adictos muy considerables, dentro y fuera de España. El interés de conocerlo sería evidente aunque solo fuera por motivos culturales.



1. LA BIOGRAFÍA DE PLUTARCO Y SU PERSONALIDAD

Plutarco nació en Queronea (Beocia), en torno al 46 d. C.; era hijo de un filósofo académico, Autobulo.
  • Él, por su parte, aun habiendo cultivado también la filosofía y escrito una obra filosófica o parafilosófica, no se deja encuadrar en ninguna de las escuelas filosóficas de la época imperial.
  • Como tampoco se deja encuadrar dentro de la Segunda Sofística, pese a su proximidad cronológica a la misma.
Sobre las relaciones de Plutarco, cf. lo que ha dicho últimamente Van Hoof 2010. En concreto, sobre sus relaciones con Luciano, cfr. Wälchli 2003. 
De hecho, Plutarco no fue nunca un profesional de la oratoria como los miembros de ese movimiento. Y, además, parece que tampoco quiso serlo nunca, aunque en algunas de sus primeras obras pueda pecar de cierto exceso de retoricismo.

Por ello podemos decir que Plutarco resulta una figura singular en el panorama literario de Grecia.
Sobre Plutarco sigue siendo recomendable la exposición de conjunto de Ziegler 1965 = 1951; importante también, en relación con la vida y carrera del autor, Jones 1971, 1-64; como primera introducción, cfr. García López 1988.
Tuvo la educación característica de las clases altas de su época. Prosiguió sus estudios en Atenas, donde fue discípulo del peripatético Amonio y entró en contacto con la Estoa y el platonismo. Sólo se mantuvo al margen del epicureismo.

Viajó por Grecia, Asia Menor e Italia; también estuvo en Alejandría. En Roma (donde debía de estar hacia el 92 / 93) actuó en defensa de los intereses de su ciudad natal y llegó a tener un contacto íntimo con las clases altas de la urbe. Concretamente, tuvo contactos estrechos con dos personajes:
  • Marco Mestrio Floro, persona de confianza de Vespasiano.
  • Quinto Sosio Seneción, general de Trajano.
A Seneción le dedicó las Vidas paralelas, así como las Quaestiones conuiuales. El otro personaje fue quien le consiguió la ciudadanía romana; por ello, el nombre latino de Plutarco era Mestrius Plutarchus. Por cierto que, pese a tener ciudadanía romana, Plutarco no llegó a aprender correctamente el latín. Así lo reconoce él mismo en Demóstenes 2:
Mientras estuve en Roma y discurrí por Italia no tuve tiempo para ejercitarme en la lengua latina, por los negocios políticos y por la concurrencia de los que venían a tratar conmigo de filosofía (trad. Ranz Romanillos).
Plutarco era, pues, romano desde lo que hoy podríamos llamar un punto de vista civil. Sin embargo, aun pudiendo haber hecho carrera en la administración del Imperio, lo cierto es que Plutarco renunció a ello.
Nótese que, en Plutarco, pesó enormemente su fuerte sentido del helenismo, de las costumbres y tradiciones de Grecia.
Por ello prefirió mantenerse en su patria, Queronea, en Beocia, región que en la Antigüedad clásica no había sido precisamente famosa como cuna de hombres excelsos. Desde allí ejerció su influjo, dedicado a su familia (sabemos que se casó y tuvo hijos e hijas) y amigos. A su mujer, Timóxena, le dedicó un escrito consolatorio (Ad uxorem) con ocasión de la muerte de su hija homónima (cfr. el comentario de Pomeroy 1999).

Con todo, parece que debió de ser nombrado procurador honorífico de Grecia por Adriano; por otro lado, sabemos que, antes, Trajano le había concedido la dignidad consular.

Debe recordarse, además, que Plutarco era un hombre muy religioso (sobre su religiosidad, cfr. Brenk 1987).
Se hallaba directamente relacionado con el santuario de Delfos (próximo a Queronea), del que fue sacerdote vitalicio desde el 95. Parece, p. ej., que desempeñó un papel en el rejuvenecimiento de Delfos en época de Adriano.
En razón de esta misma religiosidad se preocupó además por los problemas escatológicos. 
La bibliografía suele resaltar también su bonhomía, su optimismo moral, su apego a las tradiciones y sus afectos familiares. Aunque, en contrapartida, Plutarco no posee el sentido del humor de otros autores de su época (cfr. Luciano): quizá por ello parece ser que prefería Menandro a Aristófanes, al que posiblemente no entendía. Murió en torno al año 127.


2. PANORÁMICA GENERAL DE LA OBRA DE PLUTARCO. LOS TRATADOS (MORALIA)

Plutarco dejó para la posteridad una obra inmensa, conservada sólo en parte. Se puede consultar en las ediciones de conjunto de
  • Flacelière-Defradas (1957-: Les Belles Lettres)
  • y Lindskog-Ziegler-Paton (1925-: Teubner);
  • hay también una edición en Loeb (Perrin-Babbitt 1914-1976).
El inventario total de la obra de Plutarco (o pseudoplutarquea) lo conocemos gracias a un manuscrito del S. XII en el que se contiene el llamado “catálogo de Lamprias”, un supuesto hijo de Plutarco (parece que Plutarco no tuvo un hijo de ese nombre) al que se le atribuye falsamente ese catálogo.
Este listado, procedente de finales de la Antigüedad, da idea de las obras que se conocían en esa época como escritas por Plutarco.
El “catálogo de Lamprias” cita 277 obras. Algunas son espurias; y otras obras conservadas no aparecen. Del conjunto de la obra de Plutarco conservamos hoy en día unos 100 títulos, lo cual debe de representar un tercio del total. En este conjunto podemos distinguir dos grandes grupos:
  • Sus Moralia (tratados de carácter “moral”).
  • La obra biográfica.
Para la ordenación cronológica de las obras, cfr. lo que indica Jones (1966).
Los Moralia de Plutarco son una colección de 78 escritos. La agrupación de estos escritos no se debe a Plutarco sino a Máximo Planudes, quien, a caballo entre los SS. XIII y XIV, reunió la colección actual a partir de colecciones más antiguas.

Pero, por cierto, al hacer esta nueva agrupación, Máximo Planudes también incluyó obras que pasaban en la época por ser de Plutarco sin serlo: habitualmente se considera que unos doce escritos del total son espurios.

El nombre de la colección es Ethiká en griego, Moralia en latín. Es un título que no cuadra al conjunto porque los contenidos de todas las obras no se refieren a “moral”.

Ahora bien, sí sucede que los primeros escritos se refieren a cuestiones éticas y pedagógicas: de ahí esta denominación del conjunto que, por sí misma, puede dar una idea falsa de los contenidos de los escritos.

Una clasificación aproximativa de estas obras podría ser la siguiente:
  • Escritos de filosofía moral y psicología.
  • De historia de la filosofía.
  • De pedagogía.
  • De teoría política
  • De miscelánea de filosofía, historia natural, medicina e higiene.
  • De religión.
  • De literatura y música.
  • De historia, anécdotas, colecciones de dichos, instituciones, antigüedades.
Pero lo cierto es que como centro de los Moralia se sitúan las preocupaciones filosóficas del autor. Por ejemplo, Plutarco trata
  • de cómo ha de relacionarse uno con los demás hombres, en Cómo se puede diferenciar a un amigo de un adulador / Sobre el número de los amigos / Recomendaciones sobre el matrimonio;
  • de temas de filosofía popular, en Sobre la tranquilidad del ánimo / Sobre si se puede enseñar la virtud / Sobre la avaricia;
  • de las doctrinas filosóficas de la Estoa y Epicuro, a las que se enfrenta con actitud crítica (para su relación con el estoicismo, cfr. Babut 1969) – conservamos 3 escritos contra los estoicos y 3 contra los epicúreos, lo cual hace pensar en una selección (cfr. Ziegler);
  • o, en términos más positivos, de ideas platónicas, como en Sobre el origen del alma en el Timeo.
Son interesantes una serie de tratados en los que trata de cuestiones políticas, pues arrojan luz sobre su actitud como griego con ciudadanía romana. A este grupo pertenecen p. ej. Sobre si un anciano debe desarrollar una actividad política o Sobre las tres formas del estado.
(Por cierto que esta última obra es posiblemente falsa; pero, aun así, resulta muy interesante por lo que nos informa sobre el pensamiento político de época imperial).
En la misma línea de tratados políticos se encuentran los Consejos o Preceptos políticos (politikà parangélmata), dirigidos a un joven aristócrata que quiere introducirse en la vida política. Plutarco le recomienda al destinatario de la obra no olvidar la patria (su pólis) en razón de su carrera y también le da indicaciones sobre cuál ha de ser la actitud de un griego ante el poder de Roma.
Sobre Plutarco y la política, cfr. Carriere 1982.
Otro grupo de escritos giran en torno al santuario de Apolo en Delfos y guardan una relación lógica con el cargo de sacerdote de Apolo que tenía Plutarco.
  • P. ej., Sobre la E de Delfos, tratado en el que recoge y discute las distintas interpretaciones de la E que aparecía en la portada del santuario délfico
  • Sobre el oráculo de la Pitia intenta hallar una explicación para el retroceso de los oráculos en verso.
  • En Sobre la decadencia de los oráculos se pregunta, de manera más general, cuál es la razón de que sedes oraculares importantes hayan desaparecido.
En estos escritos emplea Plutarco una forma dialógica, de inspiración evidentemente platónica, aunque el uso del diálogo tienda a dejar paso a exposiciones continuadas de un solo personaje. En Plutarco, el recurso al diálogo tiene por objeto contraponer opiniones, ante todo las de procedencia estoica o epicúrea. Él mismo aparece como personaje del diálogo en Sobre la E de Delfos.

Otros escritos de carácter religioso lo ponen en relación con Egipto, según sucede en el caso de De Iside et Osiride: para la relación de Plutarco con la religión egipcia, cfr. Hani 1976.

Como ejemplo de los escritos sobre literatura se ha de citar el Sobre la malignidad de Heródoto, quizá la obra más conocida dentro de este grupo. La idea general de la obra (Heródoto fue un adulador rastrero) puede sorprender al lector actual. Quizá es preferible quedarnos con que el recto sentido moral de Plutarco no le permitía apreciar el tono menos austero de Heródoto, sin que debamos concluir que su gusto literario era deficiente.

Como se ha indicado antes, la colección de Moralia también incluyen obra espuria (12 escritos), no por ello menos interesante; me refiero a dos ejemplos:
  • Sobre la música: reúne datos importantes en relación con la historia de la música y de los músicos griegos.
  • Vidas de los diez oradores: tiene importancia para la historia de la literatura.


3. LAS OBRAS BIOGRÁFICAS (VIDAS PARALELAS)

Puede parecer curioso que, junto a estas obras que clasificamos bajo el nombre general de Moralia, Plutarco escribiese una obra biográfica igualmente voluminosa.

Esa obra biográfica la constituyen las llamadas Vidas Paralelas, escritas hacia los años 105-115 (cuando Plutarco ya había pasado de los sesenta o, como poco, los rondaba). Otros (cfr. Nesselrath) datan la redacción de las Vidas entre 96 y 120.

La impresión general que produce el conjunto es unitaria, y ciertamente podríamos analizarlo desde esa perspectiva unitaria. Ahora bien, parece que la labor de Plutarco como biógrafo se desarrolló en dos fases distintas (cfr. Hose 1999, 211):

I) A la edad de 50 años debió de componer algunas biografías aisladas de figuras importantes de la historia de Grecia: Arato, el fundador de la liga aquea; Leónidas, el héroe de las Termópilas.
También escribió biográficas de figuras míticas (Heracles) o importantes dentro de la literatura (Hesíodo).

Puede suponerse que esta primera dedicación a la biografía es una especie de huída del presente, de la situación política en la época del Imperio, y un refugiarse en las glorias del pasado.

Ahora bien, al tiempo Plutarco dedicó también su interés a otras figuras importantes de la historia (Artajerjes), y sobre todo a romanos ilustres, caudillos militares y emperadores; sabemos, p. ej., que escribió las vidas de los emperadores romanos desde Augusto a Vitelio.
De todas estas primeras biografías sólo conservamos las de Arato, Artajerjes, Galba y Otón. Éstas son las cuatro “biografías sin pareja” que se incluyen en el catálogo de las Vidas paralelas.
II) En un segundo momento, Plutarco se plantea escribir biografías paralelas, invención que es la que realmente le ha granjeado una fama casi popular. Escribió 23 parejas de Vidas paralelas, de las que conservamos 22. Se perdió el primer par: Epaminondas – Escipión (parece que el Viejo).

Las 22 parejas de vidas que conservamos son las siguientes:
  • Teseo – Rómulo
  • Licurgo – Numa
  • Solón – Valerio Publícola
  • Temístocles – Camilo
  • Pericles – Fabio Máximo
  • Alcibíades – Coriolano
  • Timoleón – Emilio Paulo
  • Aristides – Catón el Viejo
  • Filopemen – Flaminio
  • Pirro – Mario
  • Lisandro – Sulla
  • Cimón – Lúculo
  • Nicias – Craso
  • Eumenes – Sertorio
  • Agesilao – Pompeyo
  • Alejandro – César
  • Foción – Catón el Joven
  • Agis y Cleomenes – los Graco [son dos más dos biografías, hasta completar el número de 22 parejas y 44 biografías de individuos]
  • Demóstenes – Cicerón
  • Demetrio Poliorcetes – Antonio
  • Dión – Bruto
En estas biografías paralelas contrapone un griego y un romano, describe sus vidas por separado y termina la pareja de biografías con una comparación de los caracteres y fortunas de sus personajes.

Esta comparación, sýnkrisis, falta en el caso de las cuatro vidas que antes adscribimos a una primera etapa: Arato, Artajerjes, Galba y Otón.
Por supuesto, los paralelismos establecidos son muchas veces más que subjetivos.
Dentro de cada una de las vidas, el modelo seguido por Plutarco es el propio de la biografía peripatética (recuérdese lo dicho sobre su formación en Atenas). Este modelo llevaba a la narración del
  • nacimiento
  • juventud y carácter
  • hechos
  • muerte
  • y a la adición final de consideraciones morales.
Por otro lado, parte del mismo concepto peripatético es también la noción de que existe una relación entre caracteres (éthe) y acciones (práxeis).
Esto no se ha de entender en el sentido obvio de que las cualidades morales se reflejan en las acciones. Se ha de entender en el sentido de que las “virtudes éticas” surgen como actitudes habituales (hábitos operativos) con el obrar y en virtud de éste: la repetición de actos buenos desarrolla la virtud correspondiente.
El concepto biográfico de las Vidas paralelas ha sido reempleado en otros momentos históricos, p. ej. por el historiador Alan Bullock, quien escribió también una Vida paralela de Hitler y Stalin:
A. Bullock, Hitler and Stalin: Parallel Lives, Londres, Harper Collins Academic, 1991.
No debe perderse de vista que Plutarco no escribe con un interés último de tipo histórico. Aunque, por supuesto, sus Vidas nos proporcionan muchas informaciones históricas (procedentes de obras historiográficas perdidas) a las que sólo tenemos acceso a través de él.

En relación con la cuestión de las fuentes de Plutarco debe recordarse que, como ya se dijo, parece que Plutarco no era capaz de leer (o hablar) latín con soltura.

Otra cuestión relacionada es la de hasta qué punto Plutarco leyó realmente todo aquello que cita: la crítica del S. XIX llegó a la conclusión de que eso era materialmente imposible, y de que, por tanto, Plutarco tenía que haber tomado sus informaciones de prontuarios o libros de tópicos.

Hoy en día se ha descartado tal punto de vista y se acepta que Plutarco fue compulsivo como escritor y como lector.

Pero volviendo a la cuestión de género (historia y biografía): Plutarco tenía muy claro que escribir biografías no es lo mismo que escribir historia, y así lo explica en el cap. 1 de la Vida de Alejandro:
οὔτε γὰρ ἱστορίας γράφομεν, ἀλλὰ βίους, οὔτε ταῖς ἐπιφανεστάταις πράξεσι πάντως ἔνεστι δήλωσις ἀρετῆς ἢ κακίας, ἀλλὰ πρᾶγμα βραχὺ πολλάκις καὶ ῥῆμα καὶ παιδιά τις ἔμφασιν ἤθους ἐποίησε μᾶλλον ἢ μάχαι μυριόνεκροι καὶ παρατάξεις αἱ μέγισται καὶ πολιορκίαι πόλεων. ὥσπερ οὖν οἱ ζῳγράφοι τὰς ὁμοιότητας ἀπὸ τοῦ προσώπου καὶ τῶν περὶ τὴν ὄψιν εἰδῶν οἷς ἐμφαίνεται τὸ ἦθος ἀναλαμβάνουσιν, ἐλάχιστα τῶν λοιπῶν μερῶν φροντίζοντες, οὕτως ἡμῖν δοτέον εἰς τὰ τῆς ψυχῆς σημεῖα μᾶλλον ἐνδύεσθαι, καὶ διὰ τούτων εἰδοποιεῖν τὸν ἑκάστου βίον, ἐάσαντας ἑτέροις τὰ μεγέθη καὶ τοὺς ἀγῶνας (Plu., Alex. 1,2-3).
Es que no escribimos historias sino vidas, y la evidencia de la virtud o el vicio no se encierra necesariamente en las acciones más señaladas; al contrario, muchas veces un acto nimio, una palabra y alguna niñería hicieron más por revelar un carácter que combates con muertos sin cuento, los despliegues inmensos de tropas y asedios de ciudades. Así pues, igual que los pintores extraen las semejanzas a partir del rostro y la apariencia de los ojos, en lo cual se revela el carácter, preocupándose mínimamente de las otras partes, así se nos ha de conceder que nos sumerjamos ante todo en las señales del alma y figuremos por estas la vida de cada uno, dejando para otros las grandes hazañas y certámenes (trad. José B. Torres).
  • Es decir, según Plutarco, escribir historia significa hacer una exposición lo más completa posible de lo sucedido.
  • En cambio, escribir biografía implica la selección de rasgos característicos, que a lo mejor poseen menor importancia histórica pero que, en contrapartida, pueden encerrar características significativas del biografiado.
  • En este sentido recuerdo que suele destacar que Plutarco sabe profundizar en la psicología de los individuos de los que escribe.
Por tanto, lo que hace Plutarco es escribir biografía, no historia. Además, en el cap. 1 de la Vida de Pericles aclara el autor la intención que perseguía al escribir biografías. Éstas son materiales de los que se ha de seguir una enseñanza moral, y posiblemente por ello los biografiados tienden a ser esclavos de las pasiones o modelos de virtudes (cfr. Duff 1992).

De hecho se puede decir que las biografías de Plutarco intentan ser “maestras de moral”: durante mucho tiempo se ha acudido a la lectura de Plutarco como quien acude a un “maestro de virtud”. En este punto, por cierto, encontramos al fin una conexión directa entre las Vidas paralelas y los Moralia.
Sobre los motivos por los que Plutarco escribe las biografías puede leerse también lo que dice en los capítulos 1 y 2 de la Vida de Emilio Paulo.

Ha de tenerse en cuenta, además, que las Vidas paralelas no responden únicamente a una intención moral, según destaca Jones (1971): al comparar de forma constante a un griego con un romano, Plutarco está subrayando que entre las dos culturas existe un paralelismo, que tienen una base común y que, por tanto, toda diferencia es superable. Por toda diferencia me refiero, más en concreto, a lo siguiente:
  • Venía de atrás la idea de que el mundo griego, ya desde época helenística, era un mundo decadente.
  • Los romanos se apuntan a esta idea, con lo que además parecen compensar su sentimiento de inferioridad en lo intelectual.
  • Plutarco procura mostrar a los romanos que, contra lo que pudieran pensar, Grecia no había descollado sólo en cuestión de filósofos o maestros de retórica: Grecia también produjo grandes caudillos militares.
  • Por otro lado, de cara a los griegos, las Vidas paralelas vienen a reforzar la conciencia de su propio valor y, además, intentan desmontar prejuicios de los griegos con respecto a los romanos, considerados culturalmente como inferiores.
En este sentido, la obra de Plutarco jugó un papel en la construcción de la unidad del Imperio.


4. LA POSTERIDAD DE PLUTARCO: SU VALORACIÓN COMO ESCRITOR
Sobre la suerte de Plutarco en la posteridad sigue siendo muy recomendable lo que dice Hirzel 1912. Para el tema concreto de “Plutarco en España”, cfr. Bergua Cavero 1995.
Su influencia en la Tradición Occidental fue muy importante:
  • Los Padres de la Iglesia lo tienen en gran estima y aprovechan las ideas que Plutarco expresa en los Moralia (cfr. Betz 1973).
  • En Bizancio se le consideró como un autor de saber enciclopédico y como un maestro de moralidad.
  • En la Edad Moderna ejerció su influjo a través de abundantes traducciones. Fue un autor muy traducido, especial importancia tuvo la traducción del francés Amyot (1513 – 1593).
  • Las tragedias romanas de Shakespeare beben también, a través de traducciones, de la obra biográfica de Plutarco.
Pero, a partir del S. XVIII, la “estética del genio” hizo que Plutarco perdiera puntos. Más todavía, la preponderancia concedida desde el S. XIX al clasicismo y al ideal de formación clásico hizo que la popularidad de Plutarco se hundiera aún más. Tampoco se debe olvidar que, actualmente, existen nuevos intentos de revitalizar desde presupuestos diferentes (cfr. S. Goldhill, Who needs Greek? Contests in the Cultural History of Hellenism, Cambridge, 2002, pp. 246-293).

Recuérdese, por cierto, que Plutarco era un aticista moderado, que acoge formas de la koiné y que, por el otro lado, rehuye un arcaísmo extremo.




ALGUNAS REFERENCIAS:

* Ediciones y comentarios de la obra de Plutarco:
Flacelière, R.; Defradas, J. (et alii), Plutarque, París, 1957-.
Georgiadou, A., Plutarch's Pelopidas: A Historical and Philological Commentary, Stuttgart, 1997.
Lindskog, C.; Ziegler, K.; Paton, W.R. (et alii), Plutarchus, Leipzig, 1925-.
Perrin, B.; Babbitt, F.B. (et alii), Plutarch, Londres-Cambridge Mass., 1914-76.

* Traducciones:
Crespo Güemes, E. (trad.), Plutarco. Vidas paralelas. Alejandro-César, Pericles-Fabio Máximo, Alcibíades-Coriolano, Madrid, Cátedra, 1999 [Barcelona, 1983].
García Valdés, M. (trad.), Plutarco. Obras morales y de costumbres, Madrid, Akal, 1987.
Guzmán Guerra, A. (trad.), Vidas paralelas: Alejandro Magno-César, Madrid, Alianza, 2003.
Morales Otal, C. et alii (trads.), Plutarco. Obras Morales y de costumbres (Moralia), Madrid, Gredos, 1985-1989 (5 tomos).
Ozaeta Gálvez, Mª.A. (trad.), Plutarco. Vidas paralelas. Alcibíades-Coriolano, Sertorio-Éumenes, Madrid, Gredos, 1998.
Pérez Jiménez, A. (trad.), Plutarco. Vidas paralelas, Madrid, Gredos, 1985-.

* Como primera introducción teórica a Plutarco, cfr.
García López, J., “Plutarco”, en J. A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 1024-38.

* Manuales de carácter general sobre el autor:
Barrow, R.H., Plutarch and his Times,Oxford, 1967.
Hirzel, R., Plutarch,Leipzig, 1912.
Jones, C.P., Plutarch and Rome, Oxford, 1971 [en este libro es muy interesante la información recogida en pp. 1-64 en relación con la vida y carrera del autor].
Russell, D.A., Plutarch, Londres, 1973.
Ziegler, K., Plutarcho, Brescia, 1965 (“Plutarchos”, RE XXI.1 (1951), coll. 636-962).

* Sobre pensamiento, religiosidad y otras cuestiones de carácter concreto:
Babut, D., Plutarque et le stoïcisme, París, 1969.
Bergua Cavero, J., Estudios sobre la tradición de Plutarco en España (siglos XIII-XVII),Zaragoza, 1995.
Brenk, F.E., “An Imperial Heritage: The Religious Spirit of Plutarch of Chaironeia”, ANRW II 36.1 (1987), pp. 248-349.Carriere, J.C., Les idées politiques de Plutarque, París, 1982.
Crespo, E.,“Plutarco y la epigrafía”, en R.M.ª Aguilar, M. López salvá e I. Rodríguez Alfageme(eds.), Homenaje a Luis Gil, Madrid, 1994, pp. 145-154.
Hani, J., La réligion égyptienne dans la pensée de Plutarque, París, 1976.
Jones, C.P., “Towards a Chronology of Plutarch's Works”, JRS 56 (1966), pp. 61-74.
Wälchli, Ph.,Studien zu den literarischen Beziehungen zwischen Plutarch und Lukian: ausgehend von Plutarch, De genio Socratis und Lukian, Philopseudeis,Múnich, 2003.
Van hoof, L., Plutarch’s Practical Ethics: The Social Dynamics of Philosophy, Oxford, 2010.

* Sobre las biografías (para ediciones comentadas, cfr. Hamilton 1969, Pomeroy 1999 y Stadter 1989):
Bucher-Isher, B., Norm und Individualität in den Biographien Plutarchs, Berna, 1972.
Duff, T., Plutarch's Lives: Exploring Virtue and Vice,Oxford-New York, 1999. 
García Valdés, M.,“Análisis formal de la biografía en Plutarco”, en A. Bernabé et alii (eds.), Athlon: satura grammatica in honorem Francisci R. Adrados, Madrid, 1984-1987, Tomo II, pp. 323-334.
Hamilton, J.R., Plutarch’s Alexander: A Commentary, Oxford, 1969.
Momigliano, A., Second Thoughts on Greek Biography,Amsterdam, 1971.
Pérez Jiménez, A., La biografía griega como género literario. Plutarco y la biografía antigua, Barcelona, 1978.
Pérez Jiménez, A., “Introducción general”, en Plutarco. Vidas paralelas. I, Madrid, 1985, pp. 7-135.
Scardigli, B. (ed.), Essays on Plutarch's Lives,Oxford, 1995.
Schrader, C.; Ramón, V. y Vela, J. (eds.), Plutarco y la historia, Zaragoza, 1997.
Stadter, Ph.A., A Commentary on Plutarch's Pericles, Chapel Hill, University of California, 1989.
Swain, S.C.R., “Hellenic Culture and the Roman Heroes of Plutarch”, JHS 110 (1990), pp. 126-145.
Wardman, A., Plutarch's Lives, Berkeley, 1974.

* Sobre los tratados (Moralia):
Betz, H.D. (ed.), Plutarch's Theological Writings and Early Christian Literature,Leiden, 1973.
Panagopoulos, C., “Vocabulaire et mentalité dans les Moralia de Plutarque”, DHA 3 (1977), pp. 197-235.
Pomeroy, S.B., Plutarch's Advice to the Bride and Groom and A Consolation to his Wife: English Translations, Commentary, interpretive Essays and Bibliography, Nueva York-Londres, 1999.
Stadter, Ph.A., Plutarch's Historical Methods. An Analysis of the Mulierum uirtutes,Cambridge, 1965.

* Deben tenerse además muy en cuenta los distintos volúmenes que se han venido publicando en España desde 1990 bajo el título genérico de Estudios sobre Plutarco:Pérez Jiménez, A. y Cerro Calderón, G. del (eds.), Estudios sobre Plutarco. Obra y tradición, Madrid, 1990.
García López, J. y Calderón Dorda, E. (eds.), Estudios sobre Plutarco. Paisaje y naturaleza, Madrid, 1991.
García Valdés, M. (ed.), Estudios sobre Plutarco. Ideas religiosas, Madrid, 1994.
Fernández Delgado, J.A. y Pordomingo Pardo, F. (eds.),Estudios sobre Plutarco. Aspectos formales, Madrid, 1996.
Pérez Jiménez, A. y Casadesús Bordoy, F. (eds.), Estudios sobre Plutarco: misticismo y religiones mistéricas en la obra de Plutarco, Madrid, 2001.







LOS HÉROES GRIEGOS

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Cuando era muy pequeño, en Tui, descubrí qué era un héroe gracias a Popeye, porque Cocoliso necesitaba un héroe, una figura ejemplar. Ahora dirijo, en Navarra, TFGs (Trabajos de Fin de Grado) en torno al héroe y su pervivencia. Ahí están, o estarán, los trabajos de Schere, de Pepe, de Maite, de Eric... 

Por ellos, por todos los interesados en este tema clave, iré actualizando esta entrada de forma regular.


Una peculiaridad de la mitología griega es que esta es una mitología fundamentalmente legendaria. Se comprueba con facilidad hojeando las páginas de un diccionario de mitología como el de Pierre Grimal:
En la primera página, la primera figura de la que se habla es “Abante” (“la leyenda conoce tres héroes de ese nombre”). De hecho, la primera divinidad que aparece en Grimal no lo hace hasta la página once: “Afrodita”). 
Esta preponderancia del elemento legendario es peculiar de Grecia:
  • No hay paralelos en el ámbito histórico-geográfico de Grecia (en las mitologías egipcia, india, hurrita, hitita o cananea). 
  • Tampoco se ha descubierto algo semejante fuera de ese ámbito, p. ej. en las mitologías de la Polinesia estudiadas en el siglo XX por los antropólogos de campo. 
Esto no quiere decir que en esas otras mitologías no haya elementos legendarios, sino que no están tan extendidos como en la mitología griega. Se puede pensar en el caso de las mitologías hurrita y mesopotámica, donde sí hay héroes (por supuesto, el más famoso es Gilgamesh) pero su importancia no está tan extendida como en Grecia.

Se habla de mitología legendaria, o bien de mitología heroica, es decir, de los héroes. Pero la gran pregunta es: ¿quiénes son los héroes? Cabe distinguir diversos empleos de esta palabra en la lengua castellana. Desde la última edición, la definición del DRAE de “héroe” es esta:
  1. m. Varón ilustre y famoso por sus hazañas o virtudes. 
  2. m. Hombre que lleva a cabo una acción heroica. 
  3. m. Personaje principal de un poema o relato en que se representa una acción, y especialmente del épico. 
  4. m. Personaje de carácter elevado en la epopeya. 
  5. m. En la mitología antigua, el nacido de un dios o una diosa y de una persona humana, por lo cual le reputaban más que hombre y menos que dios; como Hércules, Aquiles, Eneas, etc. 
Yendo a lo esencial, cabe distinguir tres empleos básicos de la palabra “héroe”:
  • Héroe como personaje ejemplar, extraído de la ficción o no: p. ej., Indiana Jones es un “héroe”, pero también lo es el futbolista de moda (2015: ¿Messi?; ¿Cristiano Ronaldo?). O bien unos adolescentes dicen de un cantante de moda que es su “héroe”. 
  • Héroe como protagonista de una historia de ficción: en este sentido, Alonso Quijano, alias Don Quijote, es el gran héroe de Cervantes, Don Juan Tenorio el de Zorrilla; y Raskolkinov el de Dostoievski en Crimen y castigo
  • En un sentido más específico, el original, héroe es el personaje de la épica griega. Según Martin West, en su comentario a Trabajos y Días, la palabra aparece 74 veces en la Ilíada
En este sentido (héroe = personaje de la épica) utiliza la palabra Hesíodo en este texto de Trabajos y Días (156-173), dentro del mito de las Edades:

Una vez que a esta raza la cubrió la tierra, / de nuevo a una cuarta sobre el suelo que a muchos alimenta / creó Zeus Crónida, más justa y aguerrida, / la raza divina de los héroes, que son llamados / semidioses, raza anterior a la nuestra sobre la tierra sin límite. / A éstos la guerra maldita y el combate terrible / los destruyó: a unos al pie de Tebas de siete puertas, en tierra cadmea, / peleando por los rebaños de Edipo; / a otros los aniquiló tras conducirlos en naves sobre el profundo abismo del mar / a Troya, por causa de Helena de hermosos cabellos. / Allí, en efecto, a unos los sumió en la oscuridad la hora de la muerte; / pero a otros, concediéndoles vida y residencia lejos de los hombres, / el padre Zeus Crónida los instaló en los límites de la tierra, / y viven con ánimo despreocupado / en las islas de los Bienaventurados junto al Océano de profundas corrientes: / héroes dichosos, para quienes produce un fruto dulce como la miel / que florece tres veces en un año el campo que trigo regala. 

Hesíodo expone en el mito de las Edades una teoría sobre la Historia, en la que se han sucedido una serie de edades o razas: cada una de ellas se caracteriza por un metal y la sucesión parece seguir una línea descendente:
Oro → Plata → Bronce → Hierro 
Sin embargo, Hesíodo incluye entre la edad de Bronce y la de Hierro una edad diversa: la Edad de los Héroes.
  • La raza de los Héroes se caracteriza por ser “más justa y superior”: la presencia de la justicia, díke, parece ser, de hecho, la característica básica que diferencia la edad de los Héroes y la precedente, la edad de Bronce. También importa su definición como áreion, “superior”: los Héroes, como los hombres de Bronce, son esencialmente guerreros. 
  • Los héroes son llamados “raza divina” y reciben el nombre de “semidioses”, concepto sobre el que Hesíodo no hace más aclaraciones – cf. más adelante en esta entrada. 
  • También se los llama “raza anterior a la nuestra”: el tiempo de los héroes es distinto del tiempo presente, a pesar de lo cual ambos tiempos (el de ellos, el nuestro) se sitúan próximos dentro de la línea cronológica. 
  • Lo que se nos cuenta de su vida es tanto como nada. 
  • Solo se habla del final de los héroes, de su muerte en dos guerras heroicas: 1) ante Tebas: cuando los hijos de Edipo se enfrentan por su herencia (“los rebaños de Edipo”); 2) ante Troya: griegos y troyanos se enfrentan por Helena. 
  • El destino posterior de algunos de los héroes será la vida en las islas de los bienaventurados (lo cual es algo bien distinto, por cierto, de la visión homérica pesimista del destino post mortem de los héroes según la Odisea). 
Se ha de asumir, por tanto, que los héroes son básicamente los protagonistas de las grandes leyendas épicas de los griegos. De estas, el texto de Hesíodo menciona dos la tebana y la troyana. Pero a estas dos debemos añadir al menos otras dos, de las cuales también se habla en los poemas homéricos:
  • La saga de los Argonautas: cf. Odisea XII 70. 
  • La leyenda de Heracles: la Ilíada lo menciona en diversos lugares. 
También se les da el nombre de “héroes” a los protagonistas de las leyendas locales de cultivo épico menor, y así, p. ej., Teseo es el héroe nacional del Ática. A continuación se presenta una síntesis de su figura en tanto que posible ejemplo paradigmático de “héroe”:
Teseo, rey ateniense, es hijo del rey Egeo, o según otros de un dios, de Posidón. 
Es amigo y compañero de aventuras de Heracles. 
Entre sus hazañas cabe destacar el castigo del bandido Procrustes. Este tenía dos lechos, uno grande y el otro pequeño. Cuando atrapaba a un viajero, hacía que se acostara en uno de los lechos: si era alto, acortaba su talla para que cupiese en el lecho pequeño; si era bajo, lo estiraba para ajustarlo a la camas grande. Cuando Teseo lo derrotó, lo castigó aplicándole a él el mismo método que usaba con los viajeros. 
Estuvo en Creta para salvar a Atenas del tributo de jóvenes que le debían pagar a Minos, padre del Minotauro, a quien le entregaba aquellos chicos como alimento. Con la ayuda de Ariadna, mató al Minotauro y se casó con ella, al menos según algunas fuentes. 
También peleó contra las Amazonas y ayudó a Pirítoo cuando este se enfrentó a los Centauros.
En la Ilíada hay una mención incidental de Teseo en I 265 (Néstor habla de los hombres con los que tuvo trato, cuando la guerra entre lápitas y Centauros: los lápitas de Tesalia fueron ayudados por Teseo en su lucha contra los Centauros cuando intentaron raptar a las mujeres, al celebrarse la boda de Pirítoo e Hipodamía).
En la Odisea, en XI 321-5, se habla sobre Teseo y Ariadna y se narra una versión distinta de la que cuenta, p. ej., Catulo (Ártemis la mata en la isla Día); también se habla de él en XI 631 (hay una mención “a Teseo y a Pirítoo, gloriosos retoños de dioses”). 
También se hablaba de Teseo en dos epopeyas perdidas:
  • Teseida: poema ático, del S. VI a. C. 
  • Miníada: el poema trataba sobre el descenso de Teseo a los infiernos en compañía de su amigo Pirítoo, el rey de los lápitas. 

Ahora bien, la cosa no es tan sencilla: los griegos aplicaron la denominación de “héroes” a una gran cantidad de personajes, con independencia de que figurasen o no en la épica, hasta el punto de que toda ciudad, toda familia, tenía su héroe protector.

Farnell (en Greek Hero Cults and Ideas of Inmortality, Oxford, 1921) estableció una clasificación analítica y distinguió siete tipos de héroes:
  1. Héroes-dioses de tipo hierático (Trofonio, Anfiarao): están a caballo entre el dios y el héroe; sus leyendas tienen un origen ritual o cultual. 
  2. Héroes o heroínas sacros asociados a un dios o diosa como sacerdotes o sacerdotisas (Ifigenia). 
  3. Figuras heroicas que llegan a ser divinizadas (Hércules, Asclepio, los Dioscuros). 
  4. Númenes (divinidades) funcionales, anónimos, de importancia secundaria o local: descubridores de técnicas útiles a la humanidad: p. ej., Aristeo descubre la miel. A este grupo pertenecen también Palamedes y Dédalo: todos ellos fueron utilizados como campeones de la idea de “progreso”, a partir del momento en que esta idea surge en el mundo de la cultura griega, en el S. V a. C. 
  5. Héroes épicos (Héctor, Aquiles, Agamenón…). 
  6. Héroes epónimos o genealógicos (Eolo, Ión, Dánao): son antepasados de familias, tribus o ciudades. 
  7. Hombres reales como los atletas o, p. ej., un boxeador, Eutimo de Locros, vencedor en pugilato en Olimpia el 484 a. C. Eutimo se convierte después en el protagonista de una leyenda heroica (se enfrentó en Temesa a un espíritu al que se le sacrificaba anualmente la doncella más hermosa del lugar; como premio obtuvo la mano de esta) que narra Pausanias (6,6,4-11); cf. B. Currie, "Euthymos of Locri: A Case Study in Heroization in the Classical Period", Journal of Hellenic Studies 122 (2002), 24-44. 
La gran pregunta puede ser: ¿qué tienen en común todos estos personajes, por qué son todos héroes según los griegos? Parece que los motivos por los que los griegos consideraban como héroes a unos personajes y a otros son o pueden ser dos:

1) Son héroes los personajes de la épica. 

En unos casos, esos héroes han nacido de progenitores mortal-inmortal (de ahí la denominación como “semidioses”); otros tienen algún tipo de antecedente inmortal; o bien carecen de parentesco con los inmortales, pero al menos han vivido en la misma época de los “semidioses” en sentido estricto.
P. ej., Aquiles es hijo de mortal (Peleo) e inmortal (Tetis) // Eneas es hijo de mortal (Anquises) e inmortal (Afrodita / Venus).
El caso de Odiseo (Odisea) entra dentro del segundo tipo antes mencionado: es hijo de dos mortales, Laertes y Anticlea; pero Laertes se supone que descendía de Zeus y Anticlea de Hermes.
Anfiarao en cambio, era hijo de Oícles e Hipermestra y carecía de antecedentes divinos – pero era, al menos, un personaje de la saga tebana y, en este sentido, un héroe. 
Es importante destacar que el término “semidioses” no indica que los héroes participen de ninguna forma de la naturaleza divina: de hecho, los “semidioses” son mortales y, más aún, vulnerables.

Su preocupación constante es la obtención del honor y fama que los hará de alguna forma inmortales. Por ello se adecua muy bien a ellos lo que dice Heráclito en este fragmento (29 D-K) a propósito de ‘los mejores’:
αἱρεῦνται γὰρ ἓν ἀντὶ ἁπάντων οἱ ἄριστοι, κλέος ἀέναον θνητῶν.
Es que los mejores escogen una cosa antes de todo: gloria eterna entre los mortales.
(Más aún, la segunda frase del fragmento marca la distancia entre ‘los héroes’ (‘los mejores’) según la interpretación crítica de Heráclito: οἱ δὲ πολλοὶ κεκόρηνται ὅκωσπερ κτήνεα. La mayoría, en cambio, anda harta como bestias.)
Los héroes solo tienen una vida y saben que pueden perderla en cualquier momento: precisamente lo que le da valor a su apuesta por el honor y la fama es el riesgo de morir en cualquier instante (cf. Il. XXII 365-6: “La muerte yo entonces la acogeré, cuando sea que Zeus quiera que se cumpla, y los restantes inmortales dioses”).
Esta es la decisión heroica, la apuesta vital del héroe. 
La única excepción a la norma por la cual de un progenitor mortal y un progenitor inmortal nace un hijo mortal la representa Dioniso, hijo de Zeus y Sémele. Ello es así porque, según el mito, Dioniso nació dos veces: estando embarazada, su madre Sémele murió consumida por la gloria de Zeus; este extrajo el embrión del cuerpo abrasado y lo insertó en su pantorrilla, de donde nació el dios al cumplirse el tiempo de la gestación.
Dioniso, aun teniendo madre mortal y padre inmortal, nace de un ser inmortal; por ello él mismo es un ser divino, no un héroe.
Se debe señalar que el héroe es también el protagonista de las tragedias. Pero el héroe trágico es distinto del épico:
  • El héroe épico sabe que está sometido a un destino y lo acepta: en la aceptación de ese destino demuestra su grandeza.
  • El héroe trágico descubre que también está sujeto a un destino, pero no lo acepta; se rebela contra ese destino, se rompe, y en esa quiebra demuestra su grandeza.
En relación con ello cabe citar a B.M.W. Knox, The Heroic Temper: Studies in Sophoclean Tragedy, Berkeley-Los Ángeles, 1964, p. 48:
Inmovable once his decision is taken, deaf to appeals and persuasion, to reproof and threat, unterrified by physical violence, even by the ultimate violence of death itself, more stubborn as his isolation increases until he has no one to speak to but the unfeeling landscape, bitter at the disrespect and mockery the world levels at what it regards as failure, the hero prays for vengeance and curses his enemies as he welcomes the death that is the predictable end of his intransigence.

2) Son héroes los personajes asociados con algún culto heroico: 

Sin que la asociación con un culto heroico guarde necesariamente relación con la épica, esto es:
  • un héroe X puede recibir culto sin que por ello sea un héroe en el sentido épico 
  • o bien el culto tributado a un héroe Z puede no guardar relación con la situación de ese héroe en la épica, de forma que un héroe menor o un héroe hijo de padres mortales pueden recibir un culto importante 
  • o a la inversa: p. ej., Eneas (hijo de Afrodita) carece de un culto importante en época arcaica, mientras que Agamenón y Menelao, pese a ser hijos de mortales (de Atreo y Aérope), debieron de recibir culto al menos en época de Homero. 
Es importante indicar que el culto a los héroes es diferente del culto a los dioses, y este puede ser un buen motivo para refutar la tesis, antes muy extendida, según la cual los héroes son antiguos dioses caídos.
El culto a los héroes y dioses olímpicos coinciden en la oración, la ofrenda y los sacrificios, los cantos, las procesiones y los certámenes, atléticos o no. 
Pero, a la vez, el culto a los héroes presenta elementos diferenciadores que lo asemejan al culto a las divinidades ctónicas y al culto a los antepasados. Por ello:
  • Como en el caso de los antepasados, el lugar en el que se adoraba a los héroes era su supuesta tumba, o en el peor de los casos su “cenotafio”. 
  • Si se efectuaba un sacrificio en honor del héroe, la víctima se mataba sobre el altar, cabeza abajo, lo cual es indicio de la vinculación del culto a los héroes con el culto a las divinidades ctónicas. Hay una diferencia obvia con elculto a los dioses olímpicos, cuyas víctimas eran degolladas cabeza arriba. 
  • El destino de la víctima era también distinto: en el culto a los dioses una parte de la víctima (grasa y huesos) era quemada, mientras que el resto del animal se servía en un banquete; pero, tratándose de héroes, toda la víctima debía ser quemada, en un rito que los griegos llamaban holókauston

A lo largo de la historia se han repetido los intentos de establecer una tipología del héroe. Algunos de estos intentos han tenido un carácter más discutible, como sucede en el caso de Lord Raglan, según el cual el héroe tiene una vida caracterizada siempre por veintidós secuencias; según Raglan, todos los héroes se caracterizan de forma general por
1) tener por madre a una virgen,
2) tener por padre a un rey,
...
18) tener una muerte misteriosa
19) en la cumbre de una montaña;
20) sus hijos no le suceden en el trono,
21) su cuerpo no es enterrado
22) y, sin embargo, el héroe tiene una o varias tumbas. 
Hay otros esfuerzos por caracterizar al héroe, más considerados al menos entre los estudiosos de la Antigüedad, p. ej. el de A. Brelich, quien intentó (en Gli Eroi Greci, Roma, 1958) dar cuenta de la variedad de los héroes griegos. Brelich estableció una morfología heroica: según este autor, los héroes griegos están implicados en una serie de actividades en campos diversos:
  • La muerte. 
  • Los combates y el mundo de la guerra. 
  • La realización de agones (no solo atléticos). 
  • La adivinación y la profecía (aunque no se trata de una actividad realizada por una mayoría de héroes: los que entran en esta categoría suelen ser héroes ciegos, a los que cegó una divinidad que después les concede el don adivinatorio como compensación, según ocurre en el caso de Tiresias: suelen tener relación con las serpientes). 
  • La curación (consecuencia lógica de la actividad anterior: en la cultura griega, la adivinación y la medicina van muy unidas. En los santuarios de los héroes sanadores, el devoto-paciente recibía “recetas”, p. ej. a través del sueño, según ocurría en el santuario de Asclepio en Epidauro; un ejemplo de tales recetas puede ser esta: A Asclepio / Poplius Granius Rufus / por un mandato (...) El dios [Asclepio] me ordenó que tuviese confianza y me alivió. Debía aplicar un emplasto de cebada mezclado con vino añejo y una piña ungida con aceite, y a la vez un higo y grasa de cabra, luego leche con pimienta, cera y aceite de oliva cocido juntos (...). 
  • La iniciación mistérica. 
  • La fundación de ciudades (actividad no reservada en Grecia a un tipo concreto de héroe). 
  • La fundación de grupos consanguíneos (etnias, tribus, aldeas emparentadas o clanes). 
  • El descubrimiento o invención de actividades específicas (en el caso de los “primeros descubridores”, héroes culturales como Palamedes, Dédalo, Aristeo – y, además, el dios Prometeo). 
  • La caza (cf. lo dicho sobre el héroe y la guerra, o sobre el héroe y la agonística). 
  • El pastoreo. 
Es importante destacar que, al decir de Brelich, el héroe no realiza habitualmente ni todas estas acciones (salvo en casos como el de Heracles) ni una sola de ellas. Su clasificación de actividades heroicas es distinta de los tipos de héroe de Farnell, Brelich no pretende clasificar héroes sino describir sus campos de acción:
Según Brelich, por lo general el héroe realiza varias de estas actividades, pues están interrelacionadas: “lo que establecerá la especificidad de lo heroico es su extensión a varios de estos campos” (Bermejo Barrera). 
De otra parte, esas acciones no son específicas de los héroes, pues también pueden realizarlas los dioses. Pero los héroes no se confunden nunca con los dioses, ni con las colectividades míticas, como p. ej. las Oceánides, las hijas de Océano:
  • el héroe, a diferencia del dios, está sujeto a la muerte, posee una personalidad menos definida, posee caracteres físicos y morales a veces monstruosos; 
  • frente a las colectividades míticas, el héroe posee una personalidad mayor y una relación menor con la cosmogonía. 
Ha habido, además, intentos por establecer las características básicas del relato heroico, como p. ej. el de Kirk, en un libro básico de 1975 (Mito), 1970 en la edición original; de su teoría sobre el relato heroico se pueden retener tres ideas:
  • la leyenda griega se caracteriza por su sencillez y esquematismo (de hecho Kirk habla literalmente de “la simplicidad temática, casi la superficialidad, de la mayor parte de los mitos griegos”);  escasez de elementos sobrenaturales también es característica de la mitología heroica griega, a diferencia de lo que sucede en otras tradiciones; 
  • la abundancia de elementos del cuento popular caracteriza asimismo los mitos griegos.

Una última idea en relación con los héroes que conviene retener: héroes y dioses no son compartimentos estancos, y ello por al menos dos motivos:

1) Los héroes son ayudados por los dioses, de manera muy especial en algunos casos en los que el héroe tiene un dios tutelar: en la Odisea Atenea ayuda a Odiseo y, en la Eneida, Venus ayuda a Eneas.

2) Algunos héroes pueden ser divinizados post mortem, según dijo Íbico en el S. VI a. C. a propósito de Diomedes.

Pero el caso más importante de héroe divinizado es el de Heracles. Heracles es uno de los héroes más populares de la mitología clásica, según atestigua su presencia en las fuentes literarias, su predominio en el arte, tanto en Grecia como en Roma, o la extensión de su culto.
Diversos relatos nos hablan de su divinización post mortem; ya entre los dioses se desposó con Hebe, la Juventud, y recibió culto de los mortales, sus antiguos congéneres; los cultos a Heracles están efectivamente atestiguados a lo largo y ancho del Mediterráneo.
A Heracles, de Zeus hijo, cantaré, al que, con mucho el mayor
de los moradores de la tierra, engendró en Tebas de hermosos coros
Alcmena, tras unirse con el sombrío Cronión.
Éste, primero, por la tierra sin confín y por el mar
vagando a las órdenes de Euristeo el soberano
muchas cosas osadas hizo por sí solo, muchas soportó;
pero ahora ya en el hermoso solar del nevado Olimpo
habita gozoso y posee a Hebe de hermosos tobillos.
Salud, soberano hijo de Zeus; concédeme valor y fortuna.

(Himno Homérico XV, "A Heracles, corazón de león"; trad. José B. Torres).


ALGUNAS REFERENCIAS (para alumnos que hacen Trabajos de Fin de Grado, y no solo para ellos):

Para adentrarse en el quién-es-quién de la mitología griega (heroica o divina), sigo recomendando el diccionario de Pierre Grimal, reeditado tantas veces; esta es la reimpresión que tengo en casa:

GRIMAL, P., Diccionario de mitología griega y romana, Barcelona, Paidós, 1979 (6ª ed.).

Para que no parezca que tengo un enfoque muy limitado, propongo otro quién-es-quién (hay tantos que resulta excesivo citarlos todos):

HARD, H., El gran libro de la mitología griega, Madrid, La esfera de los libros, 2008.

Se puede ver también lo que se dice sobre el héroe en los capítulos correspondientes de dos textos introductorios, publicados en colecciones de gran difusión:

GARCÍA GUAL, C., Introducción a la mitología griega, Madrid, Alianza Editorial, 1992.
HERNÁNDEZ DE LA FUENTE, D., Mitología clásica, Madrid, Alianza Editorial, 2015.

Por supuesto, sigue poseyendo un gran interés (al menos para algún tipo de lectores) el clásico de Brelich:

BRELICH, A., Gli Eroi Greci, Roma, 1958.

Para ideas sobre religión de Grecia que puedan ser necesarias en algunos momentos del trabajo, cf.

BURKERT, W., Greek Religion. Archaic and Classical, Oxford, 1985 (Griechische Religion der archaischen und klassischen Periode, Stuttgart, 1977) [hay una edición nueva del original alemán de 2011].

Para el rastreo de las huellas del mito heroico en la Tradición entiendo que las obras básicas son estas tres, dos más antiguas y una más reciente:

FRENZEL, E., Diccionario de argumentos de la literatura universal, Madrid, Gredos, 1976.
FRENZEL, E., Diccionario de motivos de la literatura universal, Madrid, Gredos, 1980.
A. GRAFTON, G.W. MOST y S. SETTIS, eds., The Classical Tradition, Cambridge, Mass., Belknap Press of Harvard University Press, 2013.

Para el tema de la Tradición también son sin duda muy interesantes estas referencias (en el caso de las dos primeras y la última, su utilidad dependerá del tipo de trabajo que se quiera hacer):

AGHION, I.; BARBILLON, C. y LISSARRAGUE, F., Guía iconográfica de los héroes y dioses de la Antigüedad, Madrid, Alianza, 1997.
BALLÓ, J., y PÉREZ, X., La semilla inmortal: los argumentos universales del cine, Barcelona, Anagrama, 1997.
GANTZ, T., Early Greek Myth. A Guide to Literary and Artistic Sources, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1993.
HIGHET, G., La tradición clásica. Influencias griegas y romanas en la literatura occidental, México, FCE, 1954.
RUIZ DE ELVIRA, A., Mitología clásica y música occidental, Alcalá de Henares, Universidad Alcalá de Henares, 1997.



THE HOMERIC THEBAID AS SOURCE OF ILIAD AND ODYSSEY

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Esta entrada recoge el resumen en inglés de mi tesis sobre la Tebaida de ‘Homero’ como fuente de Ilíada y Odisea; acabo de actualizarla añadiendo unas referencias bibliográficas básicas.

Desde luego este post no será nunca trending topic. Pero tiene una virtud. Salvo que se descubran algún día unos rollos de papiro con el texto íntegro de 
la Tebaida, lo que se dice aquí seguirá siendo válido durante bastante tiempo.

PS. El resumen de la tesis está en inglés por responder a una petición que me hizo, entre otros, Jennifer Strauss Clay. Dentro del post hay un enlace a una versión online de la tesis en castellano: http://interclassica.um.es/.../cuadernos_de.../numero_1995  


This book (La Tebaida Homérica como fuente de Ilíada Odisea, Madrid, Fundación Pastor, 1995) discusses the presence of material from the epic Theban cycle (especially from the Thebaid) in Homer's two canonical works, the Iliad and the Odyssey. The aim is to prove or invalidate the hypothesis that Homer could have used the Thebaid as a source.

The introductory chapter (§ 1) poses the problem and sets out the methodology which will be used to solve it. The methodology in question is that known as Neoanalysis, a school of criticism based on a number of fundamental studies by Professor W. Kullmann (1960; 1981; 1984; 1991).

The author first explains the concept of “semi-rigid motifs” which, according to the “Neoanalysis” school, Homer adopted from the epic cycle; he then points out the differences between these “semi-rigid” motifs and the traditional motifs recognised by the oralists. In general terms, the points of disagreement between Oralism and Neoanalysis are established and attention is drawn to the fact that it is possible to combine the points of view of both schools.

When applying the neoanalytical method to the study of Homer's Theban sources, it is recalled that their case differs from the presumed Trojan sources for two reasons:
1) no summaries exist for the Theban epic as do for the Trojan cycle, thanks to Proclus;
2) in spite of the fact that strictly speaking they deal with pre-Homeric facts, the Theban epics belong to a different mythic cycle to that Homer writes about. 
Despite these difficulties, the research proceeds on the basis of an analysis of the allusions to the Theban saga contained in the Iliad and the Odyssey, taking as its starting point a previous reconstruction of the Thebaid (J.B. Torres Guerra, La Tebaida Homérica como fuente de Ilíada y Odisea, Universidad Autónoma de Madrid, 1993, 104-270), whose results are incorporated into this study to the degree required by the research.

The second chapter (§ 2) presents an edition of the references to and fragments of the Thebaid. This edition of the fragments of the Thebaid basically follows that of Bernabé (1987, 20-28); there are no differences either in the cataloguing of the references and fragments, the way in which they have been ordered or in the text of the literal fragments. Differences from the base-edition can basically be found in the critical apparatus; these variations are a result of having examined Davies's edition (1988, 21-26) and the reviews published of Bernabé’s and Davies’s works.

The following chapter (§ 3) examines passages of the Iliad dealing with material from the Thebaid. The passages in question are the following: II 572; IV 370-410; V 115-117; V 800-808; VI 222-223; X 284-291; XIV 113-125; XXIII 345-347; XXIII 677-680.

The first section of this chapter (§ 3.1) presents the corresponding texts and explains the factual information they transmit about the Theban saga; the fragmentary and allusive character of these passages is noted.

In § 3.2 an attempt is made to answer the question as to whether the Iliad presupposed on behalf of its audience knowledge of the Theban saga. The fragmentary character of many of Homer's references to it leads us to affirm that it did; it should be noted that some references to the Theban saga can be understood in the light of other passages from the Iliad but this is not the case for all of them.
More specifically, the Iliad does not recount three fundamental aspects of the saga: a) the motive for the campaign against Thebes (cf. IV 378); b) the statute of Adrastus in Argos (cf. II 572 and XIV 121); c) the relationship between this character, Tydeus and Polyneices (cf. IV 375-376 and XIV 121). 
If it is accepted that the Iliad presumes in its public the knowledge of the Theban saga, the question then arises as to the ways in which this knowledge reached them. It is considered that the most likely way was by way of the epic poems. After making this general observation, the author draws attention to a piece of data which it is not easy to interpret: the possibility is discussed that two verses of the fourth book (IV 374-375) imply the pre-existence of epic accounts of the Theban heroic deeds of Tydeus.

A new question is then posed, namely, as to whether the pre-Homeric epic which the Iliad seems to presuppose can be identified with the Thebaid. In order to respond to this intricate question relevant Homeric passages are compared with what we know of the Thebaid. The author attempts to show (§ 3.3) that no contradiction exists between the material from the Thebaid and that from the Iliad, even though divergences have been claimed to exist in some cases.
This occurs in what refers to the following aspects of the saga: 1) the figure of Oedipus; 2) the connection of the story of Eteocles and Polyneices with the story of Oedipus; 3) the burial of the Argive leaders in Thebes. With respect to the last aspect, it is also pointed out that, by indicating that the leaders of the first expedition against Thebes lie buried in that city (for Tydeus, cf. XIV 114), the Iliad agrees with the Thebaid’s account of a specific mythic subject which was reconstructed for the latter in the 1993 study (cf. Torres Guerra 1993, 171-173). 
Once it is established in § 3.3 that no contradiction exists between the situation of the Thebaid and the canon of the Theban saga presupposed in the IIiad, the author examines in § 3.4 whether this coincidence implies the mutual dependence of the two epics in one sense or other.

It is shown in section § 3.4 that on the rare occasions when the Thebaid and the Iliad present the same subject matter, what can be read in the fragments of the Thebaid or reconstructed for it suggest that it is always the primary text compared to the Iliad. It is argued in § 3.4 that this would appear to be the hypothesis of greatest explanatory power for the following cases:
  • The brief reference to the speed of Arion included in XXIII 345-346 and the condensed expression ὃς ἐκ θεόφιν γένος ἦεν (XXIII 347) may have arisen from the Thebaid where these subjects were treated more extensively (cf. F 7 and 8). 
  • Tydeus's exile, cryptically alluded to in X 119-120, must have received a more detailed treatment in the Thebaid (cf. F 5). 
  • Three passages from the Iliad refer briefly to Athena's function as Tydeus's tutelar goddess (IV 390; V 116; V 808); the relationship between the goddess and the hero must, on the other hand, have been dealt with in extensis in the Thebaid (cf. F 9). 
  • The brief characterization of Tydeus in V 801-804 seems to sum up well the psychology of this character just as it is presented to us by the facts narrated in fragment 9 of the Thebaid
The author underlines in the last section (§ 3.5) that, although the Iliad presumed in its public knowledge of the Thebaid, this does not permit us to trace back to this epic every allusion to the Theban saga included in the Trojan poem. It is possible that whilst keeping to a basic canon of facts from the Theban saga, Homer has introduced innovations according to the interests of his own work; this would seem to be the case for some aspects of the digression of IV 370-410.

The following chapter (§ 4) discusses the possibility that the Iliad might have readapted motifs from the Thebaid, in the same way as was done (according to the Neoanalysis school) with motifs from the Trojan cycle. In the introductory section (§ 4.1) some of the principles by which, according to the neoanalysts, the absorption of motifs is governed are explained, and previous works which have claimed to detect motifs taken from the Theban cycle are referred to (cf. Reinhardt 1961, 190-206, 267-277).

The cases of the following scenes or motifs in which parallels exist between the Iliad and the Thebaid are discussed in sections §§ 4.2 to 4.6:
  • A dispute (between Eteocles and Polyneices, or between Agamemnon and Achilles) is what sparks off the conflict in the two central epics of the Theban and Trojan epic cycles, the Thebaid and the Iliad (§ 4.2). 
  • The wall surrounding the Achaean encampment in the Iliad appears to be a replica of the Theban wall, inadequately adapted to the new context of the Trojan poem. It is argued that this wall is a motif of a specific rather than general type because it apparently has seven gates (cf. IX 79-88); in addition, the Trojans divide up their troops in order to attack different gates and this is a peculiarity of the motif which coincides with the situation which can be reconstructed for the Thebaid (§ 4.3). 
  • The outcome of the war in the Thebaid is made to depend on the duel between the two brothers which is already presupposed in the third fragment (cf. v. 4); the motif of the decisive duel, on whose outcome the end of the war depends, is also found in the Iliad (cf. III 92-94); the specific character of this motif is argued for and the case for its prior appearance in the Thebaid is discussed (§ 4.4). 
  • Fragment nine of the Thebaid recounts the death of Tydeus: this character, wounded by Melanippus, becomes furious and devours the brain of his enemy when Amphiaraus presents him with his head. Although Homer leaves these kinds of stories out of his poem, it is possible that the scene from the Thebaid has been readapted in the Iliad, in a passage in the fifth book (V 114-120) where he speaks of Diomedes' reaction, the son of Tydeus, to a wound received in combat (§ 4.5). 
  • Section § 4.6 defends the view that the Thebaid characterized Adrastus as a skilful orator; aspects of the figure of Nestor in the Iliad, as well as a comparison between fragment nine of Tyrtaeus and verses 713-714 of Theognis, indicate the similarity of characters and functions carried out by Nestor and Adrastus in the Iliad and the Thebaid
The following chapter (§ 5) deals with the research into the presumed Theban sources of the Odyssey; this research presents more difficulties because of the lack of references to the Theban saga in this epic. There are only three relevant passages: XI 271-280; XI 326-327; XV 243-248. In the same way as in § 3.1, in § 5.1 an edition of the passages is presented and what they tell us about the Theban saga is briefly explained.

Having noted the fragmentary nature of these allusions to the Theban saga, in the following two sections some specific problems are discussed:
  • § 5.2 looks at the case of XI 271-280, the only passage in the Odyssey in which Oedipus is spoken of; it is concluded from the study of this text that the image of Oedipus contained in book eleven of the Odyssey is incompatible with the situation of the Thebaid. If XI 271-280 does indeed suppose a specific epic version of the Theban saga, this would appear to be that of the Oedipodia
  • In § 5.3 the evidence concerning Amphiaraus (XI 326-327; XV 243-248) is discussed; it is deduced from the examination of the two relevant passages that the version of the Argive fortune-teller is compatible with that of the Thebaid, even if the likenesses between the two epics in this aspect are of such a general nature as to make it unnecessary to establish a relation between them. 
The lack of evidence does not allow us to discuss whether the Odyssey has re-worked motifs from the Theban cycle in general or from the Thebaid in particular. At the very most it could be argued that the appearance of Tiresias in the eleventh book is motivated by his appearance as a fortune-teller in the Theban saga; a number of arguments in favor of the hypothesis that the Odyssey has taken the motif of Tiresias from the Thebaid as the soothsayer who warns of a future from which the hero cannot escape are revised (§ 5.4).

Chapter 6 formulates the results of the study in function of the hypothesis proposed for examination at the outset, namely, the possibility that the Thebaid is one of the sources of the Iliad and the Odyssey. The final conclusion reached, with the cautiousness required by the limited nature of the evidence, is the following:
There are good arguments for considering that the Thebaid could have been one of Homer's “sources”, more probably in the case of the Iliad than the Odyssey. The specific way in which the Thebaid has influenced the Iliad and the Odyssey can be understood in different ways according to the position taken on the Homeric question. Finally, several possible interpretations of the results of this study are proposed from the unitarian, neoanalytical and oralist perspectives.

BIBLIOGRAPHICAL REFERENCES:

BERNABÉ, A. (ed.) (1987), Poetarum Epicorum Graecorum Testimonia et Fragmenta, Leipzig.
DAVIES, M. (ed.) (1988), Epicorum Graecorum Fragmenta, Göttingen.
KULLMANN, W. (1960), Die Quellen der Ilias (Troischer Sagenkreis), Wiesbaden.
KULLMANN, W. (1981), “Zur Methode der Neoanalyse in der Homerforschung”, Wiener Studien 15, 5-42.
KULLMANN, W. (1984), “Oral Poetry Theory and Neoanalysis in Homeric Research”, Greek, Roman, and Byzantine Studies 25, 307-324.
KULLMANN, W. (1991), “Ergebnisse der motivgeschichtlichen Forschung zu Homer (Neoanalyse) ”, en J. Latacz (ed.), 200 Jahre Homerforschung - Rückblick und Ausblick, Stuttgart 1991, 425-455 (= W. Kullmann, Homerische Motive, Stuttgart, 1992, 100-134).
REINHARDT, K. (1961), Die Ilias und ihr Dichter, Göttingen.
TORRES GUERRA, J.B. (1993), La Tebaida de Homero: el poema cíclico y su temática en Ilíada y Odisea, Madrid, Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid.
TORRES GUERRA, J.B. (1995), La Tebaida homérica como fuente de Ilíada y Odisea, Madrid, Fundación Pastor.




HERO Y LEANDRO Y LA UNIÓN SOVIÉTICA

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Una de las primeras entradas de este blog hablaba de la leyenda de Hero y Leandro, los dos jóvenes enamorados que se hallan separados por el Helesponto:
Él muere ahogado al intentar cruzarlo de noche para ir junto a su amada, que mantiene encendida una luz que le indica el camino; ella, al descubrir por la mañana en la playa los restos de su amado, se mata arrojándose desde la torre donde vivía.
Como se explica en aquella entrada dedicada a la poesía griega de época imperial, fue Museo (finales del S. V o principios del VI) quien narró de forma clásica este trágico amor, siguiendo quizá el modelo lírico (y latino) de Ovidio.

Después fue Bernardo Tasso quien dio a conocer en Europa, en el S. XVI, una leyenda que llegó a adquirir gran importancia en la Tradición Occidental, a veces en clave satírica, según sucede en un conocido romance de Góngora (habla Hero):
El amor, como dos huevos,
quebrantó nuestras saludes:
él fue pasado por agua,
yo estrellada mi fin tuve.
Lo que motiva esta nueva entrada es que acabo de encontrar lo que parece un recuerdo imprevisto de la leyenda en una novela soviética (antisoviética en realidad), publicada en París en 1978 y recientemente traducida al castellano: La facultad de las cosas inútiles, de Yuri Dombrovski (Madrid, Sexto piso, 2015).

En un momento de la novela, el protagonista y su amada oyen la historia del amor imposible que unió a un pescador de origen griego (sus compañeros eran, como él, “auténticos Apolos”, p. 198) y la hija de un general que se oponía a esta relación.

Como en el Hero y Leandro de Museo, la historia tiene en Dombrovski un final dramático; un personaje refiere (p. 198), como si se tratase de una fábula, el final de la muchacha:
¿Cómo murió? Las versiones difieren. Dicen que él salió a la mar con los pescadores, y que de noche se desató una tormenta, hubo trombas de agua. Ella estuvo toda la noche al lado del proyector grande del faro. No dejó de mirar el mar y por la mañana vio tablas y aparejos de su barca en la orilla. Entonces se arrojó desde el faro contra las piedras.
Pero, ¿sucedió realmente así? Cincuenta páginas más adelante (pp. 248-249), un personaje-testigo propondrá una versión de la historia que pretende expresamente desmitificarla:
Yulenka era mi prima (…). Vino la muerte y murió (…). ¡Por amor no! ¡Ni hablar! Todo eso son leyendas populares. ¡El pescador, el faro! ¡Tonterías! ¡Nada por el estilo! Ella todavía no entendía qué era el amor. Adoraba a un primo nuestro, eso es todo.
La huella de la historia narrada por Museo a principios del mundo bizantino, ¿seguía presente en una novela rusa de la segunda mitad del S. XX? ¿O hacemos de filólogos y acudimos a las ‘fuentes intermedias'? ¿Es la historia del amor imposible de dos amantes a los que separa el mar un motivo genérico que disfruta de una existencia separada en distintas tradiciones?




¿LITERATURA GRIEGA?

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Este año, en el que no voy a explicar las dos semanas habituales de literatura grecolatina en la asignatura de Literatura Universal de mi Universidad, he pactado explicarles a los estudiantes al menos la literatura de Grecia (y en parte de Roma) en dos horas lectivas: docencia taquigráfica. 

Sé que esto suena a lo de enseñar chino en diez días. Pero creo que no es exactamente igual y que en dos horas sí se puede poner a los alumnos al menos en la pista de qué es la literatura de la Antigüedad y por qué tiene interés conocerla. Publico aquí esta entrada con la esperanza de que esta literatura griega en tres mil y pico palabras pueda servirle a más de uno como síntesis; y como aperitivo.


Lo que pretendo en estas dos sesiones es esbozar una síntesis de las literaturas de la Antigüedad.

Entiendo por “Literaturas de la Antigüedad” la Literatura antigua de Grecia más la Literatura de Roma: dejo a un lado, por tanto, otras literaturas de la época (babilónica, india…) y obras tan interesantes como el Poema de Gilgamesh.

Y la pregunta que se puede plantear más de un alumno de este curso donde hay estudiantes de Filología Hispánica, Filosofía, Historia y Humanidades es: en el siglo XXI, ¿qué interés tiene para mí conocer esas literaturas de la Antigüedad?

A propósito de esto vale la pena considerar la frase tantas veces repetida de Bernardo de Chartres (S. XII):
Nos esse quasi nanos, gigantium humeris insidentes.
O lo que es lo mismo:
Somos enanos a hombros de gigantes.
Nadie parte de cero, ni en literatura ni en nada: todos somos hijos de una tradición que no podemos borrar. Por eso todos (también los estudiantes de primer curso de Filología Hispánica, Filosofía, Historia, Humanidades…) debemos conocer la Tradición, literaria o cultural, para aprender de ella – y para intentar superarla.

Sobre la Tradición literaria que hemos recibido de Grecia y Roma quiero transmitir dos ideas básicas:
  • Que esas literaturas no son tan difíciles como se puede pensar: simplemente son otra forma legítima de hacer literatura.
  • Que esas literaturas crearon las formas básicas de escribir que seguimos usando hoy.

I. En relación con lo primero empiezo por reconocer una cosa: no espero que después de lo que pueda decir sobre esas literaturas los autores de Grecia y Roma se vayan a convertir en best sellers.

Pero no será porque sean literaturas demasiado difíciles sino porque Homero o Virgilio corren la suerte de todos los autores clásicos como Cervantes, Shakespeare, o incluso Dostoievski:
  • se sabe que son grandes;
  • se sabe que están ahí;
  • pero la mayoría de la gente que lee escoge cosas más ligeras.
Con todo, supongo que muchos de los que escuchéis o leáis esto conocéis al menos los nombres de autores de la Antigüedad, títulos de sus obras y, en algunos casos, hasta las habréis leído: si hacemos una tormenta de ideas, seguro que afloran bastantes de esos nombres.
Personalmente puedo proponer alguna sugerencia de lectura para el caso de la literatura de Grecia, recogidas en esta entrada. Y, ya puestos, para toda la historia de la novela en este otro post.
Pero es cierto que las literaturas de la Antigüedad pueden dar una impresión especial de extrañamiento, mayor de la que sentimos si intentamos leer Crimen y castigo. ¿Por qué?
  • No es la única razón pero aquí juega un papel importante la utilización de argumentos míticos: y el mito antiguo nos puede parecer extraño, complicado…
A manera de ejemplo, veamos los primeros versos de la Ilíada, la primera obra de la literatura occidental. Nos fijamos en el proemio (vv. 1-7, 8) e intentamos, simplemente, entenderlo:
Canta, diosa, la cólera de Aquiles hijo de Peleo,
cólera funesta que a los aqueos produjo desgracias sin cuento,
y envió al Hades a muchas valientes almas
de héroes; a éstos los convirtió en despojos para los perros
y todas las aves de rapiña: así se cumplía la voluntad de Zeus.
Canta desde que por primera vez se separaron peleando
el hijo de Atreo, caudillo de varones, y el divino Aquiles.
¿Cuál de los dioses los movió a rencilla para que peleasen?
Nos podemos preguntar:
  • ¿Quién es la “diosa” (v. 1)?
  • ¿Qué es la “cólera de Aquiles hijo de Peleo” (v. 1)?
  • ¿Quiénes son los “aqueos” (v. 2)?
  • ¿Sabemos qué es el Hades (v. 3)?
  • ¿Qué entendemos por “la voluntad de Zeus” y por qué se habla ahora de Zeus (v. 5)?
  • ¿Quién es “el hijo de Atreo” y por qué se peleó con Aquiles (v. 7)?
  • ¿Y qué interés tenía un dios en moverlos “a rencilla” (v. 8)?
Es cierto que el proemio de la Ilíada puede ser desalentador para muchas personas. Pero no exageremos: la dificultad del mito clásico no es tan grande, por varios motivos:
  • La mitología divina de Grecia y Roma, en su núcleo básico, es muy sencilla, es la historia de una familia de doce dioses en la que Zeus es la parte principal.
  • La mitología heroica es muy rica en Grecia y Roma, es cierto, aunque seguramente no es más complicada que el mundo de los personajes de Tolkien.
  • Hay que tomar en cuenta que, al final, la leyenda griega y romana nos cuenta siempre la historia de “unas pocas familias”, como dijo Aristóteles; es la historia de un grupo limitado de personajes con los que nos vamos familiarizando a través de la lectura:
* Aquiles (saga troyana).
* Edipo (saga tebana).
* Jasón y Medea (saga de los Argonautas).
* Heracles (su propia saga).
Lo que sí es cierto es que, si los argumentos están tomados del mito, que es tradicional y se repite, vamos a echar en falta algo que nos parece esencial cuando leemos literatura contemporánea:
SABEMOS CÓMO VA A TERMINAR LA HISTORIA. O lo que es lo mismo: NO HAY INTRIGA (¿?).
En realidad esto no es totalmente cierto: lo que sucede es que las literaturas antiguas tienden a manejar un concepto distinto de intriga:
  • La intriga no consiste en saber qué sucederá: todos los que escuchaban la Ilíada sabían perfectamente que Troya no se iba a salvar, que Héctor moriría y que después el propio Aquiles moriría también.
  • Lo que ocurre es que la intriga se produce en otro plano: es intriga relativa al desarrollo de los acontecimientos.
  • Nosotros (el público de Homero) sabemos que Troya caerá. Pero lo que nos intriga es saber qué nos contará Homero acerca de cómo cayó Troya; de hecho puede incluso que la figura de Héctor haya sido inventada por Homero para SU Ilíada.
Lo dicho sobre el problema del mito y la intriga nos puede poner en la pista de un dato importante: las literaturas de la Antigüedad también nos pueden parecer extrañas porque, en distintos niveles, funcionan distinto de las literaturas a las que estamos acostumbrados.
  • Por ejemplo, en lo que se ha explicado acerca de la intriga.
  • Otro ejemplo: no leamos la narrativa o el drama de Grecia y Roma buscando caracterización psicológica porque no la vamos a encontrar (lo importante son los acontecimientos, no la psicología de los personajes).
Y hay otra diferencia importante que se debe enunciar para que después no nos perdamos:
  • El mundo antiguo era un mundo transversal y su cultura era una unidad; por eso en la Antigüedad no es fácil deslindar las ramas del saber, no cabe plantearse la clásica pregunta “¿eres de letras o de ciencias?”.
  • De la misma forma, en la Antigüedad no es fácil distinguir entre “literatura” y “otras formas de expresión escrita”: un autor que escribe poesía filosófica como el romano Lucrecio, ¿es poeta o filósofo?
Por eso, en las historias de las literaturas de la Antigüedad no encontramos solo literatura ficcional: eso es lo que sucede con las literaturas actuales, a las que estamos acostumbrados, y en las historias de las literaturas contemporáneas:
  • Estas hablan solo de tres formas fundamentales de presentación literaria: la narrativa, la lírica y la dramática (si acaso, del ensayo).
  • En cambio, en el caso de las literaturas de la Antigüedad se estudian también otros géneros (Historia / Oratoria / Filosofía).
  • Y no es un capricho, no están ahí como relleno: es que, en el caso de la Antigüedad, la división no es nada fácil. Esto hay que aceptar que es simplemente así, que la Antigüedad tiene un concepto distinto de literatura (cuando lo tiene): pero no le podemos aplicar retroactivamente nuestro concepto actual de literatura.
  • De todas formas, por supuesto, lo que tiene más interés en una introducción a las literaturas de la Antigüedad son los autores de
* poesía lírica,
* poesía épica,
* tragedia,
* comedia,
* novela.
Y de eso es de lo que vamos a hablar ahora para desarrollar la otra idea clave que planteé al principio: que las literaturas de la Antigüedad crearon las formas básicas de escribir que seguimos usando hoy.


II. En la tormenta de ideas de antes pueden haber salido casi todos los nombres de los autores a los que me puedo referir para desarrollar esta segunda idea: ahí estarán al menos los nombres de Homero, Virgilio, Esquilo, Sófocles, Eurípides, Séneca, Aristófanes, Menandro, Plauto, Terencio...

La cuestión es que, siguiendo lo dicho hace unos años por otro autor (N. J. Lowe, The Classical Plot and the Invention of Western Narrative, Cambridge, 2000), es muy fácil esbozar el desarrollo de los géneros antiguos con argumento según este esquema que, por supuesto, implica algunas simplificaciones:


1. ILÍADA.
- Narración extensa en verso.
- Argumento tradicional (mítico).
- Los personajes no ejercen el control.
- Final trágico.

2. ODISEA.
- Narración extensa en verso.
- Argumento tradicional (mítico).
- Los personajes ejercen el control.
- Final feliz.

3. TRAGEDIA.
- Drama en verso.
- Argumento tradicional (mítico).
- Los personajes no ejercen el control.
- Final trágico.


4. COMEDIA.
- Drama en verso.
- Argumento no tradicional (ficticio).
- Los personajes ejercen el control.
- Final feliz.

5. NOVELA.
- Narración extensa en prosa.
- Argumento no tradicional (ficticio).
- Los personajes ejercen el control.
- Final feliz.


La poesía épica, la tragedia y la comedia existieron en Grecia y Roma, y sobre esto seguro que nadie tenía muchas dudas: véase la lista de autores que se ha citado un poco antes (Homero, Virgilio...) y reflexiónese sobre qué géneros cultivó cada escritor y cómo se desarrolló el proceso por el cual fueron surgiendo unos y otros géneros, desde el Arcaísmo griego hasta la época imperial de Roma.

Me interesa especialmente subrayar que en la Antigüedad ya se desarrolló el género de la novela: que tanto en Grecia como en Roma ya existió la novela, el género que lee más gente en la actualidad (entre los que leen).
Por la experiencia de otros cursos se puede presuponer que muchos alumnos creerán que la inventó Cervantes. Y, si no es así, igual pensamos que El Lazarillo de Tormes fue la primera novela.
Pero tampoco esto es cierto. La novela (narración extensa en prosa, de argumento ficticio y final feliz) existía ya en la Antigüedad, aunque fue un género de aparición tardía en Grecia, de donde pasó a la literatura de Roma.
“Tardío” quiere decir que las primeras se debieron de escribir en Grecia en el S. I a. C., o quizá en el II.
Y, puestos a proponer algún nombre, nos podemos quedar al menos con estos dos (de autores griegos):
  • Longo, Dafnis y Cloe (2ª mitad S. II): antecedente de la tradición de la novela pastoril.
  • Heliodoro, Teágenes y Cariclea (Etiópicas) (¿segunda mitad S. III / segunda mitad S. IV?): antecedente de la tradición de la mal llamada novela bizantina.
Aparte de los géneros con argumento, los griegos también compusieron, por supuesto, poesía lírica de tipos distintos, primero poesía popular y después poesía culta y literaria: tampoco la lírica es un invento de los trovadores medievales o de los autores de las jarchas.

Posiblemente, el poeta, la poetisa de Grecia más conocida sea Safo, que le concede una atención primordial al tema del amor, el elemento primordial en su escala de valores.
De esta forma, entre los siglos VII y VI a. C., Safo rompe con el esquema de valores imperante hasta el momento, el esquema de Homero (lo que importa en la vida es el honor y la gloria, la timé y el kléos) o de otros poetas ‘líricos’ (Tirteo: lo que importa es la patria).
Lo dicho se puede ejemplificar con el comentario de este poema:
Me parece que es igual a los dioses
el hombre aquel que frente a ti se sienta,
y a tu lado absorto escucha mientras
dulcemente hablas
y encantadora sonríes. Lo que a mí
el corazón en el pecho me arrebata;
apenas te miro y entonces no puedo
decir ya palabra.
Al punto se me espesa la lengua
y de pronto un sutil fuego me corre
bajo la piel, por mis ojos nada veo,
los oídos me zumban,
me invade un frío sudor y toda entera
me estremezco, más que la hierba pálida
estoy, y apenas distante de la muerte
me siento, infeliz.
El amor del que se habla aquí, ¿es un amor heterosexual? No lo parece. Nótese que lo decisivo no es que Safo sea una mujer: lo fundamental es que el ‘yo lírico’ es una mujer, según indica claramente el v. 12: “toda entera”.


Catulo fue un poeta romano del S. I a. C. (hacia 87 a. C. - hacia 54 a. C.), conocido también, sobre todo, como poeta del amor; cf. el poema 30 de su libro:
Odio y amo. Quizá preguntes por qué.
No lo sé. Pero siento que es así y me torturo.
(Odi et amo. Quare id faciam, fortasse requiris.
Nescio, sed fieri sentio et excrucior).
Catulo hizo, significativamente, una versión en latín (poema 51) del poema de Safo que citamos antes. Y esa versión parece casi una traducción:
Aquel me parece que es igual a un dios;
me parece, si impío no es, que supera a los divinos
el que, sentado frente a ti, una y otra vez
te contempla y oye
cuando dulce ríes, lo que a mí, infeliz,
me arrebata todos los sentidos. Pues una vez que a ti,
Lesbia, te contemplé, nada me queda ya
de voz en la boca,
sino que mi lengua torpe se vuelve, una llama tenue
bajo mis miembros se extiende, con un sonido interior
me zumban los oídos, y de noche se cubren,
gemelas, las luminarias de mis ojos.
El ocio, Catulo, no te conviene:
por el ocio andas exaltado y en exceso te excitas:
el ocio también antes a reyes perdió
y a dichosas ciudades.
Ahora bien, el poema ¿es realmente lo que nosotros entendemos por ‘traducción’? ¿Dónde están las diferencias con el modelo?
  • De una parte, puede haber diferencias en la elección de términos o de síntomas físicos de la pasión.
  • Atención a la aparición del nombre de la amada: "Lesbia".
  • Por otro lado, la diferencia esencial está en la última estrofa: en Catulo la última estrofa ya no habla de los efectos de la pasión e introduce un auténtico quiebro: el poeta se dirige a sí mismo y se anima a renunciar al amor por considerar que así pierde el tiempo de manera ociosa.
  • Catulo posiblemente no creía que el amor fuera una pérdida de tiempo: lo importante es que, al afirmarlo, le daba un giro total a su modelo e introducía en el poema un tono muy pragmático, muy “romano”.
De esta comparación podemos sacar otra enseñanza importante sobre las literaturas de la Antigüedad:
  • La literatura de Roma nace como imitación de la literatura griega.
  • Pero, poco a poco, los romanos intentan mejorar y superar a sus modelos: esto es lo que hace Virgilio cuando escribe la Eneida, que pretende ser un poema mejor que la Ilíada y la Odisea juntas.
  • En último término, los romanos también desarrollaron géneros literarios propios, como por ejemplo la elegía amorosa latina, de la que es representante Catulo (y después, Ovidio).

Ahora que vamos terminando esta exposición, podemos volver donde empezamos (Homero) y pararnos un momento a leer un pasaje del final de la Ilíada.

Podemos tener un conocimiento básico de lo que sucede en el poema por cultura general o por haber visto la historia en el cine, en la Troya de Petersen, con Brad Pitt, Orlando Bloom…:
  • El poema canta la cólera de Aquiles, ofendido porque Agamenón le arrebata una esclava: esto es un ultraje porque le quitan una posesión y, por tanto, le quitan honor.
  • Aquiles dice que no volverá a combatir para Agamenón. Se retira y le suplica a su madre, la diosa Tetis, que le pida a Zeus que las cosas les vayan mal a los griegos en la guerra, para que vayan con regalos a suplicarle que vuelva a pelear.
  • En los cantos siguientes, a sus compañeros les irá cada vez peor. Pero Aquiles no se deja ablandar. Aunque al final acepta que su amigo Patroclo se ponga su armadura y vaya a luchar en su nombre.
  • Entonces Héctor mata a Patroclo, y esto le hace comprender a Aquiles que el honor y la fama no lo es todo en la vida: la muerte del amigo es una pérdida irreparable.
  • Aquiles vuelve al combate, mata a Héctor en el canto XXII y se niega a devolverle el cadáver a su familia.
La Ilíada podría haber terminado así. Entonces sería una epopeya típica, una más de las muchas que se debieron de componer sobre la guerra de Troya: otra historia de una carnicería.

Pero no es así, porque Homero es capaz de innovar y renovar su tradición introduciendo algo nuevo, y por eso Homero y la Ilíada son clásicos que merecen ser recordados:
  • Al final de la Ilíada está el canto XXIV y en este Aquiles va a recibir una visita en su tienda: Príamo, el padre de Héctor, llega de noche hasta el campamento griego para pedir el cadáver de su hijo.
  • Curiosamente, al ver a Príamo, Aquiles se acuerda de su padre, accede a lo que le pide el anciano y demuestra así que, a lo largo de los días que dura la acción de la Ilíada, ha descubierto dos sentimientos nuevos para él: el respeto (aidós) y la compasión (éleos).
Conviene comentarlo sobre la base de estos textos (24,485-517, 621-634):
Y Príamo suplicó a Aquiles, dirigiéndole estas palabras:
“Acuérdate de tu padre, Aquiles, semejante a los dioses, que tiene la misma edad que yo y ha llegado al funesto umbral de la vejez. Quizá los vecinos circunstantes le oprimen y no hay quien te salve del infortunio y de la ruina; pero al menos aquél, sabiendo que tú vives, se alegra en su corazón y espera de día en día que ha de ver a su hijo, llegado de Troya. Mas yo, desdichadísimo, después que engendré hijos excelentes en la espaciosa Troya, puedo decir que de ellos ninguno me queda. Cincuenta tenía cuando vinieron los aqueos: diez y nueve procedían de un solo vientre; a los restantes diferentes mujeres los dieron a luz en el palacio. A los más el furibundo Ares les quebró las rodillas; y el que era único para mí, pues defendía la ciudad y sus habitantes, a ése tú lo mataste poco ha, mientras combatía por la patria, a Héctor, por quien vengo ahora a las naves de los aqueos, a fin de redimirlo de ti, y traigo un inmenso rescate. Pero, respeta a los dioses, Aquiles, y apiádate de mí, acordándote de tu padre; que yo soy todavía más digno de piedad, puesto que me atreví a lo que ningún otro mortal de la tierra: a llevar a mi boca la mano del hombre matador de mis hijos”.
Así habló. A Aquiles le vino deseo de llorar por su padre; y, asiendo de la mano a Príamo, le apartó suavemente. Entregados uno y otro a los recuerdos, Príamo, caído a los pies de Aquiles, lloraba copiosamente por Héctor, matador de hombres; y Aquiles lloraba unas veces a su padre y otras a Patroclo; y el gemir de entrambos se alzaba en la tienda. Mas así que el divino Aquiles se hartó de llanto y el deseo de sollozar cesó en su alma y en sus miembros, se alzó de la silla, tomó por la mano al viejo para que se levantara, y, mirando compasivo su blanca cabeza y su blanca barba, díjole estas aladas palabras:

En diciendo esto, el veloz Aquiles se levantó y degolló una blanca oveja (…). Ellos alargaron la diestra a los manjares que tenían delante; y, cuando hubieron satisfecho el deseo de comer y de beber, Príamo Dardánida admiró la estatura y el aspecto de Aquiles, pues el héroe parecía un dios; y, a su vez, Aquiles admiró a Príamo Dardánida, contemplando su noble rostro y escuchando sus palabras.



ALEJANDRO Y CONSTANTINO: ¿DOS VIDAS PARALELAS?

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Esta entrada es un post del blog y es, al tiempo, algo más: es una versión de lo que voy a contar en Cáceres en diez días, DV, en esta actividad. Para quienes se interesan por Plutarco, que son muchos. Y para quienes se interesan por Eusebio, que también los hay.

Esta entrada sobre la tradición e intertextualidad de Plutarco trata de la Vida de Constantino de Eusebio de Cesarea. Una cuestión muy debatida en relación con esta obra es la del género. La mezcla de géneros es un rasgo llamativo de este texto.
  • Se trata, en principio, de un escrito encomiástico que persigue presentar ante los lectores al emperador de Roma como ejemplo de monarca cristiano.
  • Pero el título bajo el que se ha transmitido la obra también alude a su componente biográfico: εἰς τὸν βίον τοῦ μακαρίου Κωνσταντίνου βασιλέως.
La Vida de Constantino se ha puesto en relación con las Vidas paralelas de Plutarco, en concreto con la Vida de Alejandro, en función de ese componente biográfico.
En este texto se revisa lo dicho al respecto y se discute si puede existir realmente alguna relación entre las Vidas compuestas por Plutarco y Eusebio.
Ante todo se ha de indicar que Eusebio estaba familiarizado al menos con una parte de la obra de Plutarco. Eusebio cita en la Praeparatio Euangelica tres obras conservadas del autor de Queronea, las tres de carácter religioso:
  • Sobre la desaparición de los oráculos.
  • La E de Delfos.
  • Sobre Isis y Osiris.
Además Eusebio ha conservado en la Praeparatio fragmentos de dos escritos perdidos de Plutarco, Sobre las Dédalas de Platea y Sobre el alma.

Si estos cinco textos figuraban en la biblioteca de Eusebio, resulta más verosímil que conociera otras obras plutarqueas de temática distinta, no religiosas, por ejemplo la obra a la que se refiere este trabajo: la Vida de Alejandro.
Hago observar además que Eusebio se pudo interesar por las Vidas paralelas en función de sus trabajos históricos o cronográficos; se sabe con seguridad que el obispo de Cesarea manejó a otros autores paganos por el mismo motivo.
Eusebio no cita las Vidas paralelas. Sin embargo, como ya se ha dicho, se ha propuesto que podría existir alguna conexión intertextual entre las obras.

Por ejemplo, al principio de la Vida de Constantino (1,10,1), Eusebio establece una analogía entre su labor como escritor que propone una imagen verbal del bienaventurado Constantino y el trabajo de los pintores que elaboran imágenes humanas:
Aunque me resulte inviable decir algo digno de la beatitud de este varón (…), resulta no obstante preciso que, a imitación de la técnica humana del sombreado, dedique la imagen compuesta por palabras a la memoria del amado por Dios.
Se ha encontrado un paralelismo entre esta declaración de Eusebio y un texto de la Vida de Alejandro (1,3):
Así pues, igual que los pintores extraen las semejanzas a partir del rostro y la apariencia de los ojos, en lo cual se revela el carácter, preocupándose mínimamente de las otras partes, así se nos ha de conceder que nos sumerjamos ante todo en las señales del alma y figuremos por estas la vida de cada uno.
Los dos pasajes presentan una referencia a la labor de los pintores, los ζῳγράφοι de Plutarco y los que practican la σκιαγραφία (la “pintura de sombras”) en Eusebio. En ambos casos se establece una analogía entre el arte pictórico y la labor del autor literario que elabora por medio de la palabra retratos humanos que van más allá de los rasgos físicos.

Sin embargo, la similitud puede resultar demasiado genérica, casi un lugar común.
  • La analogía entre la pintura y la literatura es un motivo conocido desde Simónides.
  • Y, sobre todo, no hay semejanzas verbales entre los dos pasajes citados, más allá del uso común de la raíz γραφ- en ζῳγράφοι y σκιαγραφία.
Por otro lado, hay una diferencia significativa entre los dos textos. Como ya se ha apuntado, Plutarco y Eusebio coinciden en su interés por retratar no solo los aspectos físicos o las acciones externas de sus biografiados sino también sus rasgos morales.
  • Pero el autor de Queronea habla de los pintores que representan el ἦθος del retratado, su ἀρετή o κακία (VA 1,2), a través de su expresión facial; y de su propia aspiración a representar el βίος de sus personajes por medio de “las señales del alma” (τὰ τῆς ψυχῆς σημεῖα, VA 1,3).
  • En cambio, el obispo de Cesarea adopta una perspectiva distinta y decididamente religiosa en tanto que intenta reflejar la “bienaventuranza” (μακαριότης) de un hombre al que caracteriza como “amado por Dios” (θεοφιλής).
Por eso creo que si hay algún argumento textual que apoye que Eusebio tenía en mente el modelo de la Vida de Alejandro, este se halla en lo que ambos autores declaran que van a omitir.

En la frase anterior al primer texto de Plutarco citado, el autor de Beocia renuncia a referir las hazañas de sus personajes:
Muchas veces un acto nimio, una palabra y alguna niñería, hicieron más por revelar un carácter que combates con muertos sin cuento, enfrentamientos ingentes y asedios de ciudades.
Eusebio anuncia una prateritio similar en el libro primero de su obra (VC 1,11,1), en este otro texto:
Considero oportuno dejar de lado la mayor parte de las gestas imperiales del tres veces bienaventurado: las contiendas y los despliegues de tropas en las guerras, los actos de heroísmo, las victorias, los trofeos conquistados contra el enemigo, y cuantos triunfos celebró (…) el objetivo de la presente obra nuestra dicta escribir y hablar solo de lo que atañe a la vida de religiosa piedad.
  • Eusebio declara que no hablará de los triunfos militares de Constantino ni de su labor política porque su obra pretende hablar solo de lo que atañe a la vida de amor a Dios, μόνα τὰ πρὸς τὸν θεοφιλῆ συντείνοντα βίον.
  • A las hazañas bélicas del emperador se refiere solo de forma sintética: “los combates y los enfrentamientos bélicos, las proezas y las victorias, los trofeos arrebatados a los enemigos y cuantos triunfos celebró”.
  • Los dos textos comparten algo más que el motivo retórico; comparten también una coincidencia verbal, el empleo del término παρατάξεις (en mis traducciones, enfrentamientos :: despliegues de tropas) con el que se refieren a las tropas rivales dispuestas en formaciones paralelas y enfrentadas antes del combate.
  • Hago observar, por cierto, que la bibliografía de Eusebio que habla de la relación entre la Vida de Constantino y Plutarco no ha llamado la atención sobre este dato.

Como se ha dicho, Eusebio no cita nunca las Vidas paralelas ni la Vida de Alejandro. Pero el autor sí alude al macedonio en el proemio de su obra, en un pasaje que propone a Ciro el Grande y Alejandro como términos de comparación de Constantino:
Una antigua historia celebra que Ciro descolló entre los persas de hasta entonces; no obstante, ya que no se ha de atender a esto sino al final de una vida prolongada, afirman que sufrió una muerte no afortunada sino indigna y denigrante a manos de una mujer. Los hijos de los griegos cantan que, entre los macedonios, Alejandro asoló muchísimos linajes de gentes diversas y falleció antes de llegar a la madurez de muerte prematura, cautivo de ‘francachelas y borracheras’ (VC 1,7,1-2).
A Eusebio le interesa mostrar primero que estos grandes hombres llevaron una vida nada envidiable, a pesar de lo que digan los griegos:
  • Ciro por las circunstancias en que murió;
  • y el hijo de Filipo por lo desordenado de su vida y su muerte prematura.
La comparación con Alejandro se extiende después (1,7,2-8,1):
Este [Alejandro] llegaba a cumplir treinta y dos años, el tiempo de su reinado comprendía la tercera parte de estos y, siendo hombre, avanzaba entre matanzas a manera de un torbellino (…). Cuando hacía poco que había llegado a la flor de la edad y añoraba los placeres de la infancia, lo inevitable le sobrevino de forma terrible y lo hizo desaparecer sin hijos, sin raíces, sin hogar, en tierra extraña y enemiga (…). Sin embargo, a este se lo celebra con coros por tales hazañas. Nuestro emperador, en cambio, partía de aquel punto en que moría el macedonio, duplicaba en tiempo su vida y triplicaba la duración de su reinado.
  • El obispo recuerda que Alejandro solo vivió treinta y dos años y que su mandato duró un tercio; además, esos años los consumió entre matanzas hasta que murió sin hijos, sin raíces y sin hogar (ἄτεκνον ἄρριζον ἀνέστιον, 1,7,2); y sin embargo, termina Eusebio, a Alejandro “se lo celebra con coros” (ἀνυμνεῖται χοροῖς, 1,7,2).
  • Constantino, en cambio, “nuestro” (ἡμέτερος, 1,8,1) emperador, supera a Alejandro porque empezó a reinar cuando aquel murió, duplicó el tiempo de su vida y triplicó el de su mandato.
  • Más diferencias que hablan a favor del romano según Eusebio: poco después, en 1,8,4, se dirá que, si Alejandro realizó hazañas sangrientas, Constantino logró sus victorias militares ganándose el afecto de los extraños; más aún, en 1,9,2 se indica que Constantino logró transmitir el imperio a sus herederos, esos hijos que no tuvo Alejandro.
La comparación del emperador de Roma con Ciro y Alejandro en 1,7,1-2 no es casual; sin embargo, por sí misma no dice nada sobre la supuesta relación entre la Vida de Constantino y la Vida de Alejandro.
Ciro el Grande y Alejandro son ejemplos tópicos de grandes gobernantes a los que recurre quien compone un basilikòs lógos como la Vida de Constantino según la teoría del género.
De hecho, el elogio que Eusebio hace de Constantino presenta características de este tipo de discurso según se recoge en la exposición teórica de Menandro Rétor.

Lo que llama la atención desde el punto de vista de la realización del género es que Ciro y Alejandro se proponen en la Vida de Constantino como ejemplos a contrario, ejemplos para evitar, a pesar de que los panegiristas entendían que estos gobernantes ideales eran espejos de príncipes con los que había que medir a los elogiados.

Pero Eusebio propone su propia imagen del gobernante cristiano ideal y por ello marca distancias frente al modelo pagano de Ciro y, sobre todo, de Alejandro. Además, Eusebio indica su voluntad de distinguirse de quienes escribieron las vidas de individuos nefastos como Nerón, al que se refiere como ejemplo de tirano en 1,10,2:
Es que, ¿acaso no sería una vergüenza que la memoria de Nerón y de los que fueron más nefastos que este con diferencia, tiranos impíos y ateos, encontrara autores diligentes que, embelleciendo con refinada interpretación los asuntos de sus viles acciones, los han registrado en voluminosas historias, y que en cambio callemos nosotros, a quienes el propio Dios nos juzgó dignos de coincidir con un emperador tan grande como no lo ha conocido toda la historia, de llegar a verlo, conocerlo y frecuentarlo?
Inmediatamente después (1,10,3) Eusebio censura el hecho de que estos autores hayan celebrado esas vidas nada ejemplares adoptando un estilo elevado e inadecuado, como si trataran de escribir tragedias.
Es que los unos compilaron vidas de varones nada ejemplares y acciones sin valor para la mejora de los caracteres, por favoritismo hacia algunos o inquina, quizá también para demostrar su propia cultura, y cantaron con tono de tragedia, sin necesidad, jactándose de su fluidez verbal, esquemas simples de sucesos vergonzosos. Por mi parte, aunque mi capacidad de expresión flaquee ante la magnitud de la exposición de lo que se muestra, no obstante ojalá reluzca al menos por la simple narración de las buenas acciones; de otro lado, el hacer memoria de las historias que placen a Dios hará que la lectura no sea inútil sino que también les resulte muy provechosa a quienes están bien preparados en su alma.
Eusebio, en cambio, habla de las limitaciones de su propio estilo (una captatio beneuolentiae obvia), espera que la dignidad de la materia dé lustre a su expresión y proclama su intención de presentar en su escrito un ejemplo humano “muy útil para quienes están bien preparados en su alma”.

Hay que recordar que el autor había indicado antes (1,10,2-3) la responsabilidad especial que él tenía:
Dado que había conocido a Constantino, estaba obligado a presentar ante el público “la imitación de las cosas buenas” a fin de que “despierte el anhelo por el amor divino”.

Eusebio había sido creador o renovador de géneros en obras como la Crónica o la Historia Eclesiástica. Posiblemente era consciente de que con la Vida de Constantino estaba ensayando una forma literaria nueva, porque su texto
  • no es una historia
  • ni es un panegírico al uso
  • ni es una biografía como las compuestas por autores paganos;
  • y tampoco es la vida de un santo cristiano como las escritas hasta entonces, si es que cabe considerar como tales las Actas de los mártires.
Para elaborar la que quizá es la primera ‘vida de santos’ cristiana escrita después de las persecuciones, Eusebio procede a una mezcla singular de géneros:
  • Por sus circunstancias, la Vida de Constantino es un encomio conectado con la tradición del basilikòs lógos.
  • Su texto narra además aspectos selectos de la vida del homenajeado tomando en consideración el modelo biográfico de Plutarco.
  • Al tiempo, la Vida de Constantino es literatura religiosa y aspira a cumplir una función formativa entre sus lectores: despertar, como dice Eusebio, “el anhelo por el amor divino”.
La bibliografía ha indicado que Moisés es la figura del Antiguo Testamento que obra en la Vida de Constantino como término de comparación con este. No puede caer en saco roto que Alejandro Magno está igualmente presente en el texto como modelo en la sombra o antimodelo necesario del emperador de Roma.

Y ello, probablemente, a partir del ejemplo concreto de la Vida de Alejandro de Plutarco, quien así escribió, sin sospecharlo, una página clave en la literatura griega cristiana.



EL MUNDO DEL HELENISMO Y EL DESARROLLO DE LA FILOLOGÍA

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Retomo y retoco esta entrada de 2009 que, según parece, despierta de nuevo interés. 
Espero actualizar pronto la bibliografía.


1. EL MUNDO DE ALEJANDRO; LOS DIÁDOCOS
2. LOS NUEVOS CENTROS CULTURALES
3. LOS CANALES DE DIFUSIÓN DE LA LITERATURA; LAS BIBLIOTECAS


En esta entrada comenzamos a hablar de la literatura griega compuesta en el período que conocemos como Helenismo.

Por ello esta entrada posee carácter de panorámica y pretende situar a los seguidores de “El festín de Homero” ante el contexto de la literatura de la época en sus dimensiones histórica y cultural.


1. EL MUNDO DE ALEJANDRO; LOS DIÁDOCOS

Para comprender LA HISTORIA DEL PERÍODO ha de empezar recordándose los cambios introducidos en el mundo griego por la empresa de Alejandro, bajo cuyo mando el ciudadano de la pólis se convierte en súbdito de un imperio universal.

Tras la temprana muerte del hijo de Filipo (323 a. C.), sus generales lucharon entre sí por el poder, hasta que se produjo el desmembramiento del imperio y su división entre los Diádocos (“sucesores”), que se proclamaron reyes, según fue el caso
  • de los Antigónidas en Grecia y Macedonia,
  • de los Seléucidas en Siria y Persia
  • o de los Ptolomeos en Egipto.
En estas monarquías fue una constante la política de la guerra de “todos contra todos”, al considerar los Diádocos que la guerra era su medio propio de autoafirmación.

La liquidación de estos regímenes se produjo por la intromisión de Roma en el ámbito griego. El último reino helenístico que perdió la independencia, tras la batalla de Accio (31 a. C.), fue Egipto.


2. LOS NUEVOS CENTROS CULTURALES

También se ha de tomar en consideración que las cortes de los monarcas helenísticos se convirtieron en NUEVOS CENTROS CULTURALES: la hegemonía cultural se desplazó de Atenas a Alejandría.

En el ámbito de la literatura, sólo la Comedia Nueva y la filosofía de las nuevas escuelas morales (estoicismo y epicureísmo) mantuvieron intacta la representatividad de la ciudad del Ática.

Nótese que el hecho de que un gobernante atraiga poetas a su corte había sido una constante de la literatura griega desde época arcaica: así actuaron también los monarcas helenísticos, obviamente con intereses políticos, pues la poesía debía extender la gloria de los Diádocos.


3. LOS CANALES DE DIFUSIÓN DE LA LITERATURA; LAS BIBLIOTECAS

OTRO CAMBIO CULTURAL BÁSICO que culmina en está época es el que afecta a los canales de difusión de la literatura.

En el Helenismo se establece definitivamente una cultura del libro y surge, consecuentemente, el esfuerzo por reunir los libros que encierran el saber del pasado.

En este sentido es ejemplar el caso de los Ptolomeos, fundadores del Museo y de su Biblioteca en Alejandría, que llegó a albergar aproximadamente 500.000 rollos de papiro, lo que viene a equivaler en extensión a 100.000 libros modernos (mira la entrada ).

No se debe pasar por alto que una institución como la Biblioteca les servía al tiempo a los Tolomeos para definir su identidad: reunir en Egipto las grandes obras del pasado literario griego suponía una afirmación de la helenidad de estos monarcas.

La institución de la Biblioteca fue reproducida más tarde en otros reinos helenísticos: en Pela (Macedonia), en Antioquía y en Pérgamo por obra de los Atálidas.

Pero, pese a la aparición de instituciones rivales, lo cierto es que el centro cultural más importante del Helenismo fue Alejandría, motivo por el cual al período se le suele calificar también como “alejandrino”.

La ingente recopilación de rollos de papiro en un centro como la Biblioteca de Alejandría obligó a que los filólogos y eruditos al servicio de la corte desarrollaran una intensa labor de ordenación y catalogación (mira la entrada ).

En función de esta necesidad se establecieron los principios del sistema de géneros a través del que ha llegado a nosotros la literatura griega: un sistema que no atiende ya al “lugar en la vida” ocupado por cada obra sino a características formales, inmanentes al texto.

La reunión y sistematización de la sabiduría y literatura del pasado que se produce en el Helenismo es la conditio sine qua non para que nazca el culturalismo característico de toda la época.

A partir de ahora, la literatura ya no se dirigirá a todo el pueblo sino sólo a una elite erudita con capacidad para entender, gracias a su conocimiento de la literatura del pasado, los juegos intertextuales que salpican las nuevas formas poéticas.



ALGUNAS REFERENCIAS:

* Sobre las circunstancias históricas del Helenismo:
KINSKY, R. (ed.), Diorthoseis: Beiträge zur Geschichte des Hellenismus und zum Nachleben Alexanders des Grossen, Múnich, 2004.
PREAUX, C., El mundo helenístico, Barcelona, 1984 (Le monde hellénistique, París, 1978).
PROST, F. (ed.), L'Orient méditerranéen: de la mort d'Alexandre aux campagnes de Pompée: cités et royaumes à l'époque hellénistique, Rennes, 2003.
ROSTOVTZEV, M., Historia social y económica del mundo helenístico. I-II, Madrid, 1967 (The Social and Economic History of the Hellenistic World, Oxford, 1953).
WALBANK, F.W., The Hellenistic World, Londres, 1981.
WELLES, C.B., Alexander and the Hellenistic Period, Toronto, 1970.
WILL, E., Histoire politique du monde hellénistique, Nancy, 1979-82.

* Sobre las características culturales del período:
BRIOSO, M., “Tradición e innovación en la literatura helenística”, en Actas del VI Congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid, 1983, Tomo I, pp. 127-146.
BRIOSO, M., “Literatura helenística. Introducción”, en J. A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 781-794.
DEL CORSO, L., La lettura nel mondo ellenistico, Roma, 2005.
ONIANS, J., Arte y pensamiento en época helenística, Madrid, 1996 (Art and Thought in the Hellenistic Age, Londres, 1979).
PORTER, S., A Handbook of Classical Rhetoric in the Hellenistic Period 330 B.C.–A.D. 400, Leiden, 1997.
SERRAO, G., “Características generales”, en R. Bianchi Bandinelli (ed.), Historia y civilización de los griegos. VIII. La cultura helenística. Filosofía, ciencia, literatura, Barcelona, 1983, pp. 181-189 (Storia e Civilitá dei Greci, Milán, 1977).
SUSEMIHL, F., Geschichte der griechischen Literatur in der Alexandrinerzeit, Leipzig, 1891-92.
TARN, W.W. y GRIFFITH, G.T., Hellenistic Civilization, Londres, 1952 (3ª ed.).
WEBSTER, T.B.L., Hellenistic Poetry and Art, Londres, 1964.

* Sobre los nuevos centros culturales:
CARLINI, A., “Filología y erudición”, en R. Bianchi Bandinelli (ed.), Historia y civilización de los griegos. VIII. La cultura helenística. Filosofía, ciencia, literatura, Barcelona, 1983, pp. 352-371 (Storia e Civilitá dei Greci, Milán, 1977).
PFEIFFER, R., Historia de la Filología Clásica. I. Desde los comienzos hasta el final de la época helenística, Madrid, 1981 (History of Classical Scholarship. I. From the Beginnings to the End of the Hellenistic Age, Oxford, 1968).





TEÓCRITO Y EL GÉNERO DE LA BUCÓLICA

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Una revista de Filología Clásica me ha pedido que escriba la reseña de un libro sobre Teócrito (Mónica Durán Mañas, Las mujeres en los Idilios de Teócrito, Zaragoza, 2014). Me ha parecido que esta podía ser una buena ocasión para revisar y reeditar lo que publiqué en su momento sobre quien para nosotros es, ante todo, el padre de un género de tanta importancia histórica como la bucólica.


Teócrito es, posiblemente, el poeta alejandrino que ha dejado una huella más permanente en la Tradición Occidental gracias a sus aportaciones dentro del género bucólico. En esta entrada se pasa revista a su obra auténtica y al llamado corpus Theocriteum.


1. TEÓCRITO Y SU AMBIENTE.

Expondremos en primer lugar los pocos datos conocidos sobre la vida de Teócrito.
El poeta era oriundo de Siracusa; tras pasar por Cos (patria de Filetas), se situó en Alejandría bajo el mecenazgo de los Tolomeos (Tolomeo II Filadelfo) hacia los años 275-270 a. C.
Más importante que estos escasos datos es constatar que Teócrito mantuvo relaciones literarias activas con los círculos poéticos de Alejandría.
  • P. ej., él, que también es un poeta doctus, manifiesta en sus poemas conocer las obras de Arato o Calímaco.
  • Quizá, en alguno de sus Idilios, refleja incluso los ambientes literarios de Alejandría: pero la cuestión es incierta.
Ya que se acaba de emplear el término Idilios se recordará que eidýllion es diminutivo de eîdos (“viñeta”) y que, según el diccionario de Liddell-Scott-Jones, designa un “short, highly wrought descriptive poem” – ésta es la denominación que se aplica a treinta poemas transmitidos bajo el nombre de Teócrito.

Se ha de recordar además que, a diferencia de otros poetas del momento (Calímaco, Apolonio), Teócrito no parece haber desarrollado ninguna actividad como filólogo.


2. LOS EPILIOS DENTRO DE LA OBRA DE TEÓCRITO.

Dentro de las obras que conocemos de Teócrito suelen distinguirse tres grupos.

El primero de ellos lo representan los epilios, pequeños poemas épicos al gusto helenístico: un ejemplo de epilio lo representa la Hécale (fragmentaria) de Calímaco. En la obra transmitida de Teócrito  hay epilios como el Hilas (nr. 13 de la colección: 75 versos) o, sobre todo, el Heraclisco (nr. 24: 172 versos, fragmentario el final).
En este poema Teócrito trata un tema tradicional (las proezas de Heracles niño: cfr. p. ej. Píndaro, Nemea I o Peán XXIV – se refiere cómo Heracles niño acaba en la cuna con las serpientes que había enviado contra él la esposa de su padre Zeus, Hera).
Pero Teócrito varía constantemente su modelo, esforzándose en presentarlo de forma novedosa, en clave de humor: en el Heraclisco un Heracles, niño de diez meses, se cría en un ambiente burgués: el de la casa de Anfitrión y Alcmena.

Al hilo del comentario de los epilios podemos recordar también que Teócrito compuso poemas correspondientes a dos géneros directamente relacionados entre sí, encomios e himnos:
  • Encomios: idilio 17, dedicado a Ptolomeo II Filadelfo.
  • Himnos: idilio 22, Dioscuros; idilio 26, Dioniso.

3. POEMAS CON CARÁCTER DE MIMO.

Un segundo grupo dentro de la producción del autor de Siracusa lo representan los poemas con carácter de mimo.
El mimo se puede caracterizar en esencia como un género dramático subliterario que escenifica motivos de la vida ordinaria de personas corrientes. Sobre este género mira lo que se dice en la entrada .
Teócrito fue quien le dio auténtica categoría literaria al mimo al trasplantarlo a la forma del hexámetro dactílico en sus “idilios ciudadanos”, en Pharmakeútria (nr. 2) o en las Adoniázousai (nr. 15).

Pharmakeútria: es una narración en primera persona – habla Simeta (la pharmakeútria, “hechicera”), quien ha sido abandonada por su amado Delfis.
Este hecho cotidiano se pone en relación (y contraste) con el abandono sufrido por grandes figuras del mito: p. ej., Ariadna.
Más aún, también produce un fuerte contraste el hecho de que para narrar este suceso de trascendencia tan relativa se recurra a intertextos de la “alta” literatura, como Homero o Safo.
En la reelaboración creativa de la poesía antigua Teócrito está adoptando, obviamente, una actitud típica de la poesía alejandrina.
La primera parte del poema presenta las prácticas mágicas de Simeta (con ellas pretende atraer otra vez a su amado), y es de destacar que existen paralelos con lo que leemos en los papiros mágicos de los griegos. Es decir, el Idilio 2 está elevando la tradición popular a categoría literaria.

Adoniázousai: este idilio recoge la conversación de dos mujeres de Siracusa residentes en Alejandría que acuden a una fiesta en honor a Adonis en el palacio real de Arsínoe. Este idilio también desarrolla un juego de contrastes:
  • entre la vida modesta y humilde de las mujeres, admirablemente retratada,
  • y la tryphé, “la gran vida” que descubren en el palacio.
Parece que Teócrito quiere simbolizar así el proceso de traslación de
  • el mimo tradicional siracusano (cfr. la primera parte del poema),
  • que se reinstala ahora en Alejandría (cfr. la segunda parte), el nuevo centro cultural de Grecia, un centro caracterizado además por el preciosismo y el virtuosismo.

4. LA POESÍA BUCÓLICA.

Como hemos indicado al principio, el grupo de poemas de Teócrito con más importancia histórica dentro de la tradición son los poemas bucólicos. Éstos son ocho de los Idilios, todos escritos en dorio: números 1, 3, 4, 5, 6, 7, 10, 11.

Por cierto: el hecho de que los poemas estén en dorio se ha intentado explicar suponiendo que el dorio era en Alejandría la lengua de una elite de emigrantes de Cirene. Pero la cuestión es incierta.

En estos poemas el autor pone en forma hexamétrica (y eleva así a la categoría de alta literatura) un contenido sin tradición literaria: la vida ordinaria en el mundo de los pastores.

Con todo, es obligado indicar que el mundo de los pastores de Teócrito es un mundo más ideal que real: se trata de un mundo “bucólico” de paz y cantos, en el que los conflictos proceden de las cuitas amorosas.

La razón de selección de esta temática en un momento histórico como el del Helenismo no deja de tener su interés para la historia social de la literatura (cfr. Serrao 1983):
  • Parece que en este momento, como en otros momentos de la historia, el hastío de la vida burguesa llevó a buscar vías de escape en una naturaleza ideal a personas que, en el fondo, no conocían la vida de la naturaleza real.
  • Adviértase el contraste entre la imagen del campo que presenta la bucólica y la que ofrece Hesíodo en Trabajos y Días.
Sin embargo habremos de decir, sobre todo por comparación con la bucólica posterior, que Teócrito no idealiza por completo el mundo de sus pastores.
En los idilios hay, en ocasiones, momentos de rudeza, según sucede en el idilio 5, una competición en el canto (motivo típico del género) celebrada entre dos pastores, que en este caso son figuras rudas y poco idealizadas.
El procedimiento de que dos personajes que se cedan respectivamente la palabra aparece asimismo en los idilios 1, 4, 6 y 7: es un procedimiento explotado por Teócrito, aunque sin repetirlo de manera exacta para lograr así una uariatio:
  • La alternancia en el uso de la palabra puede asemejarse al canto amebeo.
  • O bien cada personajes pronuncia alternativamente largas tiradas de versos.
El canto de los pastores posee a veces connotaciones poetológicas, según se aprecia en los idilios 1 y 7, Thýrsis y Thalýsia.

El idilio I, “Tirsis”, figura desde siempre (desde las colecciones antiguas) en el primer lugar del conjunto.
En este idilio se describe (es el motivo de la ékphrasis) minuciosamente un maravilloso plato de madera, que viene a ser un contrapunto para el escudo de Aquiles y su descripción en Ilíada XVIII.
La voluntad poética de presentar este contrapunto no podía pasar desapercibida al lector doctus del poema.

Lo que podemos entender que viene a decir Teócrito con este contraste marcado es que la poesía bucólica viene a traer un sistema poético propio, capaz de competir con el de la poesía homérica o, por lo menos, con el de sus imitadores.

Teócrito rechaza, como Calímaco, a estos imitadores porque no se adecuan a los ideales del Helenismo. Así lo indican, por cierto, de manera bastante explícita, estos versos del idilio VII (45 – 48):
A mí el constructor me es odioso en extremo que emprenda / el alzar una casa que iguale en altura a la cima / del Oromedonte y las aves canoras que graznan / en vano queriendo emular al poeta de Quíos.
El idilio VII lo narra Simíquidas, quien refiere una excursión por el mundo rural de Cos; en el curso de la misma se produce el encuentro con Lícidas, quien canta alternativamente con Simíquidas sobre temas eróticos.

Al final de la escena, Simíquidas recibe de Lícidas su bastón, lo cual viene a simbolizar la iniciación poética, a la manera de lo que sucede (en clave menos laica) con Hesíodo al principio de la Teogonía.

Es importante no perder de vista ciertos elementos de ironía en el poema:
  • Éste se abre marcando una distancia espacial entre la ciudad y el campo: los protagonistas salen de la ciudad para internarse en el campo, salen de su realidad cotidiana para internarse en un mundo ideal.
  • El mismo idealismo artificioso se halla presente en el locus amoenus que se presenta al final del idilio: puede ser otra pista introducida por Teócrito para recordarnos que el campo que tiene ante sí el lector es una construcción que tiene muy poco que ver con el campo real.
No se debe dejar de comentar, a propósito del Idilio VII, que cierta parte de la crítica ha entendido que los pastores del poema son máscaras tras las que se esconden poetas del círculo de Filetas de Cos.

Por supuesto, no es imposible la lectura de este poema en dos niveles, entendiendo que en el más alto se encierran esas alusiones a los círculos poéticos helenísticos.

Ahora bien, esta última interpretación no es imprescindible ni su argumentación concluyente: el poema posee, además, un sentido poetológico propio, con independencia de que Simíquidas o Lícidas sean o no máscaras.

Concluimos la exposición sobre la poesía bucólica de Teócrito haciendo observar que el idilio 11 (“El Cíclope”) es peculiar entre los idilios bucólicos:
  • presenta, desde luego, rasgos bucólicos: Polifemo es un pastor enamorado que se lamenta del despego de su amada (lo cual constituye un motivo del género);
  • pero, al tiempo, pertenece a otra tradición (de poesía mitológica) y, de hecho, presenta rasgos métricos peculiares.

5. EL CORPUS THEOCRITEUM.

No puede cerrarse esta entrada sin tratar de la historia y los problemas de autenticidad que plantea el Corpus Theocriteum.

Este conjunto está integrado por treinta poemas más uno fragmentario. Bajo el nombre de Teócrito conservamos además 24 epigramas, algunos fragmentos y un technopaígnion, Siringe.

En este corpus las obras originales del poeta de Siracusa conviven con otras que han de ser consideradas como imitaciones: p. ej., los números 8 y 9 de la colección, también poemas bucólicos.

Estas imitaciones (idilios 8 y 9) forman parte de esa cadena continua de manifestaciones bucólicas que conducen de Teócrito al Barroco:
  • Nótese que, con la inauguración del género, Teócrito inicia una tradición que encontró pronto continuadores en Grecia (piénsese en Mosco y Bión) y, poco después, en Roma (Virgilio).
  • Gracias al carácter magisterial de Virgilio el género de la bucólica recibió un tratamiento continuado en la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco.
Pero, volviendo a la cuestión relativa al corpus, se ha de decir que no se sabe cómo se publicaron los poemas de Teócrito en el Helenismo, aunque sí sabemos que la primera edición segura fue la de Artemidoro de Tasos, en la primera mitad del S. I a. C.

La popularidad de estas obras la evidencia la cantidad de testimonios que conservamos: más de veinte papiros y 180 manuscritos. Por otra parte, la popularidad de Teócrito también la atestiguan
  • las citas antiguas del autor;
  • las readaptaciones (especialmente en Longo y Nono);
  • los excerpta (como los que presenta Estobeo);
  • y los escolios.
En el curso de la tradición surgió el corpus que nosotros conservamos, que habitualmente se edita en la ordenación fijada por H. Stephanus.

Concluyo la entrada con algunas consideraciones acerca de los otros dos bucólicos griegos, Mosco y Bión.

Mosco de Siracusa: en activo más o menos un siglo después de Teócrito.
Aparte de otras cosas no conservadas escribe Europa (epilio de 166 hexámetros), sobre el rapto de Europa por Zeus; a propósito de este poema se suele señalar que Mosco destaca por no poner el acento en la erudición sino en el aspecto erótico.

Su obra puramente bucólica sólo la conocemos en forma de fragmentos, gracias a Estobeo.

Bión de Esmirna: debió de escribir a finales del S. II a. C.
Su obra fundamental es el Epitafio de Adonis, obra que nos sitúa de lleno en el mundo de la bucólica posteocritea:
  • una bucólica que es heredera y continuadora de la obra de Teócrito (este lamento por Adonis está modelado a partir del epitafio por Dafnis en Teócrito I);
  • pero que, a la vez, evoluciona en el sentido de una mayor idealización de su mundo de pastores: éste es el tipo de bucólica que cultivará en otra lengua Virgilio y, en otro género, Longo.



ALGUNAS REFERENCIAS:

* Sobre Teócrito y el género de la bucólica:
BRIOSO, M., “Teócrito y la bucólica”, Anuario de Estudios Filológicos de la Universidad de Extremadura 7 (1984), pp. 25-34.
BRIOSO, M., “De nuevo sobre los orígenes de la poesía bucólica: ¿Teócrito heuretés?” en D. Estefanía, M. Domínguez y M.ªT. Amado, Cuadernos de Literatura Griega y Latina. II. Géneros literarios poéticos grecolatinos, Madrid-Santiago de Compostela, 1998, pp. 221-245.
EFFE, B., “Die Destruktion der Tradition: Theokrits mythologische Gedichte”, RhM 121 (1978), pp. 48-77.
EFFE, B. (ed.), Theokrit und griechische Bukolik, Darmstadt, 1986.
GARCÍA TEIJEIRO, M., “Introducción”, en Bucólicos griegos, Madrid, 1986, pp. 9-52.
GARCÍA TEIJEIRO, M., “Teócrito”, en J. A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 818-826.
GOW, A.S.F., Theocritus, Cambridge, 1952.
GRIFFITHS, F., Theocritus at Court, Leiden, 1979.
HALPERIN, M., Before Pastoral. Theocritus and the Ancient Tradition of Bucolic Poetry, Londres, 1983.
IRIGOIN, J., “Les bucoliques de Théocrite. La composition du recueil”, QUCC 19 (1975), pp. 27-44.
LAWALL, G., Theocritus' Coan Pastorals, Cambridge Mass., 1967.
ROSENMEYER, T., The Green Cabinet. Theocritus and the European Pastoral Lyric, Berkeley, 1969.
SEGAL, C., Poetry and Myth in Ancient Pastoral: Essays on Theocritus and Virgil, Princeton, 1981.
SERRAO, G., “La poesía bucólica: realidad campestre y estilización literaria”, en R. Bianchi Bandinelli (ed.), Historia y civilización de los griegos. VIII. La cultura helenística. Filosofía, ciencia, literatura, Barcelona, 1983, pp. 190-209 (Storia e Civilitá dei Greci, Milán, 1977).
STANZEL, K.H., Liebende Hirten. Theokrits Bukolik und die Alexandrinische Poesie, Stuttgart-Leipzig, 1995.

* Sobre el mimo:
MELERO, A., “El mimo griego”, EClás 86 (1981-1983), pp. 11-37.
WIEMKEN, H., Der griechische Mimus, Bremen, 1972.

* Sobre Mosco y Bión:
BÜHLER, W., Die Europa des Moschos, Wiesbaden, 1960.
FANTUZZI, M., “Bionis Adonis Epitaphium: contesto culturale e tipologia testuale”, Philologus 125 (1981), pp. 95-108.






LA GUERRA DE TROYA, EL POETA, EL TIRANO

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Íbico fue uno de los grandes líricos de Grecia. Y uno de los que tenemos un conocimiento más exiguo por la escasez de sus fragmentos. Como se dice en el sitio correspondiente de este blog, es peculiar en este poeta el hecho de que aúne formas de la lírica coral y temas propios de la monodia

El fragmento que se traduce aquí (S 151 PMGF), dedicado al tirano Polícrates de Samos, es el más extenso que se conserva de Íbico. En él se aprecia otra singularidad: el tema por excelencia de la gran épica griega, la guerra de Troya, recibe un tratamiento lírico en manos de este poeta que, al final del texto, manifiesta el orgullo que siente por su arte.


] del Dardánida Príamo
la gran ciudad, afamadísima, opulenta, saquearon
de Argos partiendo,
del gran Zeus por voluntad,
por la figura de la rubia Helena
combate muy cantado manteniendo
en la guerra luctuosa;
al desdichado Pérgamo ascendió el infortunio
por Cipris de rubia cabellera.
Pero ahora ni a Paris traidor a su huésped
está en mi ánimo cantar
ni a Casandra de delicados tobillos
o de Príamo a los otros hijos,
de Troya de elevadas puertas el día
innombrable de la cautividad, ni de ningún[
de los héroes el valor
sobresaliente a los que cóncavas
naves de muchos pernos trajeron
para mal de Troya, héroes nobles:
a éstos el soberano Agamenón
gobernaba, rey Plisténida, caudillo de varones,
del noble Atreo hijo y vástago.
Esto las Musas eruditas
del Helicón bien lo tratarían de palabra,
mas un hombre mortal
vivo no podría referir cada cosa,
qué gran número de naves desde Áulide
a través del mar Egeo desde Argos
llegó a Troya
criadora de caballos; dentro iban hombres
de escudos de bronce, hijos de los aqueos:
de éstos el más sobresaliente con la lanza
era Aquiles de pies ligeros,
y el gran hijo de Telamón, el valeroso Ayante,
...
...] el más hermoso desde Argos
...] Cianipo a Ilión
...
...
...] de dorada faja
Hilis engendró: con éste a Troilo
como con el oropel el oro
tres veces fundido ya
troyanos y dánaos comparaban,
semejante en su encantadora figura.
Entre ellos siempre por tu belleza
también tú, Polícrates, gloria inmortal tendrás,
igual que en el canto también se funda mi gloria.
(Trad. José B. Torres) 



LA HIJA DE LIDDELL(-SCOTT)

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La hija de Liddell(-Scott) no puede ser, claro, hija del voluminoso léxico de griego que los estudiosos de esta lengua conocen tan bien.

La hija de Liddell(-Scott) es el vástago humano del primer editor del Greek-English Lexicon, el reverendo Henry George Liddell, Alice Liddell. Para quienes no la conozcan: también hay quien la llama Alicia en el país de las maravillas.

Escribo aquí sobre ello por un motivo. Leía hace poco Alicia a través del espejo. Busqué información sobre su autor, el diácono Dodgson, Lewis Carroll en la ficción, y descubrí que la Alicia real que inspiró la obra se apellidaba Liddell.

La proximidad en el tiempo y el espacio con la primera edición del Lexicon (todo coincide en Oxford, en la segunda mitad del siglo XIX), la deformación profesional del helenista, hicieron que me preguntase: ¿y si la Alice Liddell de Carroll fuese hija del Liddell cuyo nombre ha quedado unido para siempre en el imaginario de los filólogos a los de Scott (Robert) y Jones (Henry)?

Se dice tan a menudo en castellano "el mundo es un pañuelo" que a veces dan ganas de replicar "un pañuelo también puede ser un mundo". Sí puede serlo. Pero lo contrario también es cierto.

Alicia en el país de las maravillas es la creación de Dodgson. Este se inspiró para crearla en la pequeña Alicia Liddell, cuyo padre pasó a la historia como creador de una poderosa obra lexicográfica aún no superada después de más de ciento cincuenta años. Yo descubro, llegado al medio siglo, que hay una conexión directa entre uno de mis instrumentos de trabajo, el Liddell-Scott, y aquel fantástico mundo de lo ilógico cuya existencia descubrí cuando solo era un niño. Como la propia Alicia.

La distancia que media entre Alicia en el país de las maravillas y el Greek-English Lexiconparece infinita. Y sin embargo las dos obras tienen muchísimo más en común de lo que yo podría haber soñado hace solo una semana.





LA MONODIA ARCAICA

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Esta entrada se publicó en 2009. Algunos cambios no le venían mal. Y los poetas de los que aquí se habla (Safo, Alceo, Anacreonte) bien se lo merecen. Hoy, primer día de primavera de 2016, publico una primera revisión que iré retocando en estos días de Semana Santa.


Aunque algunos estudios han intentado alterar esta nómina, tradicionalmente se ha entendido que la lírica monódica de los griegos está básicamente representada por tres autores: Safo y Alceo (naturales los dos de Lesbos), más Anacreonte (oriundo de Teos).

Esta entrada se dedica a su estudio.


1. SAFO: EL “SITIO EN LA VIDA” DE SU POESÍA; EL NOVEDOSO TEMA DEL AMOR

La mayor de estos tres autores debió de ser Safo, quien vivió a caballo entre los SS. VII y VI a. C.

De sus poemas se pueden extraer algunos datos sobre su biografía.

Ahora bien, lo fundamental es esclarecer el “sitio en la vida” que le correspondían a las composiciones de esta poetisa; y hallar respuesta a esta pregunta implica enfrentarse a la cuestión de la naturaleza del círculo sáfico (mira Rösler 1992).
Ese grupo de mujeres y la autora, ¿mantenían una relación homoerótica? Es imposible precisarlo. En otros momentos históricos se ha afirmado, en cambio, que las muchachas que vivían con Safo y que se recreaban con ella en la poesía, la música y las flores configuraban una especie de “internado de señoritas”.
Sean cuales sean las circunstancias concretas de ese círculo, es evidente que, en la poesía de Safo, se concede una atención primordial al tema del amor, tema novedoso que permite marcar distancias entre esta poesía y los poemas de Homero.
Es decir, el amor constituye el elemento primordial en la escala de valores de esta mujer, y en este sentido hay oposición entre los valores de Safo y los de Homero (timé, kléos:"honor y gloria") o Tirteo (patria).
Para Safo los patrones que interesan en la vida no son ya los del mundo heroico. Lo dice muy claramente en un poema que comienza con estos versos:
Unos que la caballería, otros que la tropa de a pie,
otros que las naves afirman que es lo más hermoso
sobre la negra tierra; mas yo digo que lo es aquello
que uno ama (trad. José B. Torres).
El sentimiento que expresan estos versos es original en la literatura de Occidente; puede parecernos extraño desde nuestra perspectiva moderna, pero lo cierto es que nadie antes de Safo había proclamado de esta forma el valor del amor.

Los procedimientos de estilo que emplea Safo para transmitir su temática favorita pueden ser ilustrados mediante la lectura de al menos los dos poemas que la tradición parece habernos conservado íntegros, los que llevan los números uno y dos.

El primero tiene carácter de himno, es una plegaria que Safo dirige a la diosa Afrodita suplicándole ayuda en una relación amorosa. Es especialmente importante que Safo haya aplicado la forma tradicional de la plegaria a un tema nuevo, el tema amoroso, y en este sentido en este poema coinciden tradición e innovación. La siguiente traducción es obra de J. S. Lasso de la Vega:

Variegada de trono, inmortal Afrodita,
hija de Zeus, trenzadora de engaños, suplícote,
con angustias ni tristezas no me venzas, Señora, el ánimo;
pero ven aquí, si también algún día
mi voz oyendo a lo lejos
escuchaste y del padre habiendo dejado la casa de oro viniste,
luego de uncir el carro. Y bellos te llevaban
raudos gorriones sobre la tierra negra,
espesas girando las alas desde el cielo, del éter por en medio.
Y al punto llegaron, y tú, oh beata,
sonriendo con inmortal semblante
inquiriste qué otra vez sufro y qué otra vez clamo
y qué me quiero más que nada que suceda
en mi loco ánimo: “¿A quién esta vez debo
obedecerte en llevar a tu amor? ¿Quién, oh Safo, injusticia te hace?
Porque si huye, presto perseguirá,
y si dádivas no acepta, sin embargo dadivará,
y si no ama, presto amará, aunque no quiera ella”.
Ven a mí también ahora, y suéltame de dificultosas
cuitas y cuanto cumplir mi
ánimo desea, cúmpleme, y tú misma sé en la guerra mi aliada.

Este es el segundo de los poemas, en traducción de Carlos García Gual:

Me parece que es igual a los dioses 
el hombre aquel que frente a ti se sienta, 
y a tu lado absorto escucha mientras 
dulcemente hablas 

y encantadora sonríes. Lo que a mí
el corazón en el pecho me arrebata; 
apenas te miro y entonces no puedo 
decir ya palabra. 

Al punto se me espesa la lengua 
y de pronto un sutil fuego me corre
bajo la piel, por mis ojos nada veo, 
los oídos me zumban, 

me invade un frío sudor y toda entera 
me estremezco, más que la hierba pálida 
estoy, y apenas distante de la muerte
me siento, infeliz.
  • En relación con este poema hago observar, primeramente, la forma en que describe el sentimiento amoroso: el poema fue famoso ya en época antigua por la forma en que escoge y combina los síntomas físicos de la pasión.
  • Éste es el juicio del Pseudo-Longino (De Sublimitate), a través del cual conocemos el poema: mira 47. Crítica literaria: Pseudo-Longino.
Son muchos los aspectos de este poema que se podrían comentar más en detalle. Sin querer agotar el tema, menciono al menos que la ordenación de los efectos físicos está muy calculada y alterna los efectos negativos y los positivos.

En cualquier caso, vale la pena recordar como síntesis que la poesía de Safo, como la restante poesía arcaica, está muy apegada a la circunstancia que la origina: el hic et nunc de una escena concreta provoca efectos igualmente materiales y concretos en el espectador.

Se debe recordar también que Safo escribió otros poemas que posiblemente no poseían carácter monódico: los epitalamios y los cantos compuestos para las fiestas de Adonis.


2. ALCEO, POESÍA POLÍTICA


En el caso de Alceo, quizá algo más joven que Safo, nos hallamos ante un personaje fuertemente implicado en la vida pública de su ciudad, de la que tuvo que emigrar por sus diferencias con el tirano Mírsilo, a quien después sucedió Pítaco, uno de los “Siete Sabios”.
Buena parte de su poesía responde a esta motivación política; de hecho, no resulta extraño imaginar que el simposio, compartido con sus compañeros de fratría, haya sido el marco natural para la poesía de Alceo (mira Rösler 1980).
Es característico de ella, incluso en los textos políticos, el recurso al mito, empleado en algunas ocasiones como exemplum.
Debe señalarse, además, que entre los fragmentos conservados de Alceo hay también otros que tratan temática erótica o adoptan la forma hímnica (sin que ello implique, por otra parte, su ejecución en contextos rituales).

3. ANACREONTE DE TEOS Y LA APARENTE BANALIDAD DE SU POESÍA


Anacreonte de Teos (hacia 575 – hacia 485), por su parte, hubo de abandonar su patria ante la presión persa; posteriormente trabajó en las cortes de dos afamados tiranos: Polícrates de Samos e Hiparco de Atenas.

Su poesía, editada en la Antigüedad en cinco libros, ha tendido a ser reducida a dos temas básicos, el amor a los jovencitos y el vino.
Éstos son los temas que reelaboraron de forma mimética, en época imperial, los compositores de Anacreónticas (mira 45. Poesía de época imperial).
Pero conviene transmitir una idea clara: que la banalidad no es imputable a Anacreonte sino a sus imitadores (mira Rosenmeyer 1992). Un poema como el siguiente (trad. C. García Gual), aun tratando el tema del vino, está muy lejos de ser banal:
Venga ya, tráenos, muchacho,
la copa, que de un trago
la apuro. Échale diez cazos
de agua, y cinco de vino,
para que sin excesos otra vez
celebre la fiesta de Baco (...).
Vamos, de nuevo, sin tanto
estrépito y griterío ahora
practiquemos el beber con vino,
no al modo escita, sino brindando
al compás de hermosos himnos.
La superficialidad de la poesía compuesta por Anacreonte es sólo aparente pues, como indicaba Dover en Literatura en la Grecia Antigua (Madrid, 1986, p. 54), en sus versos “cada palabra es tan funcional como un rubí en un reloj suizo”.

Mira, a manera de ejemplo, este poema (358 PMG) y su análisis:
De nuevo su pelota púrpura
me dispara Eros de cabellos dorados
y con una joven de coloridas sandalias
a jugar me incita;
pero ella, que es de la bien fundada
Lesbos, mi cabellera,
por ser blanca, desdeña
y ante otra se pasma (trad. José B. Torres).
La situación de partida se presenta en los versos 1-4, que constituyen la primera parte del poema. Nótese que los cuatro versos son una sola frase; más aún, es fundamental atender a la sencillez sintáctica y la adjetivación cuidada:
Hay un adjetivo colorista por verso: este proceso culmina en “de coloridas sandalias” (posiblemente, hay una referencia a una situación real y concreta: la mención de las “sandalias coloridas” permitiría distinguir a la muchacha de la que se habla).
La segunda parte ocupa los versos 5-8, también una sola frase. Aquí se produce el vuelco del poema, pues Anacreonte nos desvela la verdad de su situación (no tiene nada que hacer con la muchacha) verso a verso:
v. 5, “la bien fundada”; es un adjetivo de resonancias épicas: con él se sugiere que la causa del rechazo será la noble cuna de la joven.
v. 6: “Lesbos”; es una alusión a Safo y su círculo: ahora parece que la causa del rechazo serán las inclinaciones homoeróticas de la joven.
v. 7: “mi cabellera, / por ser blanca”; se da otra vuelta de tuerca y se propone que la vejez del protagonista es la verdadera causa del rechazo de la joven.
v. 8: “se pasma”; es la última palabra del poema, una cacofonía en griego (cháskei): marca la impresión final de frustración con que se queda el lector / el oyente del poema.
El movimiento general del poema se puede sintetizar así:
del juego amoroso (vv. 1-4)
al desengaño y la frustración (vv. 5-8).
Se ha de comentar además la doble interpretación posible de “ante otra” (v. 8): ¿otra cabellera / otra muchacha?: ¿se está planteando el tema homoerótico?: ¿hay una ambigüedad consciente?.



ALGUNAS REFERENCIAS:

* Trabajos de carácter general e introductorio:
ADRADOS, F.R., “Monodia”, en J. A. López Férez (ed.), Historia de la Literatura Griega, Madrid, 1988, pp. 185-205.
KIRKWOOD, M., Early Greek Monody, Ithaca-Londres, 1974.
PAGE, D.L. (ed.), Poetae Melici Craeci, Oxford, 1962.
PAGE, D.L. (ed.), Supplementum lyricis graecis: poetarum lyricorum graecorum fragmenta quae recens innotuerunt, Oxford, 1974.
RIU, X., y PÒRTULAS, J. (eds.), Approaches to Archaic Greek Poetry, Messina, 2012.
VOIGT, E.M. (ed.), Sappho and Alcaeus, Amsterdam, 1971.

* Sobre Safo:
http://www.temple.edu/classics/sappho.html
BURNETT, A.P., Three Archaic Poets. Archilochus, Alcaeus, Sappho, Londres, 1983.
CACIAGLI, S., Poeti e società: comunicazione poetica e formazioni sociali nella Lesbo del VII/VI secolo a. C., Amsterdam, 2011.
GREENE, E., y SKINNER, M. B. (ed.), The New Sappho on Old Age: Textual and Philosophical Issues, Washington, 2009.
LASSERRE, F., Sappho. Une autre lecture, Padua, 1989.
LASSO DE LA VEGA, J.S., “La oda primera de Safo”, CFC 6 (1974), pp. 9-93.
MARKOVICH, M., “Sappho Fr. 31: Anxiety Attack or Love Declaration?”, CQ 22 (1972), pp. 19-32.
PAGE, D.L., Sappho and Alcaeus, Oxford, 1955.
RÖSLER, W., “Homoerotik und Initiation: über Sappho”, en Th. Stemmler (ed.), Homoerotische Lyrik, Tubinga, 1992, pp. 43-54.
TSAGARAKIS, O., “Broken Hearts and the Social Circumstances in Sappho's Poetry”, RhM 129 (1986), pp. 1-17.

* Sobre Alceo:
Cf. bibliografía sobre Safo.
MARTIN, H., Alcaeus, Nueva York, 1972.
RÖSLER, W., Dichter und Gruppe. Eine Untersuchung zu den Bedingungen und zur historischen Funktion früher griechischer Lyrik am Beispiel Alkaios, Múnich, 1980.

* Sobre Anacreonte:
MÜLLER, A., Die Carmina Anacreontea und Anakreon: Ein literarisches Generationenverhältnis, Tübingen, 2010.
PAGE, D.L., “Anacreon Fr. 1”, en Studi in onore di L. Castiglioni, Florencia, 1960, pp. 661-667.
ROSENMEYER, P.A., The Poetics of Imitation. Anacreon and the Anacreontic Tradition, Cambridge, 1992.
WOODBURY, L., “Gold Hair and Grey, or the Game of Love: Anacreon Fr. 13: 358 PMG, 13 Gentili”, TAPhA 109 (1979), pp. 277-287.


PACTAR CON EL DIABLO

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No sé cómo llegué a la página que Wikipedia dedica al Pacto con el diablo. Allí se dice que este pacto se suele establecer entre Satanás o un demonio menor y un individuo dispuesto a ofrecer su alma inmortal a cambio de favores diabólicos recibidos en la vida terrena.

El motivo está repetidamente atestiguado en la literatura occidental según muestra el ejemplo notable de J. W. Goethe y su Fausto; o el Doktor Faustus de Th. Mann (quien prefiera los referentes del cine se sentirá a gusto con Al Pacino y Keanu Reeves en Pactar con el diablo).

Leí la página de Wikipedia y se me vino a la cabeza que el motivo también ha tenido plasmaciones singulares que quizá puedan interesar por su carácter paradójico. ¿Puede proponer el diablo un pacto a un mortal y ofrecerle como favor la promesa de no tentarle nunca más?

Para quien le pueda interesar esta versión del motivo, con lo que tiene de aporía, aquí dejo una traducción del texto pertinente, un pasaje del Prado espiritual de Juan Mosco (hacia 550-hacia 620).


Decía el abad Teodoro Eliota que había uno que vivía enclaustrado en el Monte de los Olivos, un hombre de pelea: el demonio de la lujuria le daba mucha guerra. Así pues, un día, cuando le agobiaba grandemente, empezó el anciano a lamentarse y decirle al demonio: ‘¿Cuándo me dejarás en paz? Apártate de mí para siempre: has envejecido a la par que yo’. El demonio se presentó ante sus ojos y le dijo: ‘Júrame que no le dirás a nadie lo que te voy a decir y dejaré de darte guerra’. Y el anciano le juró: ‘Por el que habita en lo más alto, no le diré a nadie lo que me digas’. Entonces le contesta el demonio: ‘No veneres esa imagen y dejaré de darte guerra’. La imagen representaba la figura de nuestra Señora santa María, la Madre de Dios, que llevaba en brazos a nuestro Señor Jesucristo. El enclaustrado le dice al demonio: ‘¡Fuera! La seguiré mirando’.

Así pues, al día siguiente se lo revela al abad Teodoro Eliota, que vivía entonces en el monasterio de Fara; este fue a verlo y él le contó todo. El anciano le dijo al enclaustrado: ‘Realmente, padre, te dejaste engatusar al prestarle juramento al demonio, aunque has hecho bien en confesarlo. Más te vale no dejar sin visitar un solo burdel de esta ciudad antes que negarle la veneración a nuestro Señor y Dios Jesucristo junto con su Madre’. Tras confirmarlo y fortalecerlo con mayores razones partió hacia su morada.

Pues bien, el demonio se le aparece de nuevo al enclaustrado y le dice: ‘¿Qué es esto, maldito viejo? ¿No me juraste que no se lo dirías a nadie? Y, ¿cómo es que se lo contaste todo al que vino a verte? Te digo, maldito viejo, que has de ser juzgado como perjuro el día del Juicio’. El enclaustrado le contestó diciéndole: ‘Juré lo que juré, y sé que cometí perjurio. Solo que cometí perjurio contra mi Señor y Creador: a ti no te hago ni caso’.


PS. El texto de Juan Mosco lo cita Juan de Damasco en Imágenes 1,64; el original griego se puede consultar aquí.




NARRACIONES BREVES EN GRECIA Y ROMA

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Hace unos años publiqué un artículo sobre el microcuento y las narraciones breves de la Antigüedad. Es uno de los textos que visita más gente en mi página de academia.edu.

Aunque hay un problema. En ese artículo los textos griegos y latinos aparecieron sin traducción al castellano por motivos editoriales. Por ello pienso que es interesante verter ahora en el blog los contenidos del artículo y presentar los textos antiguos en traducción castellana.

Ojalá esta entrada siga siendo tan útil como el artículo académico alojado en academia.eduSTPV: sit tibi pagina utilis.


A lo largo del siglo XX alcanzó gran desarrollo una forma mínima de narración a la que habitualmente se conoce como microcuento o microrrelato. “El dinosaurio” de Augusto Monterroso (“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”) es un ejemplo clásico de este tipo narrativo. No ensayaré una nueva definición del microrrelato. Me limito a proponer tres parámetros para acotar el género:
  • el microrrelato se caracteriza por su brevedad intencionada y su concisión;
  • el microrrelato presenta una expresión esencial y concisa que lo aproxima a la poesía;
  • el microrrelato posee además un carácter sorpresivo logrado generalmente a través de la elipsis.
Desde el punto de vista cronológico se suele entender que el microrrelato nace en el S. XIX y alcanza un alto grado de desarrollo en el XX, sobre todo en su segunda mitad. Por ello llama la atención que alguna antología de microrrelatos incluya ejemplos tomados de las literaturas de la Antigüedad como la historia del hombre-lobo integrada en el Satiricón de Petronio (62).

Lo cierto es que, si se confronta un relato como éste con los parámetros antes propuestos, salta a la vista que entre la narración de Petronio y el microrrelato actual existen diferencias significativas:
  • Es cierto que el texto de Petronio presenta la marca de brevedad. 
  • Ahora bien, no se ha de pasar por alto el hecho de que lo que cuenta el autor romano forma parte de una unidad textual mayor, a diferencia de lo que acontece en el caso del microrrelato.
De otra parte el rasgo referido a la “expresión esencial” no parece de aplicación al caso de Petronio; de la lectura de su texto no se deduce que éste se halle “próximo a la poesía” ni que presente rasgos de polisemia según es el caso en los géneros poéticos o los microrrelatos de la actualidad:
Por casualidad mi amo había salido para Capua para despachar unos antiguos negocios. Hallada la ocasión persuado a nuestro huésped de que venga conmigo hasta el quinto miliario. Era un soldado fuerte como Orco. Nos pusimos en marcha a eso de la hora del gallo: la luna lucía como a mediodía. Llegamos entre los monumentos funerarios: mi hombre empezó a hacer sus cosas junto a unas lápidas y yo me aparto canturreando y cuento las lápidas (Petron. 62,1-4).
No obstante es verdad que esta historia que comentamos sí posee un carácter sorpresivo; pretende impresionar a sus receptores (narratarios) primarios, los convidados de Trimalción, y que este objetivo se cumple lo indica el propio texto: Atónitos todos y admirados... (63,1). Pero lo sorprendente de la historia no deriva de la elipsis o de cómo se administre la información que el receptor recibe. Lo sorprendente surge de la propia materia del relato que en realidad es un cuento (fabula se dice en 61,5) de miedo, como también lo será seguidamente (63) la historia de brujas que refiere el propio Trimalción.

Los teóricos de la literatura entienden que se han de deslindar las categorías del cuento y del microrrelato aun reconociendo la estrecha relación que existe entre las dos. Por otro lado, si el microrrelato es realmente una creación de la época contemporánea, quizá no sea muy viable descubrir verdaderos ejemplos de este género en las literaturas de Grecia o Roma.
Cuestión distinta es que en las literaturas clásicas hayan existido también otras formas de narración breve. Al leer el texto de Petronio ya nos encontramos con un primer ejemplo, el cuento. Pero del cuento antiguo se sabe muy poco y prácticamente lo ignoramos todo acerca de sus características distintivas dado que no se ha conservado ninguna colección de cuentos de la época.
Por ello es pertinente fijar la atención en otras formas antiguas de narración breve como la fábula, género al que se suele referir la bibliografía sobre el microrrelato para considerarlo afín a éste. Microrrelato y fábula comparten al menos el carácter diegético así como la brevedad, dos rasgos presentes también en la anécdota histórica, a cuya relación con la fábula se refieren los estudios.
Pero el esquivo cuento antiguo, la fábula o la anécdota histórica no son los únicos textos con cabida en un elenco de narraciones breves grecolatinas.
Propongo como otro ejemplo posible del mismo tipo de narraciones las colecciones de “historias increíbles” que se nos han transmitido desde la Antigüedad griega bajo los nombres de Paléfato, Heráclito y el Anónimo Vaticano. Presentaré con brevedad estas tres colecciones. Tras delinear la tipología de estos relatos efectuaré una comparación entre estos modelos de narración breve y los microrrelatos de la actualidad.



De los tres autores citados el más conocido es Paléfato, quien debió de vivir en la segunda mitad del S. IV a. C. y quizá fue discípulo de Aristóteles. Bajo su nombre se conserva una colección de cincuenta y dos Historias Increíbles: este es el título que figura al frente de los códices de la obra. El texto de Paléfato es el más antiguo y también el más extenso de los tres que se van a considerar en esta entrada.

Heráclito, cuya propia colección de Historias Increíbles se ha transmitido en un único códice (Vaticanus Graecus 305), debió de vivir en torno al año 100 d. C.; en su opúsculo figuran tan sólo treinta y nueve relatos.

Por otro lado, el texto del Anónimo Vaticano (post S. V d. C.), transmitido también en el mismo manuscrito, reduce este número a veintitrés.


Las tres colecciones comparten título y tema pues las tres pretenden releer los mitos tradicionales y reinterpretarlos a la luz de las corrientes de interpretación mítica de la Antigüedad:
  • De esta forma Paléfato se adscribe de forma clara a la crítica histórico-racionalista.
  • Por su parte Heráclito combina ésta con el alegorismo.
  • En el caso del Anónimo la preeminencia de las interpretaciones alegóricas es evidente.
Crítica histórico-racionalista y alegorismo, Paléfato, Heráclito y el Anónimo comparten el empeño por justificar el mito antiguo y hacer ver que lo que se relata en él no es absurdo aun cuando nos lo pueda parecer en una primera lectura.
En su superficie el mito puede presentar elementos ilógicos. Sin embargo, bajo esa superficie laten contenidos irreprochables que los tres autores que estamos considerando pretenden desentrañar. El punto clave que marca las diferencias entre unos y otros es el que se refiere a qué método seguirán para corregir la literalidad del mito.
Como se ha dicho, Paléfato practica una crítica histórico-racionalista según indica él mismo en el prólogo programático que antecede a la obra. Así lo ejemplifica esta leyenda (Paléfato 7: "Las yeguas de Diomedes"):
Acerca de las yeguas de Diomedes dicen que comían carne de hombres, cosa risible, pues este animal disfruta más con el pasto o la cebada que con la carne humana. La verdad es ésta.
Los hombres de antaño vivían de su propio trabajo y así obtenían el alimento y los bienes, gracias al trabajo de la tierra. Pero a uno se le ocurrió criar caballos y se complacía hasta tal punto en ellos que perdió sus bienes, pues lo vendió todo y lo gastó en criarlos. Así pues, sus amigos llamaron a estos caballos “antropófagos”.
Sucedido lo cual, se extendió el mito.
Paléfato empieza por hacer ver que los equinos no se alimentan de carne sino de pasto; a continuación explica que esos animales devoraban efectivamente a hombres pero no en el sentido literal del que habla la tradición sino en un sentido figurado:
  • la pasión de Diomedes por la cría de caballos lo llevó a despilfarrar sus medios de vida;
  • de ahí que a sus caballos se los llamara “antropófagos” (habían acabado con él), expresión que se reinterpretó en el sentido de que comían carne humana.
En este caso Paléfato apela al error de comprensión lingüística para ilustrar cómo del relato de un suceso natural surge la narración inaceptable del mito. En otros lugares del opúsculo se recurre en cambio a otros procedimientos interpretativos, como el error de percepción o el error en la narración de un hecho.

Es importante hacer notar una peculiaridad de la forma en que Paléfato aplica su método: no habla nunca de mitos protagonizados por dioses; esto es, con esta prevención evita que su método le lleve a declarar que los dioses de la tradición no son sino individuos históricos tal y como hizo poco tiempo después (a caballo entre los SS. IV y III a. C.) Evémero de Mesene.
Ciertamente los dioses sí son protagonistas de los últimos relatos del corpus (los números 46-52); pero razones estilísticas y de estructura indican de manera cierta que esos últimos relatos poseen un carácter distinto del resto de la colección y que son un añadido posterior.
En el caso de Heráclito el Paradoxógrafo se combinan dos procedimientos diversos a la hora de justificar los mitos de la tradición. De una parte Heráclito efectúa una crítica racionalista en casos como éste (Heráclito 12, "Atalanta, hija de Esqueneo, e Hipómenes"):
Dicen que éstos se transformaron en leones en el monte, pero lo que se supone que les sucedió fue algo como lo siguiente.
A la hora del mediodía entraron en una cueva, pues querían acostarse juntos. Pero dio la casualidad de que en la cueva había unos leones que los devoraron. Después, al salir los animales, sin que ellos volviesen a aparecer, los que habían permanecido de guardia supusieron que se habían transformado.
Ahora bien, Heráclito recurre también a interpretraciones alegóricas en otras secciones de su obra. Compartiendo un punto de vista atestiguado desde Teágenes de Regio (S. VI a. C.) supone que el mito no ha de ser entendido en su sentido literal.

El mito es en realidad “otra forma de hablar” (una all-egoría), un lenguaje alternativo que debe ser traducido a nuestro modo común de expresión para que pierda su apariencia ilógica. Por ejemplo, el autor actúa así en el número 11 de la colección ("Cíclope"), donde se lee:
Se podría suponer que éste, como vivía en soledad, no entendía de leyes y tenía puesta su confianza en la violencia; su único sentido era el de la vista, mientras que con el raciocinio no preveía nada. A éste le causó gran daño el sabio Odiseo.
Este capítulo, por cierto, es un buen ejemplo del modo de alegorismo moral de Heráclito:
La insociabilidad del Cíclope le hacía vivir sin leyes y, por tanto, sin otra norma que la de su violencia. La referencia al hecho de que tuviera un solo ojo alude a una característica del carácter del personaje: sólo estaba dotado de percepción sensible, no de la intelectual, y esto mismo es lo que le perdió al enfrentarse con él el sabio Odiseo.
Por lo que atañe al llamado Anónimo Vaticano ya se ha comentado su preferencia por el alegorismo. Una presentación de este opúsculo debe indicar igualmente dos peculiaridades de la obra.

Primeramente se ha de recordar que esta colección es un recopilatorio de pasajes extraídos de obras previas, motivo por el cual la crítica también conoce este corpus como Excerpta Vaticana. Aunque Paléfato y Heráclito también han recurrido a sus propias fuentes, la diferencia respecto al Anónimo estriba en que esos autores nunca los citan con la profusión con que lo hace el autor vaticano, quien copia más que reelabora y añade poco o nada de su propia invención.

Para esta entrada posee relevancia comentar que no todo lo que recoge la colección del Anónimo tiene carácter narrativo, según se aprecia ya al iniciar la lectura y descubrir que el primer puesto de estas Historias increíbles lo ocupa un texto de ocho líneas dedicado a discutir quiénes son los hombres más antiguos, si los egipcios o los frigios.
En cambio sí tienen relevancia los dos capítulos finales del escrito (22 y 23), pasajes narrativos carentes de contenido mítico que pueden ser catalogados como anécdotas históricas y que, por tanto, continúan siendo modelos de narración breve.
Seguidamente se analizarán las características narrativas de los textos de Paléfato, Heráclito y el Anónimo Vaticano.

En la sección anterior se ha dicho lo esencial acerca de los temas que se tratan en los tres corpora: están extraídos del mito tradicional aunque sus protagonistas no son dioses por los motivos que se expusieron al presentar a Paléfato. Las únicas salvedades a esta norma se encuentran
  • en el corpus de Paléfato donde los protagonistas de los capítulos 46-52 son dioses (cfr. supra);
  • en la colección del Anónimo Vaticano, donde el tema de los capítulos 22 y 23 no está sacado del mito sino de la historia.
El análisis se centra ahora en tres aspectos que se muestran como especialmente significativos de cara a evaluar las características narrativas de estos textos:
  1. la extensión de los relatos;
  2. la estructura de los mismos;
  3. el narrador y los narratarios.
1) Dado que las tres colecciones de Paléfato, Heráclito y el Anónimo son analizadas en tanto que modelos de narración breve, cabe entender que el dato de su extensión reviste importancia. Todos estos relatos son breves pero no en la misma medida; en el corpus de Paléfato es donde se aprecian las mayores fluctuaciones.
• La historia de las yeguas de Diomedes (7), citada antes, ocupa once líneas en la edición de Festa; otras narraciones de la misma obra se extienden hasta las cincuenta o setenta líneas mientras que algunas no pasan de seis o cuatro.
• En cambio, los mitos agrupados bajo el nombre de Heráclito tienen en general una extensión más reducida, que oscila entre tres y once líneas.
• El Anónimo Vaticano incluye varios capítulos narrativos de cuatro líneas; el texto más extenso de esta colección (el número 17) llega a las veintinueve.
Se ha discutido si estas diferencias de extensión guardan relación con el hecho de que algunos de los relatos más breves de los tres corpora puedan ser sinopsis de versiones previas más detalladas.
• Por ejemplo, las historias más sucintas que se recogen bajo el nombre de Paléfato podrían ser el resultado de la acción de un refundidor que habría abreviado los relatos más prolijos que aparecían en la obra original.
• Igualmente se ha dicho que las narraciones de la colección de Heráclito son en realidad sinopsis de mitos racionalizados.
Para aclarar este asunto se debería constatar si existe alguna característica narrativa que diferencie unos relatos míticos de otros. El problema recibe nueva luz cuando se analizan los textos fijando nuestra atención en el ritmo del relato, definido como la cantidad de tiempo que se emplea en narrar un acontecimiento.
Todos somos conscientes de que en las narraciones existen habitualmente disociaciones cuantitativas entre el tiempo cronológico y el textual.
De hecho en nuestras tres colecciones de Historias increíbles se da una disociación constante entre los dos tiempos pues, en las ciento diez narraciones comentadas, la duración del tiempo del mito (el tiempo cronológico) es siempre mayor que la del tiempo textual; en términos narratológicos se puede decir que todos los relatos de Paléfato, Heráclito y el Anónimo son resúmenes o sumarios.

Aunque esto es cierto, se ha de indicar también que el narrador de estas historias detiene ocasionalmente el ritmo de la narración y cede la palabra a sus personajes para que éstos realicen una intervención corta en estilo directo.

En esos momentos los personajes suelen proponer una afirmación que es mal comprendida: ello provocará la conversión en mito de lo que era un acontecimiento natural.
El hecho de que este recurso al estilo directo se produzca fundamentalmente en el corpus de Paléfato se puede entender como un indicio de que existe una diferencia real entre al menos una parte de sus narraciones breves y las de los otros dos narradores, autores de sumarios singularmente concisos.
Más aún, también cabe entender que la presencia del estilo directo es uno de los marcadores que indican cuándo nos hallamos ante las historias originales de Paléfato y no ante sinopsis escritas por un compilador.

2) Las narraciones breves de Paléfato, Heráclito y el Anónimo tienden a presentar una estructura típica y formalizada. Ello se aprecia de manera especial en el corpus más antiguo, el de Paléfato. En los cuarenta y cinco primeros capítulos de su obra nos encontramos normalmente con estos elementos habituales:
a) cada capítulo se inicia con una narración sucinta del mito tradicional;
b) a continuación el narrador presenta una breve crítica en la que sintetiza los motivos por los que esa versión del mito es inadmisible por la razón;
c) como transición a la sección siguiente se emplea una expresión formular como por ejemplo “la verdad es la siguiente”, “la verdad es ésta”;
d) seguidamente el narrador propone una segunda narración del mito, depurado ahora de los aspectos inverosímiles;
e) finalmente el capítulo se cierra con otra expresión típica como p. ej. “esto es lo que sucedió y luego se formó el mito”.
En el caso de Heráclito las historias también se adecuan a una estructura típica análoga a la empleada por Paléfato aunque no idéntica.
Los treinta y nueve capítulos del corpus se abren con una breve narración del mito tradicional, tan breve que a veces no es sino una alusión; puede suceder incluso que se dé por supuesto en los receptores el conocimiento de la historia tradicional.
Además la ausencia de críticas a las versiones tradicionales de los mitos singulariza a este grupo de relatos frente a los de Paléfato. Tampoco son tan habituales como en el otro corpus las fórmulas de transición que dan paso a la versión depurada del mito; además, tampoco están tan formalizadas. En cambio sí es regular la narración alternativa del mito, que sólo falta en algún caso esporádico.
El último elemento de la estructura típica de Paléfato, la fórmula de conclusión, está ausente de los “micromitos” de Heráclito, lo cual refuerza una vez más la impresión de que estos textos han de ser considerados como sinopsis míticas.
En la colección del Anónimo Vaticano no es tan evidente que haya rasgos estructurales comunes, y este hecho guarda sin duda relación con la procedencia diversa de estas historias.

En todo caso la constante en las narraciones míticas es el contraste (implícito o explícito) entre la versión tradicional del mito, contraria a la razón, y la depurada. Este proceder (con contraste explícito) lo ejemplifica el texto 13 del corpus ("Faetonte"):
Se dice también, acerca de Faetonte, que era hijo del Sol. La cosa es como sigue. Faetonte estudió los movimientos del sol, igual que hacía Endimión con los de la luna. Pero no llegó a desentrañarlos de manera precisa, sino que murió habiendo dejado inconclusa su obra.
La ausencia o escasez de rasgos estructurales comunes entre los distintos textos del Anónimo explica además la inexistencia de expresiones formulares del tipo de las que se hallan en Paléfato o, en menor medida, en Heráclito.

3) En relación con los narradores de estas colecciones de Historias increíbles se ha de decir, ante todo, que no son voces neutras: la voz del narrador ya se hace presente desde el momento en que juzga y modifica el mito transmitido.
Además para la cuestión no son sólo relevantes los comentarios valorativos sino también las ironías o los implícitos que el narrador desliza ocasionalmente en los textos.
Este tipo de intervenciones del narrador destacan especialmente en el corpus más elaborado, el de Paléfato, quien antepuso a su colección un prólogo en el que exponía de forma abierta lo que opinaba sobre las “historias increíbles” de la tradición.
En la parte narrativa de su obra también da a entender al lector esas mismas opiniones. Los comentarios valorativos (obviamente críticos) están presentes a lo largo de todo el opúsculo; el narrador ya hace acto de presencia en el primer número del corpus cuando somete al tribunal de la razón la leyenda de los centauros y declara que es imposible que haya un ser mezcla de hombre y caballo.
El recurso a la ironía es también característico de Paléfato, no de los otros mitógrafos. Es obviamente irónico que, por ejemplo, en el capítulo 30 de la obra (“Frixo y Hele”) se pregunte Paléfato si en tiempos de Eetes las pieles eran tan escasas y preciosas como para que un rey aceptase un vellocino (aun siendo de oro) a cambio de la mano de su hija.
Comentarios análogos se pueden encontrar en otros lugares del texto. De hecho se ha propuesto que este tipo de intervenciones del narrador han de ser atribuidas al autor original del corpus, no a un refundidor, y que por tanto la presencia de la ironía es otro dato que discrimina las historias originales de Paléfato y las reescritas en el curso de la tradición textual.
Otro hecho que diferencia también al narrador de la colección palefatea del que interviene en los otros corpora es su capacidad de tomar directamente la palabra y expresarse en primera persona. Y no me refiero a las apariciones de la primera persona en el prólogo programático de la obra sino a estos lugares que aparecen dentro de las narraciones del corpus:
“A mí me parece...”, “Pero yo afirmo…”, “Lo deduzco...”, “Yo digo...”, “Me parece a mí...”, “A mí no me parece…”.
Esta evidencia es especialmente relevante en tanto que no existe un fenómeno similar en las obras de Heráclito y el Anónimo. También singulariza a Paléfato el hecho de que en algún pasaje de su obra el narrador apele de forma directa al receptor, a quien quiere implicar en su juicio sobre la materia narrada:
Fíjate en lo escasas que eran entonces las pieles, que un rey aceptaba un vellocino como regalo de boda de su hija (30).
La cuestión del narrador es especialmente significativa en lo que se refiere a los textos de Paléfato y de cara a evaluar las peculiaridades que distinguen a éste de Heráclito y el Anónimo.

En cambio la cuestión de los receptores o narratarios es relevante para las tres colecciones. De quienes se ha de hablar aquí no es tanto de los narratarios primarios (receptores internos a la narración) como de los secundarios, es decir, de aquellas personas a las que estaban destinadas las narraciones. Ahora bien, a propósito de éstos no se indica explícitamente nada en nuestras colecciones.
  • Por ejemplo, el prólogo programático de Paléfato podría haber indicado a quién iba dirigida su obra.
  • Pero el prólogo de Paléfato, tal y como se conserva, no hace ninguna indicación sobre este punto; tampoco incluye en vocativo el nombre de ningún destinatario concreto.
Se puede suponer que Paléfato, con gran probabilidad un personaje vinculado a Aristóteles, compuso su revisión de mitos tradicionales contando con divulgarla entre quienes compartían sus intereses intelectuales en la Atenas del S. IV a. C. y se movían también, como él, en los círculos filosóficos. A estos primeros receptores de la obra les transmitía Paléfato su concepción de los mitos tal y como ésta se detalla en el prólogo a la obra.
Es decir, la obra de Paléfato quiere exponer una tesis ante su público (los acontecimientos narrados en el mito se dieron pero no en la forma supuesta por la tradición); en este sentido cabe decir que el opúsculo perseguía desde un principio un objetivo didáctico.
Pero el sentido didáctico de la obra se incrementó en los siglos siguientes, cuando las Historias increíbles fueron leídas por nuevos receptores. Por su brevedad, por su sencillez sintáctica, incluso por su carácter de textos debeladores de creencias proscritas en ambientes intelectuales y cristianos, las Historias increíbles de Paléfato se prestaban con gran facilidad a su aplicación en la escuela.
Que recibieron este uso en la Antigüedad y la Edad Media lo demuestra el elevado número de códices conservados con el texto de Paléfato, transmitido hasta la actualidad en dos recensiones diferentes.
Ciertamente de Heráclito y el Anónimo sólo ha llegado hasta el presente un códice, a pesar de lo cual hay buenas razones para entender que estas dos colecciones se compilaron con las miras puestas precisamente en su aplicación didáctica.



Del análisis previo se deduce que las tres colecciones de Historias increíbles presentan las siguientes características básicas que las definen en tanto que modelos de narración breve:
1) El tema de las narraciones es el mito de la tradición que se revisa para mostrar que no es absurdo ni inmoral como podría parecer a simple vista.
2) Las narraciones presentan una extensión breve, mayor en algunos casos y, especialmente, en parte de los relatos de Paléfato. Son siempre sumarios que sólo detienen ocasionalmente su ritmo a través de la introducción de intervenciones en estilo directo en algunas de las historias del corpus más antiguo, el de Paléfato.
3) Las narraciones de los tres corpora presentan una estructura formalizada; el grado de formalización oscila entre dos polos, representado el uno por Paléfato (mayor formalización) y el otro por el Anónimo Vaticano (menor formalización).
4) El narrador no es en ninguno de los tres corpora una figura neutra dado que toma partido al entender que el mito tradicional debe ser depurado; la presencia del narrador se intensifica en parte de los relatos de Paléfato a través de recursos como la ironía, el empleo de la primera persona o la apelación directa al receptor.
De otra parte es característico de los tres corpora el hecho de perseguir unos objetivos didácticos que además se vieron potenciados en el proceso de su transmisión.
La objetivación de estas características no sólo sirve para definir las Historias increíbles como tipo antiguo de narración breve sino que además aporta datos concretos que permiten detectar en qué casos estamos ante relatos originales de Paléfato y cuándo ante la obra de compiladores.
Más aún, el resultado del análisis también arroja luz nueva sobre la cuestión de la que se partía al inicio de esta entrada. Aunque en las antologías actuales de microrrelatos se editen como tales textos de la Antigüedad, ¿es pertinente hablar de microrrelatos en las literaturas griega y latina? ¿En qué radica la diferencia entre los modelos de narración breve del mundo antiguo y los microrrelatos de hoy en día?

A la primera de estas preguntas ya se le dio una respuesta negativa en la primera sección de la entrada; si se quiere hablar de microrrelatos de la Antigüedad se ha de hacer de forma analógica, bien entendido que esos supuestos microrrelatos antiguos son simplemente modelos de narración breve que sólo presentan similitudes muy generales con los microrrelatos del presente.

En relación con la segunda cuestión, que ya fue contestada en parte en la primera sección, se pueden aportar dos consideraciones nuevas.
  • La primera es que, por lo que se refiere al tipo de narración breve analizado aquí (Historias increíbles), su cultivo de un único tipo de ritmo (el sumario) y su grado de formalización constituyen dos diferencias esenciales frente al microrrelato actual, que ni presenta una limitación semejante por lo que se refiere al ritmo narrativo ni posee estructuras formalizadas.
  • Más interesante aún es destacar la aplicación didáctica que tuvieron las Historias increíbles, punto en el que coinciden además con las fábulas o las anécdotas históricas. Ese rasgo de didactismo es, parece, enteramente ajeno al microrrelato de la actualidad.
Al referirnos al didactismo de las narraciones breves antiguas tocamos una cuestión clave, pues muy posiblemente estas formas breves de la Antigüedad han llegado hasta nosotros precisamente por su aplicación en la escuela. El hecho de haber entrado en un tipo u otro de cánones escolares les garantizó a estos textos la pervivencia en la tradición según ejemplifica de forma excepcional el caso de Paléfato (más de treinta códices) o, por lo que se refiere al género de la fábula, las colecciones esópicas, consideradas como libro escolar hasta la época del Renacimiento e incluso en fechas posteriores.

ARISTÓTELES: POÉTICA 6

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Entre febrero y marzo de 2012 publiqué en este blog una traducción de la sección introductoria de la Poética de Aristóteles, compuesta por los capítulos primero, segundo, tercero, cuarto y quinto.

Retomo ahora aquella serie y publico hoy una traducción del capítulo sexto, a partir de la reciente edición de Tarán y Gutas (2012). Se trata del primer capítulo de la Poética dedicado íntegramente a la tragedia. Es un texto capital por lo que dice Aristóteles sobre este género y es, recuerdo, el único lugar del tratado en el que se habla del esquivo concepto de catarsis o purificación.


Pues bien, después hablaremos del arte imitativo que se efectúa con hexámetros y de la comedia. En relación con la tragedia hablemos extrayendo de lo dicho la definición que resulta de su esencia.

La tragedia es imitación de una acción noble y completa, de cierta extensión, compuesta en un discurso sazonado con sabores distintos según las partes de la obra; es imitación ejecutada por personas que actúan y no es una narración; a través de la compasión y el miedo logra la purificación de tales pasiones. Llamo “discurso sazonado” al que tiene ritmo y armonía y música, y lo de “con sabores distintos según las partes” lo digo porque algunas cosas las efectúa únicamente a través del recitado mientras que, en el caso de otras, se sirve también de la música.

Dado que realizan la imitación actuando, resultaría por fuerza, en primer lugar, que fuese una parte de la tragedia la disposición ordenada del espectáculo. Después vienen la composición musical y la dicción, pues efectúan la imitación sobre la base de estos componentes. Y llamo ‘dicción’ a la propia composición de los metros mientras que ‘melopeya’ tiene un significado totalmente claro. Ya que es imitación de una acción, y la acción se realiza por obra de unos que actúan, que por fuerza serán de una cierta manera según el carácter y el pensamiento (es que por esto decimos también que las acciones son de una cierta manera), [1450a] sucede por naturaleza que hay dos causantes de las acciones, el pensamiento y el carácter, y según estas lo mismo tienen éxito que fracasan todos. La historia es la imitación de la acción (es que doy este nombre de ‘historia’ a la composición de los acontecimientos), los caracteres aquello según lo cual afirmamos que los que actúan son de una cierta manera y, por su parte, el pensamiento todo aquello en lo que al hablar demuestran algo o manifiestan un juicio.

Por tanto, las partes de toda tragedia, desde el punto de vista cualitativo, son por fuerza seis. Y estas son historia, caracteres, dicción, pensamiento, espectáculo y melopeya. Dos partes atañen a los medios con que imitan, una a la forma en que imitan, tres a lo que imitan y, al margen de estas, no hay otra. Así pues, no pocos de ellos hacen uso, por así decir, de estas especies, y es que todo comprende lo mismo espectáculo que carácter, historia, dicción, música y pensamiento de igual manera.

El más importante de estos elementos es la concatenación de los acontecimientos. Es que la tragedia es imitación no de hombres sino de acciones y vida, y la dicha y la desdicha radican en la acción, y el fin es una acción, no una cualidad: según los caracteres se es de una cierta manera y, en cambio, según las acciones se es dichoso o lo contrario. Así pues, no actúan a fin de imitar los caracteres sino que comprehenden los caracteres por las acciones, de forma que los acontecimientos y la historia son fin de la tragedia, y el fin es lo más poderoso de todo. Más aún, sin acción no puede haber tragedia, mientras que sin caracteres sí. Es que las tragedias de la mayoría de los modernos carecen de caracteres, y realmente hay muchos autores de este tipo, según le pasa también entre los pintores a Zeuxis por comparación con Polignoto, pues Polignoto es un buen pintor de caracteres mientras que la pintura de Zeuxis no tiene nada de carácter. Es más, en el caso de que uno ponga seguidos discursos con carácter y bien elaborados en la dicción y el pensamiento, no obrará lo que era el objeto de la tragedia sino que lo hará mucho más la tragedia que se haya servido de esto de forma inferior pero tenga una historia y una concatenación de acontecimientos. Además de esto, lo más poderoso con lo que seduce la tragedia son partes de la historia, lo mismo las peripecias que los reconocimientos. Más aún, también es un indicio que quienes emprenden su composición sean capaces de acertar en la dicción y los caracteres antes de concatenar los acontecimientos, como también prácticamente todos los primeros poetas. Así pues, la historia es principio y, por así decirlo, como alma de la tragedia.

El siguiente elemento son los caracteres; es que sucede una cosa similar [1450b] en la pintura, pues, si uno pintara con los preparados más bellos de forma confusa, no agradaría de la misma forma que pintando en blanco una imagen. Y es imitación de una acción y, por ésta, ante todo de quienes actúan.

Lo tercero es el pensamiento. Y esto es el ser capaz de decir lo correspondiente y lo adecuado, lo cual es, en el caso de los discursos, asunto de la política y la retórica, pues los de antes los representaban hablando de manera política y, los de ahora, retórica. Es ‘carácter’, por un lado, lo de este tipo, lo que muestra cuál es la elección [en lo que no es evidente si elige o evita]: por ello no tienen carácter aquellos discursos en los que no hay en absoluto nada que elija o evite el que habla; ‘pensamiento’, por su parte, lo hay allí donde demuestran que algo es o no es o manifiestan algo de carácter general.

Cuarto elemento [entre las palabras] es la dicción. Y digo, como antes queda dicho, que ‘dicción’ es la expresión del pensamiento por medio de palabras, lo cual tiene también la misma fuerza en verso y en prosa. Y del resto, la melopeya es el mayor de los alicientes. El espectáculo, por su parte, es seductor pero muy poco artístico y tiene muy poco que ver con la poética. Sucede que la fuerza de la tragedia se da aun sin certamen y actores, y aparte, a la hora de montar el espectáculo, tiene más importancia el arte del escenógrafo que el de los poetas.



LAS COLECCIONES DE CUENTOS MEDIEVALES, CHAUCER Y BOCCACCIO

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Al igual que en la Edad Media se escribieron novelas como hoy las entendemos, novelas largas, también se elaboraron “novelas”, entendido el término en el sentido específico de novelas cortas: recuérde el caso de las Novelas ejemplares de Cervantes. Éstas se agrupaban en colecciones como las representadas por
• el Decamerón de Boccaccio (1354)
• o los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer (1386-1400).
Esta exposición se centra fundamentalmente en los Cuentos de Canterbury. En concreto se habla de ellos como modelo de colección de cuentos medievales: solo se habla secundariamente de la obra de Boccaccio en tanto que es la otra gran colección cuentística de la Edad Media de Occidente.

Los Cuentos de Canterbury están escritos alternando la prosa y el verso. La colección va precedida de un prólogo en el que Chaucer presenta a sus personajes: un grupo variado de peregrinos que caminan hacia Canterbury para visitar la tumba de santo Tomás Becket (un caballero, una priora, un monje, un fraile mendicante...).
Para hacer más ameno el viaje irán tomando la palabra y contarán distintos cuentos: cada uno escoge cuentos que guardan relación con su condición social o su carácter.
Es interesante constatar que, junto a los elementos populares presentes en la colección, coexisten con ellos intertextos cultos, como cuando Chaucer reelabora a Dante, Boccaccio o Petrarca.
En colecciones como las de Boccaccio y Chaucer puede estar latente un origen popular, la aspiración a ofrecer un repertorio de cuentos variados para la distracción de un público igualmente variado.
Al tiempo se ha de contar con que en el origen de estas colecciones se pueden hallar repertorios de ejemplos e historias pensados para uso de los clérigos en sus predicaciones.
Es característico de estas colecciones de “novelas” el hecho de que en ellas no es el autor (o el narrador primario) quien narra, sino que éste les cede la palabra a otros personajes: El autor proclama que oyó las distintas novelas cortas que recopila en una ocasión supuesta, inventada para hacer coincidir a un número mínimamente amplio y variado de narradores secundarios.
P. ej., en el Decamerón la palabra se les cede por orden al grupo de amigos florentinos de ambos sexos que se han refugiado en una quinta para escapar de la peste que asola Florencia.
La variedad es, de hecho, una característica básica en estas colecciones de novelas cortas. Por ello, en colecciones como las de Boccaccio o Chaucer podemos encontrarnos
  • historias que son pequeños “romances” o novelas en miniatura
  • al lado de otras novelas cortas que responden más bien al tipo de los fabliaux.
Pero, ¿qué son los fabliaux? Son poemas cortos de carácter narrativo, escritos en Francia en torno al S. XIII. Poseen carácter popular y tratan temas eróticos y humorísticos. En ellos aparecen personajes-tipo, como
  1. los maridos a los que engañan sus esposas,
  2. los clérigos codiciosos
  3. o los campesinos bobos, aunque la forma de presentar a los campesinos depende de cuál fuera el público al que está destinado el fabliau: si se dirigen a un público popular, los campesinos quedan en mejor lugar que los clérigos.
Los fabliaux llegaron a poseer carácter literario porque fueron asumidos por autores como Chaucer en sus Cuentos de Canterbury. Y también por Boccaccio, quien en alguna ocasión reelabora el mismo fabliau tratado también, treinta o cuarenta años más tarde, por Chaucer: así ocurre en el caso de Decamerón IX 6, una historia picante que se corresponde con el “Cuento del administrador” de Chaucer:
Dos jóvenes se alojan en la casa de un molinero casado y con una hija – en la noche que pasan en el molino logran engañar al molinero y se acuestan, respectivamente, con su hija y su esposa.




ARISTÓTELES: POÉTICA 7

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Otro capítulo de la Poética de Aristóteles, el capítulo séptimo, después del capítulo sexto y antes del octavo. Sobre la concatenación de los acontecimientos en la tragedia. Sobre la necesidad de que la belleza implique cierta extensión y orden.


Definido esto, digamos después de ello de qué tipo debe ser la concatenación de los acontecimientos, dado que este es el componente primero y mayor de la tragedia.

En efecto, tenemos dicho que la tragedia es imitación de una acción completa y entera que tiene cierta extensión. Es que se puede dar que algo sea entero y no tenga ninguna extensión. Es entero lo que tiene principio, medio y final. ‘Principio’ es lo que por sí mismo no sucede necesariamente después de nada mientras que después de ello ocurre naturalmente que otra cosa sea o llegue a ser. ‘Final’ es lo contrario, lo que por sí mismo sucede naturalmente después de otra cosa, sea necesariamente o en la mayoría de los casos, mientras que después de ello no ocurre nada. ‘Medio’ es lo que por sí mismo sucede después de otra cosa mientras que después de ello ocurre otra. Es ciertamente preciso que las historias bien concatenadas no comiencen por donde sea ni terminen donde fuere sino que se sirvan de las figuras mencionadas.

Además, sucede que lo bello, tanto si es un animal como cualquier cosa compuesta de ciertas partes, no solo es preciso que tenga estas ordenadas sino que además cuente con extensión, sin ser la que le caiga por azar. Es que la belleza consiste en extensión y orden.

Por ello un animal no podría ser bello ni siendo diminuto (la contemplación se confunde cuando se aproxima a un tiempo imperceptible) ni descomunal [1451a] (ocurre que la contemplación no se produce en un solo momento sino que a los que contemplan se les escapa de la contemplación la unidad y la integridad), como si existiera un animal de diez mil estadios.

De forma que, igual que es preciso, en los cuerpos como en los seres vivos, que tengan extensión y que esta sea bien perceptible de un golpe de vista, así también en el caso de las historias: que tengan una extensión pero que esta sea fácil de retener en el recuerdo.

El límite de la extensión, el que atañe a los certámenes y la percepción, no es asunto del arte pues, si fuera preciso concursar con cien tragedias, lo harían ateniéndose a relojes, tal y como dicen que se hacía en alguna ocasión y en otro tiempo. Pero, lo que es el límite según la propia naturaleza del asunto, el mayor, hasta el punto en que es totalmente claro, resulta siempre más bello conforme a la extensión.

Y, por decirlo con una definición sencilla, límite suficiente de la extensión es aquella en la que, sucediendo unas cosas después de otras según lo verosímil o necesario, ocurre que se produce un cambio hacia la fortuna a partir del infortunio o a partir de la fortuna hacia el infortunio.




TRES TEXTOS GRIEGOS

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Para Alfonso, Pablo, Laura. 


Para todos los alumnos de griego que en Pamplona han sido.


Cuando termine este semestre, si no me equivoco, habré impartido griego durante veinticinco años en Navarra. Por eso este post quiere ser un homenaje (perdón por la palabra) a todos los alumnos que me han escuchado durante tanto tiempo.

Personalizo el recuerdo en tres textos y tres estudiantes. Porque, cuando ahora coincidimos, en un momento u otro de la conversación aflora un texto griego que se les quedó grabado en la retina de la memoria, quién sabe por qué.

A Alfonso, por ejemplo, le di clase por primera vez en el curso 93 / 94. Hacía filosofía y ahora es profesor de Psicología en la Facultad próxima de Educación. Nos cruzamos esta misma semana, un día muy a primera hora, y me recitó el principio de la República de Platón:
Κατέβην χθὲς εἰς Πειραιᾶ μετὰ Γλαύκωνος τοῦ Ἀρίστωνος προσευξόμενός τε τῇ θεῷ καὶ ἅμα τὴν ἑορτὴν βουλόμενος θεάσασθαι τίνα τρόπον ποιήσουσιν ἅτε νῦν πρῶτον ἄγοντες.
Bajé ayer al Pireo con Glaucón, el hijo de Aristón, para suplicar a la diosa y al tiempo queriendo ver de qué forma harían la fiesta, pues ahora la celebran por vez primera.
Pablo, por su parte, hizo también filosofía. Enseña Lógica desde hace unos cuantos años en nuestra Facultad. En el curso 98 / 99 traducíamos en clase algunos textos de Apolodoro y retuvo, no sé por qué, lo primero que el mitógrafo cuenta sobre Príamo. Bueno, propiamente el texto es una adaptación de Apolodoro; lo importante es que Pablo lo siga recordando:
Πρίαμος ὁ τῶν Τρώων βασιλεὺς ὠνομάζετο καὶ Ποδάρκης. οὗτος δὲ γυναῖκα ἔγημε πρώτην τὴν Ἀρίσβην τὴν Μέροπος καὶ ἐξ αὐτῆς παῖς ἐγένετο Αἴσακος.
Príamo, el rey de los troyanos, era llamado también Podarces. Este tomó como primera mujer a Arisbe, la hija de Mérope, y de ella nació un niño, Ésaco.
Hay otro texto que los alumnos suelen recordar por su tremendismo, un epigrama brutal del siglo V a. C. al que se refieren muchos: no es patrimonio exclusivo de un Alfonso o un Pablo como los pasajes de Platón y Apolodoro que he citado y traducido. Este epigrama me lo ha recordado alguna vez Laura, también alumna de filosofía, con la que cierro la terna.

Laura es mi amiga y la única de estos tres antiguos estudiantes que no es profesora en Navarra. Por eso mismo quiero hacer aquí memoria de ella y, en su nombre, de todos aquellos a quienes he querido enseñarles en estos años, aun cuando ya no se acuerden del aoristo temático y de todos los verbos polirrizos. La meta personal es seguir dándoles clase, a quienes quieran, al menos hasta que llegue a los 65; a pesar de las dificultades.
πολλὰ πιὼν καὶ πολλὰ φαγὼν καὶ πολλὰ κακ’ εἰπὼν
ἀνθρώποις κεῖμαι, Τιμοκρέων Ῥόδιος.
Tras mucho beber y mucho comer y mucho malo decir 
de los hombres, aquí descanso, Timocreonte de Rodas.




ARISTÓTELES: POÉTICA 8

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El capítulo ocho de la Poética (aquí puedes leer el capítulo siete) trata de un tema tan fundamental como el de la unidad de la obra poética. En realidad vale para cualquier cosa que se escriba. No le vendrá bien solo a quien componga tragedias. Si aún lo hubiere.

Una historia no es una tal y como algunos creen cuando trata de un solo individuo, pues al individuo le ocurren muchas e indefinidas cosas de algunas de las cuales no resulta ninguna unidad; y así también hay muchas acciones de un individuo de las cuales no resulta ninguna acción unitaria.
Por ello parece que han errado todos los poetas que han compuesto una Heracleida, una Teseida y los poemas de este tipo. Sucede que creen que, dado que Heracles era uno, también corresponde que su historia sea una. 
Pero Homero, tal y como destaca también en los otros aspectos, así parece que esto lo vio bien, sea por arte o disposición natural. Ocurre que, al componer una Odisea, no trató la totalidad de las cosas que le acaecieron, como el ser herido por un lado en el Parnaso y el fingir, por otro, que estaba loco cuando la junta pues, sucedido lo uno, no era necesario ni verosímil que sucediese lo otro; en su lugar compuso la Odisea en torno a una acción unitaria del tipo que decimos, y de la misma forma hizo también la Ilíada.

Así pues es necesario que, como también en las otras artes miméticas la imitación unitaria lo es de una unidad, así también la historia, ya que es imitación de una acción, lo sea de una unitaria y esta entera; y que las partes de los acontecimientos estén concatenadas de tal forma que, al cambiar de posición una parte o al ser suprimida, se altere y perturbe el conjunto, pues lo que no produce ningún efecto visible según esté presente o no, no es ningún componente del conjunto.

José B. Torres Guerra



HIMNO HOMÉRICO A DEMÉTER

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El segundo de los Himnos Homéricos es un himno largo, el Himno a Deméter (495 versos). En él se narra cómo Hades / Plutón raptó a la hija de Deméter, Perséfone, con el beneplácito de Zeus, la fundación de los misterios de Eleusis dedicados a Deméter y cómo Deméter recuperó a su hija. 

Pero esta era ya la esposa de Hades y por ello debía regresar un tercio del año al inframundo para estar junto a su marido.


La fecha más probable de composición del Himno Homérico a Deméter es la segunda mitad del S. VII a. C. según los datos del análisis de R. Janko (Homer, Hesiod and the Hymns: Diachronic Development in Epic Diction, Cambridge, 1982, 181-183).
En relación con la cuestión de la cronología otros autores (cf. T. W. Allen, W. R. Halliday y E. E Sikes, The Homeric Hymns, Oxford, 1936, 112-4) ya habían señalado que el Himno a Deméter supone que Eleusis es independiente de Atenas, situación histórica que se dio antes del S. VI a. C.
Por otra parte, el poema también había sido datado en la misma cronología a partir de datos arqueológicos: por ejemplo, no menciona el telestérion, un edificio fundamental en los ritos de Eleusis cuya institución narra el Himno (cf. F. Noack, Eleusis: die baugeschichtliche Entwicklung des Heiligtums, Berlín, 1927, 45 ss.).
Aquí se defiende que el Himno a Deméter se debió de componer en la segunda mitad del S. VII a. C. en función de los argumentos de estadística lingüística propuestos por Janko, no en función de los otros dos argumentos que se han mencionado porque se basan en arcaísmos o son argumentos ex silentio y no tienen, por tanto, valor de prueba.

Por otro lado no se sabe con seguridad cuál es el origen de este texto, pues sus relaciones con Eleusis pueden no ser tan estrechas como parece al principio.
  • Es evidente que el autor conoce los Misterios y que pretende encontrar para ellos un fundamento en el mito.
  • Pero el supuesto carácter local del poema ha sido muy discutido en los últimos años.
  • De un lado, muchos críticos han entendido que el Himno a Deméter es una especie de historia sagrada del santuario de Eleusis; N. J. Richardson (The Homeric Hymn to Demeter, Oxford, 5-12), por ejemplo, acepta incluso que el texto se pudo utilizado como parte de la liturgia del santuario.
  • En cambio otros han argumentado que el autor del poema debía de ser una persona ajena a Eleusis. Es que la religiosidad del Himno, con su reconocimiento de la primacía de Zeus, posee un fuerte tono panhelénico, libre de localismos, del tipo que J. S. Clay (The Politics of Olympus: Form and Meaning in the Major Homeric Hymns, Princeton, 1989) reconoce en todos los Himnos Homéricos largos.

Al leer el Himno a Deméter se debe recordar que este no es un mito en estado puro ni un texto que fuese el programa del rito representado anualmente en Eleusis. El Himno a Deméter es una versión literaria del mito y del ritual de Deméter y Perséfone.
Como se indica al principio de la entrada tiene por tema el mito de las dos diosas, Deméter y su hija Perséfone, más lo dicho sobre cómo se instituyó el culto en Eleusis.
No se debe olvidar que esta materia ha sufrido una clara reelaboración literaria. En los Himnos Homéricos estamos ante textos literarios y, en el caso de los himnos largos, ante un tipo literario caracterizado por presentar una serie de rasgos de género. Aunque aquí no se pueden analizar todas las cuestiones que plantea el Himno con detalle
  • se plantearán algunas consideraciones sobre la estructura del poema y sobre un aspecto concreto de la narración
  • y se comentará además la función especulativa del mito en la versión de este Himno y se propondrán algunas observaciones sobre la granada que emplea Hades para retener a Perséfone a su lado.

El Himno a Deméter posee la estructura típica de los Himnos Homéricos míticos: introducción breve (dos versos, 1-2); una sección media narrativa (la más extensa del corpus después de la del Himno a Hermes: 2-489); una conclusión (490-5) en la que no aparece el saludo característico (“salud”, o “sé propicio”).
En su lugar se incluye una invocación en vocativo a Deméter y Perséfone; a esta invocación sigue una pequeña petición (“a cambio de mi canto riqueza que el ánimo agrade concededme”) y la referencia a otro canto.
En síntesis se puede proponer esta estructura tripartita para el Himno a Deméter:

I. Introducción: 1-2.

II. Sección media: 2-489.

1. Rapto y búsqueda de Perséfone: 2-89.

- El rapto: 2-39.
- La búsqueda: 40-89.

2. Deméter en Eleusis; la casa de Céleo: 90-304.

- Irritación de Deméter con los dioses: 90-7.
- Encuentro de Deméter con las hijas de Céleo: 98-168.
- Deméter llega a casa de Céleo: 169-211.
- Deméter cría a Demofoonte: 212-54.
- Intromisión de Metanira; Deméter condena a los mortales: 255-291.
- Construcción del templo en Eleusis: 292-304.

3. La carestía y el regreso de Perséfone: 305-489.

- La hambruna; intentos de conciliación de Zeus ante Deméter y Hades: 305-45.
- Hades parece someterse; el grano de granada: 346-74.
- Reencuentro de Deméter y Perséfone; la nueva situación de Perséfone: 375-433.
- Reunión de Deméter y Perséfone con Hécate y Rea: 434-70.
- Vuelta de la vegetación e institución de los Misterios; regreso al Olimpo: 471-89.

III. Conclusión: 490-5.
- Prolongación hasta el presente: 490-1.
- Saludo: 492-3.
- Petición: v. 494.
- Referencia a otro canto: v. 495.


Una cuestión que sorprende al lector es que no resulta evidente por qué desencadena Deméter en el Himno la hambruna que amenaza a los hombres. Parece que la causa del desinterés de Deméter por sus funciones (las cosechas) es la ausencia de su hija, y de hecho la normalidad no regresa hasta que Perséfone vuelve con ella.
Pero por otro lado desconcierta que, pese a su indignación, la diosa tarde tanto en desatar la carestía.
Se podría pensar también que Deméter provoca la hambruna porque está ofendida por lo ocurrido en casa de Céleo (la intrusión de Metanira, el intento frustrado de volver inmortal a Demofoonte).
Es cierto que la narración del Himno, tal y como nosotros lo conocemos, parece dar un salto lógico.
En el pasado se ha explicado la aparente falta de lógica interna del relato como resultado de la intercalación de una narración alternativa: el episodio de Demofoonte, que se aparta del mito de las dos diosas para explicar la institución de los Misterios de Eleusis.
Es cierto que parece que la lógica interna del Himno a Deméter gana si se suprime ese episodio. Además, es cierto que otras versiones de la historia lo suprimen.

En opinión de Càssola (Inni Omerici, Roma, 1975, 34), la combinación de los dos mitos (el rapto de Perséfone y su retorno, la estancia de Deméter en Eleusis y la inauguración de los Misterios) es poco experta. Esa combinación delata la intervención de un poeta ajeno a Eleusis que intentó acumular en el Himno todo lo que sabía sobre el mito y el ritual.
Por tanto, buena parte de la crítica piensa que las anomalías del texto son auténticos defectos imputables al proceso de composición o a una técnica narrativa deficiente.
Yo pienso que la opinión según la cual el episodio de Demofoonte es un cuerpo extraño en el conjunto del texto resulta excesiva.
Para empezar, el episodio se halla motivado por todo lo que ha acontecido antes: la pérdida de confianza de Deméter en los demás dioses produce su abandono de la sociedad divina, y la falta de Perséfone, “la Muchacha”, le hace buscar en Demofoonte el sucedáneo de un nuevo hijo, un hijo al que intentará convertir (sin lograrlo) en inmortal.
La segunda frustración de Deméter actúa entonces por acumulación: no es que la dejación de funciones esté provocada por el rapto de Perséfone o por el fracaso a la hora de volver inmortal a Demofoonte; la pérdida de la hija biológica y la del hijo adoptivo provocan por vía doble (divina y humana) que Deméter se recluya en su templo y se desentienda del cultivo y de los frutos de los campos.
  • Importa indicar que, en algunas versiones, la función especulativa del mito consiste en explicar el origen de la agricultura (cf., p. ej., Pseudo-Apolodoro I 5, 2). Pero éste no es el caso en la versión literaria concreta que estamos presentando, el Himno Homérico. 
  • En éste la agricultura existía de antes (cfr. 450-1); la cólera de Deméter la hace desaparecer pero, de la misma forma, regresará a la tierra cuando la diosa deponga su enojo, según indican los versos 453-6 del Himno. 
La función especulativa del mito en la versión del Himno a Deméter es, en mi opinión, otra: el texto encierra la explicación de las estaciones. Según se dice en un pasaje del himno (401 ss.), el momento en que Perséfone volverá junto a su madre será la primavera.
Es decir, el ciclo anual de Perséfone se convierte en explicación del ciclo anual de la tierra. La Muchacha debe permanecer bajo tierra, junto a Hades, un tercio del año, durante lo que desde nuestra perspectiva es un estado de muerte, al menos aparente: así también la tierra se halla en estado de muerte aparente en otoño e invierno (cuatro meses, según el cómputo del himno) para renacer con la llegada de la primavera. 
Pese a lo que a veces se ha dicho, no habla en contra de esta hipótesis el que a Deméter se le aplique el apelativo horephóros, “que trae las estaciones” (54, 192, 492), antes de que se haya establecido el acuerdo con Hades que conlleva el establecimiento del ciclo estacional; ese epíteto es anticipatorio, al igual que lo es “rica en incienso” aplicado a Eleusis en v. 97, cuando Eleusis no es aún sede del santuario de Deméter.


Perséfone, en el Hades, acepta una granada que le ofrece Hades y queda así ligada para siempre a ese inframundo. El porqué de esta ligazón inquebrantable no es evidente; o al menos no parece evidente a ojos de los lectores de la actualidad.

En relación con ello se debe comentar ante todo que los iniciados en los misterios de Eleusis tenían prohibido comer granada; lo mismo sucedía, por cierto, en otros rituales de Deméter, como por ejemplo en las Tesmoforias de Atenas, según Clemente de Alejandría (Protréptico II 19, 3).
El tabú al que están sometidos los iniciados encuentra su explicación, por tanto, en esta secuencia del mito. 
Nos podemos preguntar si habría variado algo el desarrollo de la historia si lo que le ofrece Hades a la joven hubiera sido otro alimento. Posiblemente no. Aunque lo cierto es que las connotaciones de la granada la hacen especialmente idónea para cumplir la función que desempeña en este mito. Intentaré explicar estas afirmaciones.

Habría cambiado poco en la historia que Hades le hubiese ofrecido otro alimento a Perséfone porque lo que parece presente en este pasaje del mito es la creencia (no necesariamente universal, pero tampoco exclusiva de los griegos) de que comer junto a los muertos vincula al mundo de éstos: así lo comenta Frazer en su edición de la Biblioteca mitológica de Apolodoro (J. G. Frazer, Apollodorus. The Library, Cambridge Mass., 1921, I 39-41).
Esta creencia aparece, de forma suavizada, en la Odisea. Allí se cuenta que comer o beber ciertas cosas puede atar a un lugar e impedir el regreso al hogar: así sucede en el episodio de los lotófagos (IX 90-7) o en la isla de Circe (X 235-40). 
Por otro lado, no es indiferente que lo que come Perséfone sea una granada si pensamos que lo que simboliza su acción es en realidad el matrimonio con Hades: al aceptar la granada, Perséfone rompe su ayuno, y esta acción no está exenta de consecuencias, pues parece equipararla a la novia griega; esta, cuando aceptaba la comida en casa del novio, aceptaba también su tránsito a una vida nueva, la vida de la mujer casada (cfr. Helene Foley, The Homeric Hymn to Demeter, Princeton, 1994, 108).

Por otra parte, tanto si la fruta vincula a la joven con el mundo de los muertos como si la vincula específicamente con Hades, su flamante esposo, la granada es el alimento idóneo para cumplir las dos funciones en virtud del juego de asociaciones que entrañaba dentro del imaginario griego: mira Richardson, The Homeric Hymn to Demeter, 276.
  • Por el color de su jugo, la granada evoca la sangre y, por ende, la muerte.
  • Sólo que, al tiempo, la granada era también, para los griegos, símbolo de fecundidad por la abundancia de sus pepitas: se trata, por tanto, de un alimento nupcial idóneo. 
En este momento, cuando estamos hablando del doble valor de la granada, parece oportuno recordar el doble sentido que poseen los Misterios de Eleusis. Su ritual promete, por una parte, la prosperidad en esta vida. Al tiempo, los Misterios prometen la bienaventuranza en el Más Allá. 
Prosperidad en esta vida y bienaventuranza posterior parecen estar simbolizadas en la granada, modelo de fecundidad y de muerte: de una muerte que, gracias al potencial de la semilla, no excluye la fecundidad futura.




ARISTÓTELES: POÉTICA 9

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Después del capítulo ocho viene el nueve, y este tiene, sin duda, una importancia clave. Trata de la necesidad de que el poeta de tragedia (o el escritor, en general) hable de lo verosímil que tiene valor universal y no de los sucesos individuales que (según Aristóteles) se agotan en sí mismos. Para la polémica: aquí se dice aquello de que la poesía es más filosófica que la historia. 

Y pronto vendrá el capítulo diez.


Resulta evidente a partir de lo dicho también que esto, el decir lo sucedido, no es tarea del poeta sino el decir aquellas cosas que podrían suceder y las cosas posibles según lo verosímil o lo necesario. Es que el historiador y el poeta no se distinguen por hablar en verso o no [1451b], pues la obra de Heródoto se podría poner en verso y de ninguna forma dejaría de ser una historia con métrica o sin ella. No, sino que la diferencia radica en esto, en que el uno dice lo sucedido y el otro el tipo de cosas que podrían suceder. Por esto también la poesía es más filosófica y seria que la historia. Ocurre que la poesía habla más bien de lo universal y la historia de lo individual. Lo universal es lo de a qué tipo de individuo le acontece hacer o decir qué tipo de cosas según lo verosímil o lo necesario, a lo cual tiende la poesía otorgándoles nombres; en cambio, lo individual es qué hizo Alcibíades o qué le sucedió.

En el caso de la comedia esto está ya claro, pues, tras componer la historia por medio de elementos verosímiles, les ponen sin más los nombres al azar y no escriben acerca del caso individual tal y como los yambógrafos. En el caso de la tragedia se atienen a los nombres dados. Y la causa es que lo posible es convincente; así pues, las cosas que no han sucedido aún no creemos que sean posibles, mientras que las sucedidas es evidente que son posibles, pues no habrían sucedido si fueran imposibles. No solo eso sino que, además, en algunas de las tragedias uno o dos nombres son de los conocidos y los demás inventados, mientras que en otras ningún nombre es tradicional, como en el Anteo de Agatón; sucede que en esta obra están inventados igualmente los hechos y los nombres, sin agradar menos en absoluto. De modo que no hay que buscar de manera absoluta el atenerse a las historias tradicionales acerca de las cuales tratan las tragedias. Es que también es risible empeñarse en esto cuando también lo conocido les es conocido a pocos, a pesar de lo cual les agrada a todos.
Así pues, resulta claro a partir de esto que el poeta debe ser más poeta de las historias que de los metros en cuanto que es poeta según la imitación e imita las acciones. Y, en el caso de que suceda que compone sobre cosas sucedidas, de ninguna manera es menos poeta, pues nada impide que algunas de las cosas acontecidas sean tales como era verosímil que fueran y resultaran posibles, según lo cual él es poeta de ellas.
Entre las historias y acciones simples las episódicas son las peores; llamo episódica a una historia en la que ni es verosímil ni necesario que los episodios vayan unos después de otros. Las historias de este tipo las hacen los malos poetas por sí mismos, mientras que en el caso de los buenos se dan por culpa de los actores. Es que, por querer rivalizar y extender la historia más allá de sus posibilidades, muchas veces se ven forzados a distorsionar la secuencia.

[1452a] Dado que la imitación no lo es solo de una acción completa sino también de lo que es pavoroso y despierta compasión; y estas cosas suceden también sobre todo [y tanto más] siempre que suceden contra lo que parecía, las unas por causa de las otras. Es que así provocarán asombro en mayor medida que si se producen por accidente y azar, pues también parecen los más asombrosos entre los acontecimientos que suceden por azar cuantos da la impresión de que han acontecido como si fuera adrede, como por ejemplo que la estatua de Mitis matara en Argos al culpable de la muerte de Mitis cayéndole encima mientras la contemplaba. Es que parece que los sucesos de este tipo no ocurren por las buenas. De modo que por fuerza tales historias son más hermosas.





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