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DEMÉTER, PERSÉFONE, ELEUSIS: MITO Y RITUAL

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Esta entrada sobre Deméter y Perséfone en el mito y el ritual forma pareja con la dedicada al Himno Homérico a Deméter. Aunque las dos entradas se puedan leer de forma independiente, la una completa la otra; y viceversa.


Deméter y Perséfone, madre e hija, forman un par inseparable en la mitología griega. De hecho los atenienses se referían a ellas simplemente como “las dos diosas”.
La etimología del nombre de la madre es incierta. En la Antigüedad ya se interpretaba que Deméter significa “Tierra Madre”. O bien se pensaba que el nombre de la diosa quería decir “Madre del Grano”.
En un caso u otro, es obvia la interpretación del segundo término de este teónimo compuesto pues -meter es “madre”. De esta forma parece que Deméter ocupa su puesto en el panteón griego como diosa del amor materno. En función de ello entra en relación y oposición con las otras diosas griegas del amor, Afrodita (amor sexual) y Hera (amor conyugal).
Nótese que, si el segundo término del nombre de Deméter hace alusión a su carácter materno, el primero debe de destacar su carácter agrario, tanto si se interpreta el teónimo como “Tierra Madre” o como “Del grano Madre".
Este es el motivo por el que Deméter es una figura secundaria en la mitología aristocrática de Homero. En cambio, la diosa ocupa un lugar muy destacado en la religiosidad popular griega, en la que es adorada como diosa de la fertilidad.

Deméter es hija de Crono y Rea, según narra Hesíodo en la Teogonía (453-458). O lo que es lo mismo: pertenece a la segunda generación de dioses, la que derrocó a su padre Crono y elevó al poder de los cielos a su hermano Zeus.

La diosa Deméter mantuvo relaciones íntimas con dos de sus hermanos. Uno de ellos es, por supuesto, el dios clave del panteón olímpico, Zeus, del cual engendró a Perséfone según cuenta, por ejemplo, Hesíodo (Teogonía 912-914).

Otro mito cuenta que Deméter también tuvo relaciones sexuales con Posidón, que se le unió bajo apariencia de caballo para engendrar a Arión, que fue la montura de Adrasto en la expedición de los Siete contra Tebas.
Según narra Homero en la Odisea (5,125-128), Deméter también se unió con un mortal, Jasión. La unión del hombre y la diosa le resultó funesta a aquel pues Zeus se indignó y lo aniquiló. De todas formas, la unión de Jasión con Deméter produjo un fruto: Pluto, “Riqueza”, según Hesíodo (Teogonía 969-971).
El mito central protagonizado por Deméter es el del rapto de Perséfone, el paso de esta por el inframundo y su retorno junto a su madre. La versión por excelencia del mito es la que se encuentra en el Himno Homérico a Deméter.

Este texto cuenta que otro hermano de Deméter, Hades o Plutón, raptó a Perséfone porque quería unirse a ella. La madre de la Muchacha intentó encontrarla sin éxito, hasta que averiguó gracias al Sol que Hades había raptado a su hija con la aquiescencia de Zeus. En ese momento abandonó el puesto que le correspondía entre los inmortales y se trasladó junto a los hombres. A partir de aquí el mito se convierte en justificación mítica, en etiología de los Misterios de Eleusis.
Deméter llegó a esa localidad con aspecto de anciana. Allí se encargó de criar al pequeño Demofonte, hijo del rey local, e intentó convertirlo en inmortal. Pero, al fracasar por culpa de una indiscreción de la madre del niño, se dio a conocer en una escena de epifanía y exigió que se construyera en Eleusis un templo en su honor.
Al despreocuparse Deméter de sus funciones propias (del cuidado de la tierra) se desata entre los mortales una gran hambruna. Esta empuja a los dioses, que se han quedado sin sus sacrificios, a buscar un acuerdo entre Deméter y Plutón. Pero este dios, aunque parece acceder a lo que se le pide, tiende una trampa a Perséfone, pues no deja que se vaya del inframundo sin hacer que antes coma un grano de granada; esta fruta, por motivos que se discuten en esta entrada, vincula para siempre a la muchacha con el mundo de los muertos.
Después, para satisfacer por igual, en la medida de lo posible, a Deméter y Plutón, se llega a un acuerdo: Perséfone pasará cuatro meses al año en el Hades al lado de Plutón, su esposo; los ocho restantes podrá estar con su madre.
Este mito fue interpretado en clave alegórica desde la Antigüedad. Así pues, se entendió que el tiempo que Perséfone pasa junto a Plutón equivale al invierno, tiempo de muerte aparente de la naturaleza. En cambio, su regreso al mundo de los vivos coincide con la llegada de la primavera, según indica el propio Himno Homérico a Deméter (401-403):
Mas cuando de la tierra flores aromáticas, en el tiempo de la primavera,a porfía broten, entonces de la brumosa oscuridad de nuevo regresarás para inmenso asombro de los dioses y de los mortales hombres.
Este esquema general del mito es el del Himno Homérico a Deméter. Pero hay otras versiones. Aparte de las más elaboradas literariamente, como la de Ovidio (mira aquí), destacan las versiones locales, que son abundantes por la gran popularidad de que gozaba Deméter en la religiosidad griega.

Las versiones locales presentan variantes que pueden afectar a la interpretación global del mito. Por ejemplo, la versión ática confiere un papel importante a un hijo del rey Céleo distinto de Demofonte: Triptólemo.
Triptólemo aparece en el arte desde finales del S. VI a. C. En la versión ática Triptólemo recibe el encargo de extender por el mundo la agricultura, don que Deméter concede a los humanos. Esta versión la recoge, por ejemplo, Pseudo-Apolodoro (1,5,2).
A manera de síntesis se puede decir que, para el imaginario griego, Deméter era la Tierra maternal (“Madre Tierra”), fecunda y productora de fecundidad (“Madre del Grano”). Tanto Deméter como Perséfone presentan rasgos que las distinguen de las divinidades olímpicas y las asemejan a las divinidades de la tierra.

Pero la vinculación con el mundo de la muerte, habitual en este tipo de divinidades, es distinta en el caso de la madre y la hija. Esta, Perséfone, es una figura ambivalente porque reúne aspectos vitalistas y de ultratumba:
  • Perséfone es una joven en edad núbil;
  • pero Perséfone es también reina de los muertos.
Si la etimología de Deméter es incierta, como se dijo antes, todavía es más incierto buscar la etimología del nombre de Perséfone. Solo resulta evidente su apelativo característico, Core, “Muchacha”. Por supuesto, tal apelativo solo hace referencia a una de las dos caras de la diosa.

Los rituales y fiestas celebrados en honor de Deméter y su hija eran abundantes. Del conjunto se deben destacar las Tesmoforias, una fiesta de mujeres, prohibida a los hombres, en la que se propiciaba la fecundidad de los campos y la fertilidad femenina.
En Atenas la fiesta duraba tres días, del 11 al 13 de Pianopsión, el mes de la siembra, que se corresponde con el final de octubre y el principio de noviembre.
Pese a la importancia que alcanzaron las Tesmoforias en distintos lugares de Grecia, el ritual principal de Deméter eran los Misterios que se celebraron en su honor durante más de diez siglos en Eleusis. El Himno Homérico a Deméter relata en su parte central la institución mítica de estos Misterios por la propia diosa. Más aún, distintos lugares del texto reflejan momentos del ritual para el que se propone una justificación mítica.

De manera general conviene recordar que los cultos mistéricos de los griegos daban respuesta a las incógnitas sobre el Más Allá para las que la religión de la pólis no ofrecía soluciones. El Misterio prometía una existencia más favorable en la vida de ultratumba, no especialmente apetecible según la imagen que de ella nos da, por ejemplo, la Odisea homérica, cuando el protagonista habla con el difunto Aquiles en el Hades (11,488-91; trad. Luis Segalá):
No intentes consolarme de la muerte, esclarecido Odiseo: preferiría ser labrador y servir a otro, o un hombre indigente que tuviera poco caudal para mantenerse, a reinar sobre todos los muertos.
Para alcanzar la dicha después de la muerte solo hacía falta, según los Misterios, cumplir con el rito y unas ciertas prácticas. En cambio, a los iniciados no se les exigía una rectitud moral permanente de ningún tipo: no existía un código ético eleusinio que se debiera cumplir.

Los ritos poseían carácter secreto. Pero esto no quiere decir que se tratara de celebraciones clandestinas. El aspecto secreto de los Misterios radica en que las verdades reveladas en ellos no se debían divulgar, según dice el propio Himno Homérico a Deméter(476-479):
(…) solemnes misterios sacrosantos, que de ninguna forma es posible transgredir ni divulgar ni profanar: un inmenso respeto a las diosas contiene la voz.
Más aún, no es solo que los cultos mistéricos no fueran clandestinos: tampoco tenían carácter reservado o elitista. Se supone que prácticamente todos los atenienses debían de estar iniciados en los Misterios de Eleusis. Además, en su ritual no solo se admitía a los ciudadanos sino también a mujeres, esclavos y extranjeros.

Aunque en la Antigüedad se celebraban cultos mistéricos en honor de dioses distintos, los Misterios por excelencia en Grecia eran los de Eleusis. Nuestra fuente más antigua sobre ellos es el Himno Homérico a Deméter, que sin embargo nos deja en la duda sobre muchos asuntos.
La cuestión es que el pacto de silencio de los iniciados se respetó de manera constante, lo cual dificulta saber lo que sucedía realmente en el santuario eleusinio.
Si nos podemos formar una idea de lo que representó Eleusis para los griegos es gracias a cuatro fuentes fundamentales: la arqueología, las alusiones aisladas de algunos escritos paganos, el testimonio de los autores cristianos y el propio Himno Homérico a Deméter.

De esta forma sabemos quiénes eran los personajes que intervenían en el ritual: el hierofante (“el que muestra lo sagrado”), el daduco (“portador de la antorcha”), el hierokéryx (“heraldo sagrado”) y una sacerdotisa de Deméter.
El hierofante debía seleccionar en Atenas a los candidatos que podían participar en la iniciación.
También se sabe que había dos grados entre los iniciados: los mýstai (“iniciados”) se convertían, tras la iniciación, en epoptaí (“los que han visto”).

Los Misterios tenían lugar en el mes de Boedromión, entre finales de septiembre y principios de octubre. Comenzaban con la procesión que recorría el día 19 los treinta kilómetros que separan Eleusis de Atenas.

Pero antes, el 14, se habían trasladado de Eleusis a Atenas los “objetos sagrados” (no sabemos qué eran) que debían participar en la procesión. Además, el día 16 los mýstai acudían también a Falero para un rito de purificación y bañarse en el mar.

En la procesión del día 19, al llegar al límite entre Atenas y Eleusis se realizaba el gephyrismós o “paso del puente”. Durante el mismo se producía un intercambio de pullas, la aischrología que parece evocar el papel asignado en el mito a la figura femenina de Yambe, que hizo reír a Deméter con sus burlas a pesar de lo preocupada que estaba por la falta de su hija.

Los mýstai ayunaban hasta llegar a Eleusis. Allí rompían el ayuno bebiendo el ciceón, sobre cuya invención habla también el Himno a Deméter (206-11). El ciceón, una bebida de fuerte carácter rural, compuesta de harina de cebada, agua y menta, indica el origen agrario de las celebraciones.

La parte central del Misterio se celebraba entre el 20 y el 23 de Boedromión. Aunque es poco lo que se conoce con seguridad sobre ello, sí se sabe que el rito de iniciación se desarrollaba en el telestérion.
Este era un edificio singular dentro de la religión griega porque en ella los edificios sagrados estaban concebidos como morada del dios, no eran espacios pensados en función de los participantes en el rito como en el caso del telestérion.
A este no podían entrar quienes no eran iniciados en una u otra categoría, como mýstai o epoptaí. En cambio, a los iniciados se les reservaban dentro del telestérion experiencias a las que las fuentes sólo aluden de manera imprecisa y enigmática.

Por ejemplo, no se sabe a qué se refieren tres expresiones que aparecen en los textos: tà drómena (“lo que se hace”), tà legómena (“lo que se dice”) y tà deiknýmena (“lo que se muestra”).
También es enigmático el sýnthema o “contraseña” que copia Clemente de Alejandría en su Protréptico (2,21,2): “Ayuné, bebí el ciceón, tomé de la cesta, tras haberlo probado lo devolví al canasto y del canasto a la cesta”.
Sí se sabe que la cesta era el símbolo cultual más importante de Eleusis, aunque desconocemos lo que contenía dada la ambigüedad del sýnthema. En realidad no se puede descartar algo tan simple como que la cesta aludiera al plano agrario del ritual y contuviera tan solo los elementos necesarios para preparar el ciceón.

En el telestérion el iniciado debía, ante todo, “experimentar”, según indica un fragmento de Aristóteles (fr. 15 Rose). Pero se desconoce en qué consistían esas experiencias.
Se ha supuesto que debían provocar anticipadamente el terror de la muerte y luego la bienaventuranza del regreso a la vida. Esa bienaventuranza se simbolizaba quizá en el hecho de que el mýstes “veía”, de la forma que fuese, una manifestación o epifanía de Perséfone, la diosa que también vuelve cíclicamente del Más Allá a este mundo.
Además hay indicios de que en los Misterios se anunciaba el nacimiento de un “niño divino” y de que el hierofante exponía ante los participantes una espiga de trigo. Esta acción ritual debía de recordar la unión entre vida y muerte simbolizada en la espiga, pues esta, tras ser cortada, ha de producir nueva vida.

Eleusis no les prometía a los iniciados la inmortalidad pero sí un destino más esperanzador después de la muerte. Después de una larga evolución, el culto de Eleusis combinó los ritos de paso e iniciación con el festival agrario y las creencias sobre el destino del hombre tras la muerte. Lo que en principio se debía referir al ciclo de la naturaleza se acabó extendiendo al ciclo de la vida humana, para la que Eleusis prometía también un nuevo renacer según sucede en la naturaleza.






ARISTÓTELES: POÉTICA 10 Y 11

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El capítulo 10 no es, desde luego, el más apasionante de la Poética. Por eso me parece preferible publicarlo junto al 11, aquí sí hay más materia porque va de la peripecia, y sobre todo, del reconocimiento: por cierto, es la primera vez en que Aristóteles se refiere en la Poética a sus dos tragedias favoritas, Edipo Rey e Ifigenia entre los Tauros.

(Para quienes les interese la lectura seguida de la Poética, este enlace lleva al capítulo 9 y este otro al 12). 


10. Entre las historias las unas son simples y las otras complejas, pues también las acciones, de las que las historias son imitaciones, son tales de por sí. Llamo ‘simple’ a una acción que, al suceder de forma continua y unitaria según queda definido, experimenta el cambio sin peripecia o reconocimiento; ‘compleja’, en cambio, a aquella de la que se sigue el cambio con reconocimiento, peripecia o las dos cosas.

Es preciso que esto [la peripecia y el reconocimiento] suceda a partir de la propia concatenación de la historia, de forma que ocurra a partir de los antecedentes, sea por necesidad o según la verosimilitud de que esto suceda; es que hay mucha diferencia en que estas cosas sucedan por causa de o después de las otras.


11. ‘Peripecia’ es el cambio en sentido contrario de los acontecimientos según queda dicho, y esto, tal y como decimos, según lo verosímil o necesario, como en el Edipo: llegó uno en la idea de que iba a alegrar a Edipo y librarlo del miedo a su madre al mostrarle quién era y logró el efecto contrario; también en el Linceo el uno era conducido en la idea de que iba a morir mientras que Dánao lo acompañaba para matarlo: por lo acontecido sucedió que el uno murió mientras que el otro se salvó.

‘Reconocimiento’, como también señala el nombre, es un cambio de la ignorancia al conocimiento, sea que genere amistad o enemistad, producido en los que se encuentran destinados a la bienaventuranza o el infortunio; y el reconocimiento más hermoso se da siempre que se produce a la vez que la peripecia, según pasa en la del Edipo.

Pues bien, hay también otras formas de reconocimiento ya que también se da ante cosas inanimadas y aun las accidentales como que acontece lo que queda dicho y es posible reconocer si uno ha hecho algo o no. Pero la forma más adecuada a la historia y la más propia de la acción es la que se ha mencionado. Es que el reconocimiento y la peripecia de este tipo producirán compasión o miedo, [1452b] y queda asumido que la tragedia es imitación de acciones de tal índole; más aún, tanto el padecer infortunio como el tener fortuna se producirá en tales condiciones.

Ciertamente, dado que el reconocimiento es reconocimiento de personas, unos son solo del uno frente al otro, cuando se hace evidente quién es el otro; pero a veces es preciso que ambos se reconozcan: por ejemplo, Ifigenia fue reconocida por Orestes por el envío de la carta mientras que, por otro lado, era necesario que aquel fuera reconocido por Ifigenia.

Así pues, estas son dos partes de la historia, la peripecia y el reconocimiento. Una tercera es lo patético. De esto queda dicho lo de la peripecia y el reconocimiento. Lo patético es una acción destructiva o lastimera, por ejemplo las muertes que se producen a la vista, y los dolores extremos, las heridas y cuantas cosas son de este tipo.




ALEJANDRO MAGNO: DEL HÉROE GRIEGO AL SÍNDROME DE FAUSTO

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Los héroes de la Antigüedad son, en su sentido más técnico, semidioses, según lo que declara  Hesíodo en Trabajos y Días. O, por lo menos, los héroes son personajes de la épica y la leyenda.

Pero el héroe, ese hombre extraordinario que supera a los hombres y está por debajo de los dioses, era en Grecia, en un sentido más general, todo aquel que recibía un culto heroico.
  • Ese culto heroico lo recibieron los grandes héroes, los protagonistas de la épica.
  • Lo recibieron también, de manera local, figuras menores de la leyenda.
  • Lo interesante es que los griegos, y después los romanos, también tributaron culto a hombres históricos como el boxeador Eutimo de Locros.
  • A esta categoría de hombres reales convertidos en héroes pertenecen también algunos reyes y gobernantes y, en concreto, Alejandro Magno. Recuerdo que, en el Diccionario de mitos de García Gual (1997), Alejandro figura como un mito más. 
Del Alejandro hombre real, personaje decisivo en la historia de la Antigüedad, se han de recordar al menos estos datos básicos:
  • Fue rey de Macedonia entre el 356 y el 323 a. C.: sometió a su poder a todas las ciudades griegas cuando solo tenía veintiún años, continuando la obra de su padre Filipo.
  • Después le hizo la guerra al imperio persa, al que derrotó.
  • En su afán de conquistas llegó hasta la India y solo se detuvo cuando sus soldados se negaron a ir más allá.
  • Murió por culpa de unas fiebres en Babilonia con solo treinta y tres años.
Es evidente que en esta figura real e histórica había madera de héroe o de tragedia: parece que está pidiendo a gritos que se le convierta en tema de una epopeya, de una novela, de una película... A manera de ejemplo cabe destacar los siguientes rasgos:
  • Alejandro empieza a combatir cuando es casi un niño, con 18 años gana su primera batalla (338 a. C.: Queronea).
  • Es un guerrero que no conoce la derrota.
  • Conquista un imperio.
  • Muere muy joven, con treinta y tres años.
  • Muere además lejos de su patria después de vivir en el destierro voluntario de Oriente sus once últimos años: nunca volvió ni a Grecia ni a Macedonia.
Curiosamente todas estas características, o casi todas, las comparte con su héroe favorito, Aquiles, cuya tumba fue a venerar en Troya. Este es un motivo más por el que no extraña la transformación de Alejandro en leyenda o mito.

Alejandro fue, de hecho, una leyenda viva: en torno a su figura se debieron de forjar leyendas muy pronto, incluso en su propia vida.
En relación con ello es fundamental recordar lo insólito de su empresa: Alejandro trasciende el margen político de la ciudad-estado para crear en un tiempo breve un imperio universal.
Probablemente el mismo Alejandro fomentó el desarrollo de esa fama legendaria: se sabe por Plutarco que su libro de cabecera era la Ilíada; se debía de ver a sí mismo como un nuevo Aquiles a la búsqueda de otro Homero que cantara sus hazañas.

Además, a la formación de esa fama novelesca debía colaborar activamente en vida de Alejandro su historiador de cámara, Calístenes: no se conserva su obra; pero hay base para afirmar que presentaba a Alejandro como una figura sobrehumana cuando aún estaba vivo.

Los elementos legendarios surgidos en vida del rey los recogió, en la literatura de Grecia, una parte de la historiografía sobre el mismo: a este tipo de obras se las conoce como “la Vulgata”, la versión divulgada de la historia de Alejandro.

Los elementos fantasiosos llegan a su máximo desarrollo en una obra novelesca y pseudohistórica concreta: la Novela de Alejandro (comienzos del S. III d. C.) del ‘falso Calístenes’, el Pseudo-Calístenes.
  • La obra supone que Alejandro no es realmente hijo de Filipo sino de Nectanebo, el último faraón de Egipto: este se había unido a su madre Olimpíade disfrazado como el dios Amón.
Por tanto, en la base de la tradición que inaugura esta novela se halla la ficción de que Alejandro tiene origen divino.
  • La Novela de Alejandro lo presenta como un guerrero fabuloso: es el mejor de los guerreros, como Aquiles era el mejor de los aqueos.
  • Más aún, es un guerrero generoso, humanitario, un héroe ideal: por eso, cuando vence a Darío, este le confía la custodia de su hija.
  • Cuando Alejandro llega a la India, se enfrenta según este texto con monstruos de todo tipo. Además busca la Fuente de la Inmortalidad, viaja por el aire en un carro tirado por grifos y desciende al fondo del mar en una burbuja de vidrio:
Tras haber realizado todos los preparativos, me introdujeron en la tina de cristal con el deseo de intentar lo imposible. En cuanto estuve metido dentro, la entrada fue cerrada con una tapadera de plomo. Cuando me habían bajado ciento veinte codos, un pez que pasaba me golpeó con su cola mi jaula, y me izaron porque sintieron el zarandeo de la cadena. La segunda vez que bajé me sucedió lo mismo. A la tercera descendí alrededor de trescientos ocho codos [¡142,604 m.!] y observaba a los peces de muy variadas especies pasar volteando en torno mío. Y mira que se me acerca un pez grandísimo que me cogió junto con mi jaula en su boca y me llevó hacia la tierra desde más de una milla de distancia. En nuestras barcazas estaban los hombres que me sostenían, unos trescientos sesenta, y a todos los remolcó junto con las cuatro barcazas. Mientras nadaba velozmente quebró con sus dientes la jaula y luego me arrojó sobre la tierra firme. Yo arribé exánime y muerto de terror.
Allí me eché de rodillas y me postré en acción de gracias a la Providencia de lo alto que me había salvado con vida del terrible monstruo. Y me dije a mí mismo: “Desiste, Alejandro, de intentar imposibles, no sea que por rastrear el abismo te prives de la vida”. Y en seguida ordené al ejército partir de allí y seguir la marcha hacia delante (trad. C. García Gual).
El último párrafo de este texto indica que Alejandro también tiene límites que no puede sobrepasar, igual que el mayor de los héroes griegos, su modelo Aquiles: es imposible que se hagan realidad todos sus deseos, como vencer su condición mortal.
  • Así lo descubre en la India, cuando se reúne con los gimnosofistas, los “sabios desnudos”, unos brahmanes que le hacen ver que es imposible que el hombre sea inmortal según desea el rey.
  • Más aún, en la India Alejandro también se encuentra con unos árboles parlantes que le profetizan su muerte.
Hay que señalar que, hablando en términos griegos, el Alejandro que intenta ir siempre “más allá” comete un acto de hýbris o soberbia que, como todo acto de hýbris, altera el orden del mundo y amenaza con atraerle un castigo. Lo interesante es que esta es una idea en la que abundaron las fuentes cristianas medievales, que presentan directamente la muerte del rey como un castigo de Dios:
  • Así lo hace Gautier de Chatillon (S. XII) en latín en la Alexandreis: Alejandro es castigado por su desmesurada ambición, que lo lleva a lamentarse de que no haya más mundos para conquistar.
  • En francés se ha de citar el Roman de Alexandre (S. XII), heredero también de la Novela de Alejandro de Pseudo-Calístenes.
  • Y en castellano el Libro de Alexandre (S. XIII), en el que confluyen la tradición grecolatina y la medieval francesa. En esta obra Dios castiga a Alejandro a raíz de su viaje submarino, por su curiosidad pecaminosa:
En las cosas secretas quiso él entender,
que nunca home bivo las pudo ant saber;
quísolas Alexandre por fuerça conoçer,
nunca mayor sobervia comidió Luçifer.

Haviéle Dïos dado regnos en su poder,
non se le podié fuerça ninguna defender,
querié saber los mares, los infiernos veer,
lo que non podié home nunca acabeçer.

Pesó al Crïador que crió la Natura,
ovo de Alexandre saña e grant rencura,
dixo: «Este lunático que non cata mesura,
yo·l tornaré el gozo todo en amargura».

El texto citado (Libro de Alexandre 2163-2165) destaca el afán que tiene Alejandro por conocer lo que está escondido al hombre: “querié saber los mares, los infiernos veer”. Además se dice que su soberbia es mayor que la de Lucifer a causa de ese afán por conocer lo oculto. Por ello mismo Dios decide castigarlo, por esa falta de “mesura”.

Llegados a este punto cabe quizá relacionar a Alejandro con otro héroe de raigambre cristiana: Fausto. Desde mi punto de vista al menos, el Alejandro de la Tradición y Fausto  (tengo en mente el de Goethe más que el de Marlowe o Th. Mann) comparten
  • el ansia sin medida de llegar siempre más allá (en el saber, en el poder), sin reconocer la existencia de límites;
  • la imposibilidad de saciar esa ansia que, por tanto, les conduce a la inevitable insatisfacción.
Planteo como reflexión personal y propongo al tienpo como cuestión abierta: ¿se podría decir que Alejandro es un héroe fáustico, siglos antes de que existiera la figura literaria de Fausto?

¿Quiere decir esto que ese tipo de héroe responde a algún tipo de universal humano, a la existencia de lo que se podría llamar un “síndrome de Fausto”?

Exista o no el síndrome, estos dos héroes se pueden analizar como ejemplos de un mismo motivo literario. En cualquier caso, Alejandro / Fausto nos recuerdan dos rasgos recurrentes de héroes como Aquiles:
Su propia Excelencia puede implicar Peligro.




ARISTÓTELES: POÉTICA 12

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La última entrada del blog (Alejandro Magno: del héroe griego al síndrome de Fausto) tuvo un éxito arrollador. 

De alguna forma esta es una entrada valle: contiene la traducción del capítulo 12 de la Poética de Aristóteles, referido a las partes formales de la tragedia.

Y, como siempre, este es el capítulo 11 y este el capítulo 13.


Las partes de la tragedia que se deben emplear como esenciales las mencionamos antes. Las partes según la cantidad y en las que se descompone por separado son estas: prólogo, episodio, éxodo y parte coral, y en esta lo uno es entrada del coro y lo otro estásimo. Estas son partes comunes a todas las tragedias; en cambio son partes privativas los cantos desde la escena y los plantos.

Prólogo es, por un lado, la parte completa de tragedia que se produce antes de la entrada del coro; episodio es la parte completa de tragedia que se produce en medio de cantos completos del coro; éxodo es la parte completa de tragedia después de la cual no hay canto del coro.

La entrada del coro es la primera elocución completa del coro, el estásimo un canto del coro sin anapestos ni troqueos, el planto es un lamento común del coro y los actores desde la escena.

Las partes de la tragedia que se deben emplear como esenciales las mencionamos antes; las partes según la cantidad y en las que se descompone por separado son las anteriores.




APOLO, EL DIOS

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Apolo es uno de los dioses más importantes del Olimpo griego. Es hijo de Zeus y Leto y hermano, por tanto, de Ártemis. El mito refiere que Leto lo dio a luz en Delos, una de las Cíclades; este lugar fue un centro relevante del culto a Apolo. Se cuenta asimismo que Leto pasó por muchas dificultades en el parto.
La esposa legítima de Zeus, la diosa Hera, ya había interferido en los partos de otras amantes del dios supremo. En este caso retuvo en el Olimpo a Ilitía, la diosa del parto, sin la cual no podía dar a luz ninguna mujer o diosa.
El Himno Homérico a Apolo (vv. 102 ss.) cuenta de qué forma logró la diosa Iris llevar hasta Delos a Ilitía; así pudo nacer la nueva divinidad. Y, pese a la hostilidad que sintió Hera hacia Apolo en un primer momento, el nuevo dios consiguió pronto el puesto que le correspondía entre los dioses como hijo de Zeus. Lo que la mitología cuenta de la vida del dios se refiere sobre todo a sus relaciones amorosas.
  • La más famosa en la Tradición es la que Apolo intentó mantener con Dafne.
  • Una relación más afortunada es la que mantuvo con Corónide, de la cual nació el semidiós Asclepio.
  • Hay fuentes, como Apolodoro (1,3,4), que también hablan de los amores de Apolo con Talía, una de las Musas que integraban su coro.
  • También se ha de recordar a dos amados de Apolo relacionados con el mundo vegetal, Jacinto y Cipariso (“ciprés”). Los dos terminaron su vida de forma desdichada y se metamorfosearon en las plantas a las que hacen mención sus nombres: igual, por cierto, que Dafne, el laurel.
En el Himno Homérico a Apolo (vv. 207-215), al que el blog dedicará pronto otra entrada, el poeta se plantea el dilema de qué asunto ha de escoger para celebrar al dios. Al final el aedo, que ya había hablado del nacimiento de Apolo en Delos, opta por referirse a cómo se estableció en Delfos tras acabar con la serpiente Pitón, que antes dominaba aquel lugar.
Es habitual presentar a Apolo como dios de la luz y la razón, opuesto a Dioniso, quien encarna en cambio el vitalismo. El estudio de la tradición antigua muestra que Apolo también es, como Dioniso, una figura compleja, llena de claroscuros, no carente de contradicciones.
Seguramente estas contradicciones se deben explicar como resultado de un proceso de sincretismo: en el Apolo griego de época histórica habrían confluido, por tanto, diversas figuras divinas procedentes de diferentes culturas.
Apolo desempeña un papel destacado en las epopeyas homéricas. Pero no tenemos certeza de que el dios ocupara ya un puesto entre los dioses griegos en época micénica: lo cierto es que las tablillas de lineal B no lo mencionan.
La ausencia de Apolo de las tablillas se puede poner en relación con la etimología de su nombre, que parece indicar un origen dorio. Es decir, Apolo quizá pertenecía a un ámbito distinto del micénico y no era aún una divinidad panhelénica en el segundo milenio a. C.
Se han propuesto diversas hipótesis sobre sus orígenes. Una de ellas, la doria, ya ha sido apuntada al mencionar la etimología de Apolo. Walter Burkert habla, en su manual de religión griega (Greek Religion. Archaic and Classical, Oxford, 1985), sobre la confluencia en la figura de Apolo de componentes dorios, creto-minoicos y sirio-hititas.
  • La investigación ha prestado mucha atención a los elementos que vinculan a Apolo con Oriente Próximo. En este sentido se ha considerado relevante, por ejemplo, que en la Ilíada Apolo no apoye al bando griego sino al troyano. 
  • También es curioso que el culto a Apolo estuviera tan implantado en Asia Menor, donde se establecieron oráculos similares al de Delfos en lugares como Dídima o Claros.
Asimismo se ha intentado encontrar conexiones entre Apolo, los licios y los hititas. Aunque esas conexiones no se pueden probar a partir de la etimología del nombre del dios, quizá remita a un origen anatolio la representación habitual de Apolo armado con un arco que no usa nunca para cazar; sin embargo, lo emplea desde el principio de la Ilíada (1,46-52) para esparcir la muerte entre los hombres.
La cuestión es que Apolo, el dios que provoca plagas, se asemeja de manera notable a ciertas divinidades orientales (Nergal o Reshef).
Con todo, no pueden caer en el olvido las otras influencias, no orientales, que convergen en la figura de Apolo. En este sentido se ha de recordar que Apolo no es solo el dios que trae la peste sino también su contrario, el dios que cura.
Apolo, en razón de su carácter sincrético, ha asumido esta función de divinidad sanadora a partir del dios Peón, atestiguado, según parece, en las tablillas micénicas de Cnoso, donde se menciona a pa-ja-wo-ne. Al recibir de Peón este campo de actuación, Apolo asumió también la denominación de “Peán”. Los himnos así llamados, “peán”, tienen por destinatario a este dios.
Aun no siendo una divinidad con raíces griegas tan profundas como las de sus otros compañeros del canon, Apolo se convirtió en el más griego de los dioses y extendió pronto su culto gracias al proceso de colonización.
De los campos de actuación que le son propios ya hemos hecho mención a su papel como dios de la peste y su contrario, la salud.
El dios del arco es también dios de la lira con la que compone su música, y a los dos atributos se refiere además Apolo desde el momento en que empieza a hablar según el Himno Homérico a Apolo.

El pasaje del Himno a Apolo que incluye las primeras palabras de la deidad recién nacida menciona después el papel del dios como mediador entre Zeus y los hombres en tanto que intérprete y patrón de la mántica.

Su función de mediador convierte además a Apolo en responsable de ritos de purificación, como aquél al que la tradición cuenta que se tuvo que someter él mismo en el valle del Tempe después de acabar con la serpiente Pitón.
Hay aún otros aspectos claves de la figura de Apolo que nos pueden resultar menos conocidos que los ya mencionados.
En el Himno Homérico a Hermes no sólo se cuenta cómo Apolo recibe la lira de su medio hermano o cómo se proclama patrono de la adivinación. El texto al que nos referimos presenta también a Apolo como propietario de un rebaño de vacas; ello puede ser un recuerdo de una función originaria de Apolo como divinidad agraria, al igual que puede serlo su relación con las tres figuras de carácter vegetal: Jacinto, Cipariso, Dafne.

Además, la posible relación etimológica de Apolo con apéllai,“reuniones populares” de sentido iniciático, recuerda la protección que ejerce el dios sobre los efebos, así como su aspecto cívico; ambas dimensiones son efectivamente propias de Apolo en Grecia.
Por último, Apolo terminó siendo identificado con el Sol, si bien esta identificación no se produjo hasta el siglo V a. C.

Aunque Apolo fue una divinidad venerada en toda Grecia, las dos sedes principales de su culto eran Delos y Delfos. Ambos santuarios poseían relevancia panhelénica, pues desde ellos se extendió el culto a Apolo bajo las advocaciones específicas de Apolo délico y Apolo pítico o délfico.


Se ha calculado que en Delos, la patria del dios, ya se le debía de rendir culto hacia el año 1000 a. C.; no obstante, parece que el primer templo dedicado a esta divinidad en el lugar debe de datar del siglo VII a. C.
  • El Himno Homérico a Apolo (vv. 146-64) nos habla del festival anual celebrado en la isla en honor al dios por los jonios.
  • Además, la sede de Delos es importante dentro de la historia política de Grecia por cuanto su templo albergó entre los años 478 y 454 a. C. el tesoro de la liga marítima creada bajo los auspicios de Atenas.
  • Precisamente fueron los atenienses quienes, en el año 425 a. C., introdujeron en el lugar un festival que, concebido a la manera de los certámenes panhelénicos, había de celebrarse cada cuatro años.

El culto de Apolo en Delfos debió de establecerse en el S. IX a. C. Parece que en esa sede Apolo hubo de desbancar un culto anterior a la Tierra, divinidad que entre los griegos, en época histórica, gozó de cultos muy escasos.

El templo de Apolo en Delfos, construido en el siglo VIII o VII a. C., se convirtió en el centro oracular más importante de Grecia. Al menos en época clásica, los oráculos eran pronunciados por una sacerdotisa que recibía el nombre de Pitia, “sacerdotisa de Pito”, nombre que en la práctica es equivalente a Delfos.
En el Himno Homérico a Apolo (v. 372) se propone una etimología alegórica para Pito, voz que dio nombre a los juegos panhelénicos celebrados en el lugar cada cuatro años, los 'Juegos Píticos'.
Delfos fue por el que se produjeron en época arcaica los enfrentamientos militares conocidos como Guerras Sagradas. En estos conflictos (S. VI a. C.) se enfrentaron por el control de Delfos la ciudad de Crisa y la llamada liga de los Anfictiones, que en origen se debieron de agrupar en torno al templo dedicado a Deméter en las Termópilas (en Antela).

Finalmente, los Anfictiones obtuvieron la victoria y Crisa fue aniquilada. Es posible, pero no seguro, que el Himno Homérico a Apolo (vv. 542-544) contenga una referencia a cómo los Anfictiones se impusieron sobre Crisa en esa guerra.

ARISTÓTELES: POÉTICA 13

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¡Ah! ¿A quién no le gustaría saber qué se debe hacer para componer la tragedia más hermosa, la obra literaria con más acierto? Aquí intenta explicarlo Aristóteles.

Este es el capítulo 12 y este el capítulo 14.


A continuación de lo ahora dicho habría que hablar de a qué se debe tender y ante qué se debe estar prevenido al componer las historias y de dónde surgirá el objeto propio de la tragedia.

Así pues, una vez que la composición de la tragedia más hermosa debe ser no simple sino compleja, siendo esta imitadora de sucesos pavorosos y que despiertan compasión (es que esto es lo propio de tal forma de imitación), es evidente, primero, que ni los hombres ecuánimes deben aparecer experimentando un cambio de la fortuna al infortunio, pues esto no es pavoroso ni despierta compasión sino rechazo, ni los malvados experimentándolo del infortunio a la fortuna ya que esto es lo menos trágico de todo dado que no tiene nada de lo preciso pues ni es agradable ni despierta compasión ni pavor. [1453a]
  • Por otra parte tampoco el que es muy perverso debe caer desde la fortuna en el infortunio, pues tal trama sería agradable pero no despertaría compasión ni miedo ya que lo uno se refiere al que sufre infortunio sin merecerlo y lo otro al que nos es semejante (la compasión se refiere al que no se lo merece, el miedo al que nos es semejante), de forma que lo que acontezca ni despertará compasión ni será pavoroso. 
  • Resta, naturalmente, el que queda en medio de estos. Tal persona es el que ni destaca en virtud y justicia ni experimenta un cambio hacia el infortunio por maldad y perversidad sino por un cierto error, siendo uno de los que gozan de gran estima y fortuna como Edipo y Tiestes y los hombres insignes que proceden de estos linajes.
Por fuerza la historia que resulte hermosa será simple antes que doble, tal y como afirman algunos, e implicar un cambio no a la fortuna a partir del infortunio sino lo contrario, de la fortuna al infortunio, no por perversidad sino por un gran error de alguien del tipo que se ha dicho o que sea mejor antes que peor.
Señal de ello es también lo que sucede. Pues al principio los poetas contaban las historias al azar, pero ahora en cambio las tragedias más hermosas se componen acerca de unas pocas familias, por ejemplo acerca de Alcmeón, Edipo, Orestes, Meleagro, Tiestes, Télefo y a cuantos otros les aconteció sea padecer, sea hacer cosas terribles.
Así pues, la tragedia más hermosa según la técnica poética surge de esta trama.

Por ello cometen también el mismo error quienes le reprochan a Eurípides que haga esto en las tragedias y que la mayoría de las suyas terminen en desgracia. Es que esto es, como queda dicho, correcto, y hay un indicio insigne, pues en los escenarios y los certámenes tales obras son vistas como las más trágicas, si es que se las representa correctamente, y Eurípides, aunque no administra bien los demás aspectos, no obstante es evidente que es al menos el más trágico de los poetas.

Es segunda la trama que algunos llaman primera, la que tiene la trama doble, como la Odisea, y termina de forma contraria para los personajes mejores y los peores. Y parece que es primera por la mala salud de los teatros. Es que los poetas van a la zaga de los espectadores escribiendo en función de sus deseos. Pero este placer no es el que procede de la tragedia sino que más bien es propio de la comedia. Pues en ella los que sean los peores enemigos en la historia, como Orestes y Egisto, al final salen convertidos en amigos y nadie muere a manos de nadie.



ΕΝ ΚΥΛΙΚΙ ΦΕΡΟΝΤΑ

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Esta entrada tiene siempre cierto éxito cuando llegan estas fechas. Por eso la remozo hoy, justo a los cinco años de publicarla. Se la dedico a la Mari Àngels, claro, que de pequeña sufrió con los mamporrazos de estos cabezudos; y después con algunas clases de griego, mal gestionado y peor explicado.


Cuando terminábamos el curso de Griego IV, leía con los alumnos el final del Fedón. Llegábamos al punto en que  el carcelero le presenta a Sócrates la cicuta (ἐν κύλικι φέροντα, "portándola en una copa"), y el atavismo de las fiestas podía más que los conocimientos de griego en los alumnos de Pamplona. 

¿A quién se le ocurre leer en kýliki phéronta? Desde luego no a un estudiante de esta ciudad. Y por eso, aunque hubieran hecho todos los semestres de griego habidos y por haber, todos pronunciaban, invariablemente, en KYLÍKI phéronta.

KYLÍKI o, en nuestra lengua, kiliki, criatura hermana de los cabezudos que pulula por estas tierras en las fiestas de Fermín, maldito Caravinagre que arreas zurriagazos a los pobres rapaces que se te cruzan en las calles y no saben quién es peor, si Escila o Caribdis, si zaldikos o kilikis.

Después de reírnos de aquel lapsus linguae, yo les explicaba a los alumnos que, en realidad, no iban tan descaminados. Desde luego el texto dice kýliki, dativo singular de kýlix, y a Sócrates no se le presentaron en la celda ni el Verrugón ni el Patata. Pero lo interesante del lapsus es que, en realidad, los kilikis (kylíkis) de Pamplona son geniecillos burlones que ocupan su lugar en la mitología de Grecia.

Kylíkis, búsquelo en el monumental Preller-Hosius quien no me crea, allí lo encontrará. Que Kylíkis es la denominación de una colectividad mítica (como los Sátiros, los Centauros, las Musas o las Nereidas) cuyos individuos, a diferencia de lo habitual en este género, no están asociados a las fuerzas de la naturaleza sino a la vida urbana, al bullicio jaranero de las calles empedradas, a las fiestas populares de Atenas, de Corinto y, por qué no, también de Pamplona.

Va por ti, Víctor Patricio, último alumno que se marcó un en kylíki phéronta, curso 2009-2010, ¡gracias!.

HIMNO HOMÉRICO A APOLO

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A una entrada sobre el Himno Homérico a Deméter la acompaña en el blog otra sobre Deméter y Perséfone en el mito y el ritual. En el blog se ha publicado hace pocas semanas un texto sobre Apolo. Esta nueva entrada se refiere al Himno Homérico mayor dedicado a este dios.


En el caso del Himno Homérico a Apolo la exposición no comienza hablando de su cronología como en la entrada sobre el Himno Homérico a Deméter sino del problema de su unidad. Hay discrepancias entre
  • los críticos que ven en el Himno a Apolo la yuxtaposición de dos poemas dedicados al dios de Delos y Delfos
  • y quienes creen que la composición sí constituye una unidad.
Por ejemplo, Richard Janko (“The Structure of the Homeric Hymns: A Study in Genre”, Hermes 109, 1981, 16-17) decía:
A la luz de la evidencia comparativa discutida previamente no debería ser necesario argumentar que éste [el supuesto Himno Délico] es un himno independiente y completo en sí mismo; sin embargo, la opinión contraria aún es defendida por unos pocos estudiosos.
El mismo punto de vista se mantiene en la obra clave de este autor en su faceta de homerista (cf. R. Janko, Homer, Hesiod and the Hymns: Diachronic Development in Epic Diction, Cambridge, 1982).

Por esas mismas fechas se publicaba también un libro de título programático (A.M. Miller From Delos to Delphi. A Literary Study of the Homeric Hymn to Apollo, Leiden, 1985) que presentaba un alegato a favor de la unidad del himno. La misma postura la defendía poco después Jenny S. Clay en un libro clave para la comprensión de los Himnos Homéricos mayores y su dimensión panhelénica (The Politics of Olympus: Form and Meaning in the Major Homeric Hymns, Princeton, 1989, 17-94).
En cambio, Martin West (Homeric Hymns. Homeric Apocrypha. Lives of Homer, Cambridge Mass.-Londres, 2003, 9-12) se volvió a manifestar a favor de la opción separatista.
Quienes descomponen esta obra en un Himno Délico y un Himno Pítico manejan distintos argumentos. Por un lado, a ningún lector se le escapa que hay divergencias temáticas entre las dos partes de que consta la composición.
  • En la primera porción del poema (1-178) la atención se centra en el nacimiento de Apolo en Delos y en cómo asciende desde la humilde cuna que representa esa isla hasta el puesto que le está destinado entre los dioses.
  • La segunda sección (179-544) trata un asunto que parece distinto, la búsqueda por parte de Apolo de una sede para su templo y cómo la encuentra en Delfos.
Por ello, West (Homeric Hymns..., 9) dice (como otros antes que él) que el Himno Délico tiene sentido como celebración de Apolo en la isla que supuestamente lo vio nacer; en cambio, el Himno Pítico debió de ser compuesto para su ejecución en Delfos.

Por supuesto es llamativa la estructura peculiar del texto, claramente dividido en dos partes. A propósito de ello es especialmente notable que la sección délica termina como terminan habitualmente los himnos independientes de la colección de Himnos Homéricos, según destaca, p. ej., Janko (“The Structure...”, 17-8):
Con una conclusión (165-178) que incluye, según la pauta genérica, un saludo al dios (165) y una referencia a otro canto (177-178); entre medias se incluye, y es un elemento totalmente singular, el sello poético de los versos 166-176.
Por eso se esperaría a priori que el Himno a Apolo acabara en el verso 178. El método estadístico aplicado por Janko (Homer, Hesiod and the Hymns, 99-132) detectó además que hay divergencias lingüísticas entre las dos partes del poema, punto que ya había advertido la crítica anterior manejando métodos tradicionales; así se puede ver en T.W. Allen, W.R. Halliday, y E.E. Sikes (eds.), The Homeric Hymns, Oxford, 1936, 185).

En este debate no han tenido solo relevancia los datos internos. A estos se han de añadir los datos de la tradición. Por ejemplo, Tucídides (3,104,4) cita y adscribe a Homero versos del Himno a Apolo (146-1450). La cita y su contexto ha hecho pensar a parte de la crítica que lo que conoce Tucídides es solo la primera parte del Himno, la délica, que él habría conocido como un himno independiente.

En el mismo sentido se ha interpretado la noticia de que en el templo de Ártemis en Delos existía un leýkoma o álbum en el que los delios habían puesto por escrito el Himno a Apolo: pero, según parece, solo su porción délica; así lo plantea algún estudioso (cf. K. Förstel, Untersuchungen zum Homerischen Apollonhymnos, Bochum, 71-81).
Lo cierto es que los testimonios del Himno a Apolo solo citan indistintamente versos de las dos secciones del poema a partir del S. II d. C.
Se debe recordar también que un escolio a las Nemeas de Píndaro (2,2 = 3,29 Drachmann) atribuye el Himno a Cineto de Quíos, quien debió de componer poemas en hexámetros para hacerlos circular bajo el nombre de Homero; según ese escolio, Cineto recitó poesía homérica en Siracusa entre los años 504 y 501 a. C. Si esta cronología es correcta, ello implicaría una fecha muy baja para la composición del Himno Homérico a Apolo; o quizá se debería pensar que en realidad Cineto fue quien refundió los dos himnos, o quien prolongó uno de ellos, y que esta tarea la efectuó quizá en la fecha de la que habla el escolio a Píndaro.

Todos estos materiales, internos y externos, han sido combinados por los estudiosos de manera muy diversa. A continuación se recuerda la formulación que le dio al problema West (Homeric Hymns..., 10-12) en 2003.
  • Según este crítico, la sección más antigua es la délfica, que habría sido compuesta después de la primera Guerra Sagrada y la destrucción de Crisa, según se explica en la entrada sobre Apolo. Posiblemente este Himno a Delfos independiente se habría compuesto para ser ejecutado cuando se instituyeron los Juegos Píticos (586 a. C.).
  • West supone que Cineto debió de componer unos cincuenta años después la parte délica del Himno a Apolo que ahora conocemos, y que lo hizo desde el conocimiento del himno pítico. En el himno délico de Cineto era además parte esencial la celebración de Homero y de los Homéridas, a cuyo número pertenecía Cineto; es significativo que esta celebración aparezca en el sello poético de 166-176.
  • Ahora bien, la historia del Himno a Apolo no concluyó con Cineto según West. Supone West que el tirano y mecenas Polícrates de Samos (cf. la entrada sobre la lírica monódica; y esta sobre Íbico y el tirano) le propuso a Cineto la elaboración de un himno délico-pítico porque quería celebrar en Delos un festival común del Apolo délico y el délfico; entonces Cineto habría compuesto nuestro Himno Homérico a Apolo uniendo el texto más antiguo y su propia composición.
Es fácil apreciar el carácter conjetural de la hipótesis de West. Y no extrañará que los defensores de la unidad del Himno hayan esgrimido contraargumentos sólidos, de manera que no se puede decir que haya hoy en día una hipótesis preferente.

Por eso conviene comentar la tesis unitaria de Clay (The Politics of Olympus..., 17-94). Esta filóloga recuerda la complejidad de la figura de Apolo y subraya que ni la porción délica ni la pítica del Himno dan cuenta por sí mismas de esa complejidad: en el momento de nacer (131-132) Apolo reclama tres honras que no serán suyas hasta que termine todo el poema.

Según Clay (The Politics of Olympus..., 19) hay, además, muchos paralelismos compositivos entre las dos porciones. Más aún, hay cuestiones que se plantean en la primera parte del himno y no reciben respuesta hasta la segunda.
Por ejemplo, cuando Leto le suplica, la isla de Delos da por supuesto que el dios que va a nacer en ella la abandonará para buscar otra sede: “un templo y sotos arbolados” (76). La parte délica se refiere también a los templos y sotos del dios en el priamel de los versos 140-145 (cf. 143). Pero en realidad no se habla de la adquisición de ese nuevo espacio, y del oráculo del dios (cf. 132), hasta la porción délfica; en ella se repite la fórmula “un templo y sotos arbolados” en 241 y 245.
Es cierto que en la primera porción del Himno a Apolo hay muchas cuestiones que quedan pendientes de respuesta hasta la segunda y que por ello el supuesto Himno Délico no se puede desgajar sin más de la segunda sección, la sección pítica.
  • Por ello quizá se deba reconocer que es verdad que hay disonancias entre las dos partes del texto y que puede que no hayan formado una unidad desde su origen.
  • Por otro lado, lo que se conserva es un texto único que se puede leer como unidad.
  • Por esto mismo parece preferible superar la discusión tradicional y centrarse en la lectura y análisis de un poema que ha llegado al siglo XXI como un todo.
  • Posiblemente, el propio análisis literario del Himno Homérico a Apolo pueda aportar los mejores argumentos en apoyo de la tesis unitaria, que aquí se asume de manera moderada.
En relación con la cronología del Himno Homérico a Apolo se ha comentado antes la tesis separatista de Janko: el himno délico es del 660 a. C. (más o menos) y el délfico del 585 a. C.
Prácticamente cada crítico que ha escrito sobre este punto ha propuesto una cronología propia. Con todo, se puede admitir, como teoría provisional de consenso, que la forma final del Himno a Apolo data de algún momento del siglo VI a. C. En cambio, si no tenemos seguridad de que el supuesto himno ejecutado en el festival de Delos haya existido alguna vez de manera independiente, parece preferible no discutir su más que hipotética cronología.
Aunque la ocasión de ejecución del Himno pudo ser cualquier fiesta dedicada a Apolo, los festivales más idóneos eran los celebrados en Delos y Delfos. Como el Himno a Deméter hace referencias a Eleusis, el Himno a Apolo hace lo propio con Delos y Delfos, las sedes por excelencia del culto a este dios. En cualquiera de esos dos santuarios tenía todo el sentido lo que nuestro poema cuenta sobre él. Quizá guarde relación con ello el hecho de que el Himno Homérico a Apolo adopte un enfoque panhelénico y evite los localismos más fuertes.

El texto del Himno a Apolo es un himno largo con dos secciones medias, dedicadas respectivamente al Apolo de Delos y al de Delfos.
  • En la primera de estas secciones (2-178) se exponen primero los atributos del dios y se introduce seguidamente un priamel (2-29); viene después una parte mítica (30-139) en la que se cuenta cómo Leto busca un lugar para dar a luz, cómo llega a Delos, el parto y los primeros momentos en la vida de Apolo.
  • Después, tras otro priamel (140-145), se repiten los atributos del dios y este es ensalzado evocando la fiesta celebrada en su honor en Delos (146-164); siguen las líneas 165-178, que representan una aparente conclusión (cf. supra).
  • Viene después la sección media dedicada al Apolo de Delfos (179-544), que comienza otra vez con la exposición de atributos del dios y un priamel (182-215). En el verso 216 comienza la segunda sección narrativa del himno, que llega hasta el verso 544: el rapsoda relata la búsqueda por parte de Apolo de una sede para su oráculo, cómo se establece en Delfos y cómo convierte luego en servidores del templo a unos marineros cretenses.
  • La conclusión (545-546) consta de un saludo al dios y la referencia a otro canto.
A continuación se comentan algunas peculiaridades narrativas del Himno a Apolo porque pueden sorprender al lector. Lo primero es la frecuencia con que el texto emplea el procedimiento del catálogo, en concreto el catálogo de topónimos.

En el Himno a Apolo se emplea en bastantes ocasiones el catálogo, en la sección délica (30-44) y en la délfica (216-230, 240-244, 409-412, 422-431). El procedimiento presenta siempre las etapas en el peregrinar de un personaje, Leto en el primero de los ejemplos y su hijo Apolo en los catálogos de la parte délfica; en estos el dios recorre distintos lugares solo o con los marineros de Creta.

Muy en concreto, los topónimos parecen hitos de un periplo en dos pasajes:
  • en los versos 30 y siguientes, donde se resume el viaje de Leto cuando busca un lugar para dar a luz;
  • en los versos 409 y siguientes, donde se recuerdan de los sitios que costea la nave de los cretenses mientras viajan hacia Crisa.
Para valorar correctamente el procedimiento del catálogo se debe aclarar que este es usual en la épica homérica y, sobre todo, en la poesía hesiódica; su uso conecta el Himno a Apolo con formas arcaicas de narrar. Más allá de esta observación, se ha de señalar que este modo narrativo es muy funcional en el texto porque presenta de manera plástica las etapas que deben completar los protagonistas hasta llegar a sus destinos:
  • Delos en el caso de Leto:
  • Delfos, por vías distintas (tierra y mar) en el caso de Apolo y los cretenses.
La enumeración de las etapas en los catálogos de topónimos recrea la progresión en tres viajes que el público percibiría como trabajosos.

Puede llamar también la atención que en ocasiones la narración del Himno a Apolo se detenga y dé paso a digresiones. En este sentido nos podemos fijar, primero, en los versos 230-238.
Mientras busca una sede para su oráculo, Apolo llega a Onquesto. La narración del viaje del dios se detiene en este lugar. Después leemos la explicación de un extraño ritual que se celebra en honor a Posidón en ese sitio: hasta donde podemos saber, parece que se trata de un rito de adivinación.
Tradicionalmente se ha considerado que este pasaje es una digresión y que no tiene relación con el tema del himno. Desde luego es cierto que la digresión sobre Onquesto parece poco funcional desde el punto de vista narrativo.
Pero interesa destacar que el episodio de Onquesto sí es funcional dentro del Himno Homérico a Apolo porque sirve para recordar que Apolo no se puede establecer en una sede ocupada ya por otro dios (en este caso, Posidón).
Hay incluso rupturas más notables de las pautas narrativas habituales en la épica. En este sentido se ha de llamar la atención sobre la digresión acerca del nacimiento de Tifón (versos 305-355).

Puede sorprender que se dediquen cincuenta versos a un personaje cuya única relación con Apolo consiste en que fue criado por la dragona a la que el dios necesita matar para establecerse en Crisa. De hecho la crítica ha considerado que el episodio no era pertinente y debía ser considerado como una interpolación.
La cuestión puede ser otra: que los hábitos narrativos de los autores de los Himnos Homéricos no coinciden ni con los nuestros ni tampoco con los de la Ilíada o la Odisea, al menos no al cien por cien, a pesar de sus muchas interrelaciones.
Se ha de notar que, pese a todo lo dicho por tantos filólogos, el episodio de Tifón sí es funcional, según ha mostrado Clay (The Politics of Olympus..., 64-71). Y lo es porque Tifón se convierte en el Himno a Apolo en contrapunto de este dios.
  • Tifón, el hijo de la esposa de Zeus, Hera, es una amenaza para el dios supremo, al que intenta derrocar, según se dice en la Teogonía(820-868); en cambio, el hijo de Zeus y Leto, quien ya ha demostrado que no es una amenaza como se temió al principio del Himno (cf. 67-69), será quien ocupe el puesto al lado de su padre Zeus.
  • Tras acabar con la dragona, nodriza de Tifón, Apolo tendrá, al fin, un oráculo en Delfos y tomará posesión de todas las prerrogativas que le estaban destinadas según anuncian los versos 131-132 del Himno Homérico a Apolo:

“Sean míos la cítara y el curvo arco;
proclamaré a los hombres de Zeus la inflexible voluntad”.
(trad. José B. Torres)



ARISTÓTELES: POÉTICA 14

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Este capítulo 14, que sigue al 13 y va (perdón) antes del 15, trata sobre un punto fundamental en la teoría aristotélica de la tragedia y, en realidad, de toda obra con argumento o trama: la concatenación de los acontecimientos.


[1453b] Pues bien, lo pavoroso y que despierta compasión puede proceder, por un lado, del espectáculo pero también de la propia concatenación de los acontecimientos, lo cual es superior y propio de un mejor poeta.
Es que es preciso que la historia esté trabada de tal forma que, aun sin ver, el que oye que se producen los acontecimientos se espante y sienta compasión por lo ocurrido: justo lo que le pasaría a uno al oír la historia de Edipo. 
En cambio, el producir esto a través del espectáculo es menos hábil y requiere una empresa pública.

Quienes no producen lo pavoroso mediante el espectáculo sino solo lo portentoso no tienen nada que ver con la tragedia; es que no se ha de buscar en la tragedia cualquier placer sino el que le es propio. Y, dado que el poeta debe procurar el placer que procede de la compasión y el miedo a través de la imitación, es evidente que esto ha de insertarse en los acontecimientos. Así pues, abordemos qué clase de acontecimientos parecen terribles o cuáles lastimeros.
Es necesario que las acciones de este tipo lo sean de personas que son amigas entre sí o enemigas o ni lo uno ni lo otro.
Por tanto, si es que se trata de un rival enfrentado a otro rival, ni hace ni trama nada que despierte compasión, salvo por lo patético en sí; tampoco si no son ni amigos ni enemigos.
Pero, cuando lo patético surge en las relaciones íntimas, por ejemplo si un hermano mata a su hermano o un hijo a su padre o una madre a su hijo o un hijo a su madre, o lo pretende o hace alguna otra cosa de este cariz, esto es lo que se ha de perseguir.
Así pues, las historias transmitidas no se pueden descomponer (digo, por ejemplo, que Clitemestra muera a manos de Orestes y Erífila a manos de Alcmeón), pero es preciso dar con ellas por uno mismo y emplear bien las materias tradicionales.
Digamos de manera más clara a qué llamamos ‘bien’.
Ocurre que la acción puede suceder así, como los antiguos hacían figuras que obraban a sabiendas y con conocimiento, según presentó también Eurípides a Medea matando a sus hijos.
Pero también se puede hacer algo y, sin saber que se ha cometido el acto terrible, reconocer después, más tarde, la relación íntima, tal y como hace el Edipo de Sófocles; pues bien, esto ocurre fuera del drama, y en la misma tragedia, por ejemplo, lo hacen el Alcmeón de Astidamante o el Telégono del Odiseo herido. Hay aún una tercera posibilidad junto a estas, que, yendo a hacer algo irremediable por ignorancia, se reconozca antes de hacerlo. 
Y no hay ninguna otra posibilidad al margen de estas pues, por fuerza, o se actúa o no se actúa, y se hace a sabiendas o sin saberlo.

De estas posibilidades la peor es el pretender algo a sabiendas y no hacerlo, pues genera rechazo y no es trágico ya que carece del elemento patético. Por ello nadie compone de esta manera [1454a], si no es pocas veces, como pasa en Antígona entre Hemón y Creonte. La segunda posibilidad es actuar. Pero es mejor el actuar en la ignorancia y, tras actuar, reconocerlo, pues no hay nada en ello que genere rechazo y el reconocimiento es contundente.

Lo más efectivo es el último caso. Digo, por ejemplo: en Cresfontes Mérope iba a matar a su hijo pero no lo mató sino que lo reconoció. Y, en Ifigenia, la hermana reconoció al hermano y, en Hele, el hijo a su madre cuando la iba a entregar. Por esto, como queda dicho hace un rato, las tragedias no tratan de muchos linajes. Sucede que, indagando, descubrieron no por arte sino por azar el presentar tal contenido en las historias. Así pues, se ven forzados a encararse con estas familias, a cuantas les han ocurrido padecimientos de tal tipo.

Por tanto, queda dicho esto de manera suficiente acerca de la concatenación de los acontecimientos y de qué índole deben ser las historias.




CULTURA Y LITERATURA ORALES EN LA GRECIA ARCAICA

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Hablar de la cultura y literatura oral de Grecia es, para mí, volver al menos a 1988. Ya no es mi tema preferente de estudio. Pero sigo convencido de que no se puede entender la cultura arcaica de Grecia sin hablar de su carácter oral. Por eso retomo y retoco esta entrada publicada hace casi siete años.

La Grecia de época arcaica presenta características culturales peculiares que han de ser expuestas antes de proceder al estudio de los géneros y autores más señalados del momento.

Cuando hablo de “características culturales peculiares” no me refiero únicamente a factores sociopolíticos sino, ante todo, al hecho de que la Grecia de los siglos VIII a. C. y siguientes vivía aún en un estadio de oralidad orgánica, compatible con una difusión relativa de la escritura.

Los puntos que seguiré en la entrada serán éstos:

1. CARACTERÍSTICAS DE LAS CULTURAS ORALES
2. LA CULTURA ORAL EN EL CASO GRIEGO
3. LA ORALIDAD EN GRECIA: LOS DATOS ARQUEOLÓGICOS
4. EL TRÁNSITO DE LA ORALIDAD A LA CULTURA O LITERATURA ESCRITAS
5. EFECTOS DE LA ORALIDAD EN EL HECHO LITERARIO


1. CARACTERÍSTICAS DE LAS CULTURAS ORALES

Empezaremos planteando desde una perspectiva antropológica la cuestión de las características de cualquier cultura oral. La bibliografía dedicada a esta cuestión es enormemente amplia. Con todo, entiendo que sigue constituyendo un texto útil, a pesar de los años, el libro escrito por W. J. Ong (1987 [1982]) sobre el tema:
ONG, W.J., Oralidad y escritura: tecnologías de la palabra, México, 1987 [1982].
Según hace Ong en su libro, es imprescindible reflexionar sobre las restricciones que impone a cualquier cultura el hecho de carecer del soporte técnico de la escritura. Para ello partiremos de un ejercicio mental: considérense todas las operaciones y objetos de nuestro modus vivendi que dejarían de ser o cambiarían radicalmente de forma sin el apoyo tecnológico de la escritura:
  • lo más obvio: desaparecerían los anuncios escritos, los periódicos, las bibliotecas... ;
  • al ser imposible transmitir conocimientos por vía escrita se haría también imposible acumular indefinidamente conocimientos (porque el recordar, si no el saber, ocupa lugar);
  • por tanto, se haría imposible (o se dificultaría enormemente) el desarrollo de conocimientos complejos;
  • de ahí que la desaparición de la escritura produciría un efecto directo en el desarrollo tecnológico: sin escritura no habríamos podido desarrollar actividades tan elaboradas como la industria del automóvil, los satélites espaciales, Internet, las operaciones a corazón abierto...
Nótese que, sin escritura, el único medio válido para almacenar experiencias o conocimientos es la memoria.
Pero ésta es, a fin de cuentas, un recurso limitado; por ello, la cultura oral (cualquiera) sólo recuerda aquello que considera que merece el esfuerzo de ser recordado.
En síntesis:
  • Una moraleja (casi demasiado obvia): la presencia o ausencia de escritura determina las características de una cultura.
  • Curiosamente fue en un mundo oral donde nació la primera literatura y cultura de Occidente.

2. LA CULTURA ORAL EN EL CASO GRIEGO

A la oralidad en el caso de la cultura griega arcaica se refiere de manera específica la obra fundamental de Eric Havelock (1994 [1963]: Preface to Plato, Oxford, 1963 - mira las entradas 14. Primera filosofía griega, 30. Platón como nudo gordiano de la cultura griega).
En este libro el autor trasciende el concepto del “Homero, poeta oral” desarrollado por M. Parry (mira en la bibliografía final A. Parry 1971).
Recuerdo que Parry había comenzado hablando de la épica homérica como épica tradicional para interpretarla después como épica oral por comparación con la épica oral viva de Serbia.
Havelock trascendió el concepto de que la literatura griega arcaica era una literatura oral para referirse al conjunto de la cultura griega arcaica como una cultura oral. Es oportuno recordar que, pese a su título, Preface to Plato no es una introducción a Platón: es un análisis de los presupuestos desde los que escribe Platón – y esos presupuestos son los propios de una cultura oral.
Havelock inicia su argumentación discutiendo el ataque de Platón a la poesía en República (libros III y X). Así constata dos hechos llamativos:
  • Que Platón atribuye a la poesía una función que a nosotros nos resulta ajena: la función educativa; el problema de la poesía no se plantea en Platón en términos de cuestión estética.
  • Que Platón critica la condición mimética que impone la poesía en la cadena creación-ejecución-recepción.
Es decir, el acto de creación es un acto de imitación, mivmhsi", y que el filósofo diga eso no nos resulta sorprendente. Tampoco lo será reconocer que el ejecutor también efectúa una mivmhsi". Ahora bien, ¿en qué sentido adopta una actitud mimética el receptor?
A cuestión tan capital no podemos darle una respuesta inmediata. Havelock, para explicar este hecho, debe plantear su hipótesis según la cual la poesía arcaica griega habría sido una “enciclopedia tribal”. Nótese que, según parece (ampliaremos la cuestión en el punto siguiente), la escritura no se introdujo en Grecia hasta bien avanzado el S. VIII.
  • Pero, pese a ello, la Grecia arcaica siguió siendo orgánicamente oral.
  • En esa tradición oral preplatónica (afirma Havelock) el contacto con la poesía comportaba la educación en una “enciclopedia tribal”:
Conjunto de saberes tradicionales que constituyen el patrimonio cultural de la comunidad y se intercalan en la narración poética.
Obsérvese que, según esta hipótesis, la función principal de la poesía oral es la función educativa: transmitir la “enciclopedia tribal”, los saberes tradicionales en una sociedad que carece de la ayuda de la escritura. Si ello es así, ahora se puede entender la dificultad del texto de Platón que hablaba de la actitud mimética del receptor:
Para que la poesía cumpla su función educativa en una cultura oral es necesario que el receptor se identifique con el canto, lo interiorice y lo memorice de manera acrítica: esa es la razón de que Platón identifique cierto tipo de mímesis en los oyentes de esta poesía.
Pero se ha de introducir una precisión sobre la tesis de la “enciclopedia tribal” y de la poesía de Homero como “texto educativo”. No se trata de que Ilíada y Odisea hayan sido compuestas con una intención pedagógica: más bien, se ha de reconocer una duplicidad de funciones de la poesía y del poeta tradicionales:
  • La poesía tradicional es educativa // y a la vez es recreativa.
  • El poeta tradicional es un enciclopedista tribal // y a la vez es un narrador de historias.
  • La poesía tradicional es informe // y a la vez es narración.
  • La poesía tradicional es verdad // y a la vez es engaño.
Las dos funciones son inseparables. Es posible que el emisor-receptor sean sólo conscientes de la función recreativa; pero la educativa es, socialmente, la función más importante. Por cierto: Hesíodo parece dar cuenta por primera vez de esta duplicidad de funciones de la poesía, en Teogonía 27-28:
i[dmen yeuvdea polla; levgein ejtuvmoisin oJmoi`a,
i[dmen d∆ eu\t∆ ejqevlwmen ajlhqeva ghruvsasqai
"Sabemos decir muchas mentiras que semejan ser ciertas;
pero sabemos, cuando queremos, cantar verdades" (trad. José B. Torres).

Aquí no vamos a perseguir hasta el final la cuestión del ataque platónico a la cultura oral, es decir, no se va a entrar en el detalle de por qué entiende Platón que la educación tradicional se opone al modelo educativo de la filosofía. Pero sí puede ser interesante llamar la atención sobre el hecho de que, como señala Havelock, los contenidos de la enciclopedia tribal debían adoptar forma narrativa: se debían insertar en una narración porque tenían que obedecer a tres parámetros para poder ser memorizables. Éstos son los parámetros de:
  • temporalidad (“Homero” no habla en términos intemporales);
  • parataxis (“Homero” no establece relaciones de causa-efecto);
  • personificación (“Homero” no hace abstracciones).
Por ejemplo, Homero no establece principios morales: pero uno sabe cómo debe actuar (o no actuar) sobre la base de lo que el poeta cuenta que, en una ocasión concreta hicieron (o no hicieron) Aquiles u Odiseo.
En el ámbito de los fenómenos físicos también hay personas que deciden sobre ellos, aunque en este segundo caso no se trata de personas humanas sino de los dioses, según indica, p. ej.,  la expresión griega “Zeus llueve", esto es, "Zeus hace llover”.
Lo anterior explica también que las especulaciones sobre el mundo y el hombre no se plasman dentro de la cultura oral en proposiciones abstractas, intemporales y basadas en relaciones de causa-efecto. Las especulaciones sobre el mundo y el hombre se plasman, en una cultura funcionalmente oral, en forma de mitos, es decir: relatos tradicionales, protagonizados por personajes extraordinarios, que se desarrollan en un tiempo primordial y cumplen una función especulativa.


3. LA ORALIDAD EN GRECIA: LOS DATOS ARQUEOLÓGICOS

Las hipótesis de Havelock y de aquellos que han escrito siguiendo su estela es compatible con los datos arqueológicos. Algo se ha dicho ya al respecto:
  • que la escritura parece no haberse introducido en Grecia hasta una fecha relativamente tardía: en el S. VIII a. C. es cuando se atestiguan nuestras inscripciones alfabéticas más antiguas (en el vaso ático de Dípilon);
  • ahora bien, también ha de tenerse en cuenta que esto es un dato ex silentio: se pueden haber perdido inscripciones anteriores;
  • pero, como después indicaremos, hay algún otro dato que da a entender que la importación del alefato fenicio no pudo ser muy anterior a esa fecha.
Recuerdo, primeramente, que, cuando se introduce la escritura en Grecia, se trata más de una reintroducción que de una introducción en sentido absoluto, pues para notar el griego ya se habían empleado anteriormente en el segundo milenio a. C. otros sistemas de escritura:
  • El silabario micénico (lineal B).
  • El silabario chipriota.
En el primer milenio, como mínimo desde el S. VIII a. C., se emplea el alfabeto fenicio para notar el griego, manteniendo las figuras de las letras y su orden. Ahora bien, los griegos reutilizaron ciertos signos del alefato para notar las vocales (que en las lenguas semíticas no se notan mediante un grafema específico). De otro lado, es importante señalar que los griegos importaron, para la kappa y la tau, formas que sólo emplearon los fenicios a partir del 850 a. C. (aproximadamente).
Por tanto, este dato funciona como terminus post quem: según parece, los griegos no pudieron adaptar el alfabeto antes de esa fecha.
Por otra parte, no se sabe con exactitud en qué lugar pudo producirse la adopción del alefato. Chipre sería un buen candidato si no fuera porque allí ya existía un silabario. Otros han propuesto que Rodas pudo ser el lugar de nacimiento del primer alfabeto griego.

Para valorar la cuestión del peso que pudo tener en la oralidad la introducción de la escritura se ha de tener en cuenta, ante todo, que en el S. VIII a. C. debía de ser aún una innovación tecnológica, con una difusión muy relativa, tanto por el número de los que sabían escribir como por el de los que sabían leer. De hecho, por lo que podemos saber a partir de la evidencia, el grado de alfabetización en la Grecia arcaica no debió de ser nunca tan alto como para que pudieran superarse los hábitos culturales propios de las situaciones de oralidad funcional u orgánica.
Nótese, en este sentido, que la oralidad orgánica es algo distinto de la oralidad absoluta y que, más aún, la oralidad orgánica es incluso compatible con el conocimiento de la escritura.
Las barreras que había de superar la escritura para imponerse sobre la oralidad eran también barreras de tipo material que dificultaban la difusión de la lectura y escritura, como por ejemplo
  • Las prácticas de escritura: la escritura de izquierda a derecha tardó en imponerse y desbancar la escritura de derecha a izquierda (sistema típico del fenicio) o la escritura en boustrofhdovn.
  • Había, además, escasez de materiales escriptorios adecuados: por supuesto, se podía recurrir a las inscripciones en piedra o metal, a las inscripciones vasculares…; las tablillas de cera (deltíon), por su parte, eran perecederas; y no parece verosímil que en los SS. VIII / VII hubiese ya una gran disponibilidad de papiros.
  • De hecho, hasta el S. V a. C. no se documentan los primeros rollos griegos de papiro (obviamente no conservados).

4. EL TRÁNSITO DE LA ORALIDAD A LA CULTURA O LITERATURA ESCRITAS

El paso siguiente de la exposición recordará que el tránsito de la oralidad a la cultura o literatura escritas debió de ser un proceso lento y paulatino. Cabrá indicar, muy en síntesis, que se sucedieron, y se superpusieron, las siguientes fases:
  • La fase de la oralidad pura, representada (quizá) por la poesía épica arcaica; en esta fase, según los oralistas, coinciden composición, ejecución y transmisión; más aún, en la literatura oral no importa tanto el autor como el auditorio: por ello la conciencia de autor tarda en desarrollarse.
  • Debió de venir a continuación una fase mixta, en la que obras compuestas con ayuda de la escritura se ejecutaban oralmente y se confiaban después a las copias escritas para garantizar su preservación. Éste puede ser el estadio que representan, p. ej., la poesía de Píndaro o la tragedia clásica.
  • La fase final del proceso surge en el momento en que composición, ejecución y transmisión, ya desligadas entre sí, se efectúan a través de la escritura y, en su caso (por lo que se refiere a la ejecución, ahora simple recepción), de la lectura.
Tucídides representa a todos los efectos esta fase en la que la literatura griega es ya puramente literatura escrita, de composición y recepción escrita:
A diferencia de Heródoto, Tucídides no piensa en la ejecución pública de su obra; mira el capítulo I 22 de su Historia. El receptor de Tucídides es ahora el lector y, se ha dicho, incluso la compleja forma de escribir del autor puede responder a su deseo de obligar a los receptores a una lectura atenta.

5. EFECTOS DE LA ORALIDAD EN EL HECHO LITERARIO

Una última cuestión que ha de ser tratada es la que se refiere a los efectos de la oralidad en el hecho literario. Nosotros, que sólo tenemos un acceso mediato a las obras de la literatura arcaica, apreciamos la supuesta oralidad de los textos a través de del recurso de estos textos a la repetición (mira lo que dicen Parry 1971; Hainsworth 1981; Torres 1994...), en distintos niveles:
  • hay repetición de sonidos (en el nivel del ritmo),
  • hay repetición de grupos verbales (en el nivel de las fórmulas),
  • y hay repetición de elementos argumentales (en el nivel de los motivos).
La repetición de sonidos en los poemas es indicio de su atención a los aspectos “aurales” (eufónicos). De hecho, la eufonía de los poemas homéricos es muy notable.
Más allá del recurso evidente a la estructura rítmica del hexámetro (que también cumple una función eufónica), puede comentarse que en los poemas es habitual encontrarnos también con fenómenos quizá menos conocidos como:
  • Aliteraciones: dolicovskion e[gco"; o, con onomatopeya, livgxe biov" (“vibró el arco”, Ilíada IV 125).
  • Rimas finales: hay fórmulas con rima final, como el conocido merovpwn ajnqrwvpwn (“hombres dotados de palabra”); y también hay versos con rima final: nh`a me;n oi{ ge mevlainan ejp∆ hjpeivroio e[russan uJyou ejpi; yamavqoi", uJpo; d∆ e{rmata makra; tavnussan (“La negra nave a tierra firme sacaron / en lo alto, sobre la arena, y debajo gruesas escoras dispusieron”, Ilíada I 485-6).
  • Rimas internas: plhsivai ai{ g∆ h{sqhn, kaka; de; Trwvessi medevsqhn (“a éstas, que se hallaban cerca, les agradó, y tramaron males contra los troyanos”, Ilíada IV 21).
Estos tres aspectos (sólo un botón de muestra) apuntan al hecho de que la poesía homérica estaba concebida para su ejecución oral. Pero, al tiempo, aspectos como las rimas podían cumplir también un papel en el proceso de composición al facilitarla. Ahora bien, las repeticiones que apuntan de manera más clara a facilitar la composición oral son, como es sabido, las de los otros dos niveles.
  • repeticiones de grupos verbales;
  • repeticiones de elementos argumentales.
Por no extender demasiado la exposición nos centraremos en el caso de las fórmulas, sobre las que se ha trabajado más cuando se ha intentado demostrar que Homero era fruto de una composición oral.
Que el texto de Homero está cuajado de fórmulas lo ejemplifica un rastreo de las fórmulas presentes al principio de la Ilíada, en Ilíada I 1 – 25 (así lo hizo ya Milman Parry).
Pero en los poemas homéricos no hay sólo fórmulas, “grupos de palabras que se repiten en las mismas condiciones métricas para expresar una idea esencial dada” (según definición de Parry). Más aún, los estudios de Parry (y Lord, y quienes les siguieron) indicaron que hay sistemas formulares económicos, caracterizados por su extensión y amplitud.
  • P. ej., en el eje sintagmático, todas las fórmulas referidas a Aquiles que rellenan las distintas sedes métricas del hexámetro.
  • De otro lado, en el eje paradigmático se hallan las otras fórmulas de que dispone el aedo para referirse a los otros héroes épicos.
La gran pregunta es: ¿por qué?; ¿para qué sirven estos sistemas formulares?
Parry, tras entrar en contacto con los guzlaris serbios (aquí aparece un ejemplo de sus recitaciones), respondió a esta pregunta cambiando su concepto de “épica tradicional” por el de “épica oral”. Es decir, Parry entendía que, si existen sistemas formulares tan desarrollados en la épica homérica, es en función de su composición oral.
Entiendo que aquí no podemos enzarzarnos en la cuestión sin respuesta sobre si Homero compuso sus poemas con o sin ayuda de la escritura; mira la entrada siguiente, 02. Homero y las “cuestiones homéricas”. Más bien me interesa señalar que los fenómenos considerados por los críticos como característicos de la composición oral también pueden ser identificados por cualquiera de nosotros en los textos. En concreto, Peabody (1975, 3-4) consideró que hay cinco criterios básicos que permiten reconocer la impronta oral de un texto:
  • la redundancia en el uso del sonido (criterio fonémico);
  • el empleo de expresiones recurrentes (criterio de la fórmula);
  • la adecuación de los períodos sintácticos a la unidad métrica del verso (criterio del encabalgamiento);
  • el empleo de motivos narrativos recurrentes (criterio temático);
  • y la existencia de variantes textuales que no se pueden explicar por el proceso de transmisión escrita (criterio del canto).
Ciertamente, alguno de estos criterios sólo puede ser reconocido sobre la base del texto griego (el fonémico). De otra parte, el criterio del canto obliga a poseer nociones de crítica del texto. Pero incluso en una traducción, si ésta es fiel, seguiremos apreciando los otros tres criterios (el de la fórmula, el del encabalgamiento y el temático); y, más importante aún, deberíamos ser capaces de apreciar además lo que diferencia formalmente a la épica arcaica de la épica escrita compuesta en épocas posteriores, en Grecia o fuera de Grecia.



ALGUNAS REFERENCIAS:

* Sobre la historia de Grecia en la época arcaica:
BENGTSON, H., Historia de Grecia, Madrid, 1986 (Griechische Geschichte, Múnich, 1965).
FINLEY, M.I., La grecia primitiva: Edad del Bronce y Era Arcaica, Barcelona, 1983.
GÓMEZ PANTOJA, J. (ed.), Historia Antigua (Grecia y Roma), Barcelona, 2003.
MURRAY, O., Grecia arcaica, Madrid, 1981.

* Trabajos sobre oralidad:
FERNÁNDEZ DELGADO, J. A., “Los estudios de poesia oral cincuenta años después de su ‘descubrimiento’”, Anuario de Estudios Filologicos (Universidad de Extremadura) 6 (1983), pp. 63-90.
FERNÁNDEZ DELGADO, J.A., “La oralidad en la literatura griega”, en Actas del VIII Congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid, 1994, tomo II, pp. 5-31.
FINNEGAN, R., Oral Poetry: Its Nature, Significance and Social Context, Cambridge, 1977.
FOLEY, J.M., Oral Formulaic Theory and Research. An Introduction and Annotated Bibliography, Nueva York, 1985.
FOLEY, J.M., The Theory of Oral Composition: History and Methodology, Bloomington-Indianápolis, 1988.
GENTILI, B., “Poeta-comitente-público”, en R. Bianchi Bandinelli (ed.), Historia y civilización de los griegos. III. Grecia en la época de Pericles, Barcelona, 1981, pp. 213-261 (Storia e Civilitá dei Greci, Milán, 1979).
HAINSWORTH, J.B., “Criteri di oralità nella poesia arcaica non omerica”, en C. Brillante, M. Cantilena y C.O. Pavese (eds.) I poemi epici rapsodici non omerici e la tradizione orale, Padua, 1981, pp. 3-19.
HAVELOCK, E.A., Prefacio a Platón, Madrid, 1994 (Preface to Plato, Oxford, 1963).
JENSEN, M.S., The Homeric Question and the Oral-Formulaic Theory, Copenhague, 1980.
LORD, A.B., The Singer of Tales, Cambridge Mass., 1960.
LORD, A.B., “The Nature of Oral Poetry”, en J.M. Foley (ed.) Comparative Research on Oral Traditions. A Memorial for Milman Parry, Columbus-Ohio, 1987, pp. 313-349.
MINCHIN, E. (ed.), Orality, Literacy and Performance in the Ancient World, Leiden, 2012.
MACKAY, E.A. (ed.), Orality, Literacy, Memory in the Ancient Greek and Roman World Leiden, 2008.
NAGY, G., Poetry as Performance: Homer and Beyond, Cambridge, 1996.
NAGY, G., Homeric Questions, Austin, 1996.
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PARRY, A. (ed.), The Making of Homeric Verse. The Collected Papers of Milman Parry, Oxford, 1971.
PEABODY, B. (1975), The Winged Word. A Study in the Technique of Ancient Greek Oral Composition as seen principally through Hesiod's "Works & Days", Albany.
RODRÍGUEZ MAYORGAS, A., Arqueología de la palabra: oralidad y escritura en el mundo antiguo, Barcelona, 2010.
SCODEL, R. (ed.), Between Orality and Literacy: Communication and Adaptation in Antiquity, Leiden, 2014.
SIGNES CODOÑER, J., Escritura y literatura en la Grecia arcaica, Madrid, 2004.
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TORRES, J.B., “Teoría oralista y análisis oral: I. Método de trabajo”, CFC (egi) 4 (1994), pp. 257-277.
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ZUMTHOR, P., Introducción a la poesía oral, Madrid, 1991 [1983].




ARISTÓTELES: POÉTICA 15

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Que no. Que no. Que Aristóteles, en la Poética, no habla de personajes, que solo habla de caracteres. Sin psicología también hay literatura. No digo yo que no esté bien la psicología. Pero va en serio: sin psicología también hay literatura.


En relación con los caracteres son cuatro las cosas a las que se ha de tender.

Uno, y lo primero, que sean buenos. Se tendrá carácter si es que, tal y como se dijo, la palabra o la acción hacen evidente una elección, cualquiera que sea; y será bueno si la elección lo es. Lo hay en cada género, pues también una mujer es buena, y lo es el esclavo, aun cuando quizá entre estos la una es inferior y el otro completamente vil.

Lo segundo es el que sea adecuado. Es que existe el carácter varonil, pero no se adecua a una mujer el que sea tan varonil o inteligente.

Lo tercero es que sea semejante, pues es, como queda dicho, una cosa distinta del presentar el carácter bueno y adecuado.

Lo cuarto, que sea consistente. Pues, aunque sea alguien inconstante el que proporciona el objeto de imitación y se dé por supuesto un carácter de tal tipo, no obstante es preciso que sea inconstante de manera consistente.
Hay un ejemplo de maldad de carácter no necesaria como el Menelao del Orestes, y del inconveniente y no adecuado lo es el treno de Odiseo en la Escila y el parlamento de Melanipa; de la inconstancia lo es la Ifigenia en Áulide, pues la que suplica no se parece en nada a la de después. 
Es necesario, tanto en los caracteres como también en la concatenación de los acontecimientos, buscar siempre o lo necesario o lo verosímil, de forma que sea o necesario o verosímil el que tal persona diga o haga tales cosas, y que sea o necesario o verosímil que lo uno suceda después de lo otro.

Así pues, resulta evidente que también es preciso que los desenlaces de las historias ocurran a partir de la propia historia [1454b] y no a partir de los efectos escénicos como en Medea y, en la Ilíada, lo que se refiere a la partida de las naves. No obstante, se han de emplear los efectos escénicos para lo que sucede fuera del drama, cuanto ha pasado antes sin ser posible que un ser humano lo supiera o cuanto vendrá después, lo cual requiere ser predicho y anunciado: es que a los dioses les concedemos verlo todo. Que no haya nada ilógico en los acontecimientos y, si no, que pase fuera de la tragedia, como lo que ocurre en el Edipo de Sófocles.

Dado que la tragedia es imitación de personas mejores que nosotros, se debe imitar a los buenos retratistas, pues también ellos, cuando reproducen la forma propia de cada uno, aun haciéndolos semejantes los pintan más bellos. Así también el poeta, cuando imita a individuos irascibles e indolentes y que tienen en sus caracteres las otras propiedades tales, debe hacerlos cabales aun siendo así, como hicieron con Aquiles [un ejemplo de rigidez] Agatón y Homero. Por esto, en efecto, se ha de velar, y además de ello por lo que linda con las sensaciones que acompañan por fuerza a la poética, pues también en lo que se refiere a ellas se puede errar muchas veces. Pero de ello se ha hablado de manera suficiente en las obras editadas.


LAS DIEZ PALABRAS MÁS HERMOSAS DEL GRIEGO

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Para María Ángeles: divinas palabras.

Hace muchos años leí en algún periódico un artículo a propósito de las palabras más hermosas del castellano. El articulista no había hecho la selección. Les había propuesto un cuestionario a una serie de autoridades (Borges, por ejemplo) y ellos habían respondido con sus listas personales. Pongamos que esto sucedió hace treinta años. Aún recuerdo que Borges incluía en su canon léxico “hexámetro”: κατὰ τὸν δαίμονα ἑαυτοῦ.

Acabo de escribir en Google diez / palabras / más / hermosas / español y me devuelve 1.310.000 resultados. 

Está claro que estas selecciones son enormemente subjetivas. Seguro que no es fácil que todos o nadie esté de acuerdo con las opciones del vecino. Pero me parece un ejercicio sugerente. Por ello hará un mes empecé a escribir una lista con mis diez palabras más hermosas del griego (si se hace en castellano y hay afición, ¿por qué no en griego?). Después he dedicado unas semanas a decantar: ampliar, eliminar, sustituir, reconsiderar…

El resultado final, y sin embargo provisional, es esta lista de diez: diez de diez. De momento las cuelgo así, sin comentarios, solo con traducción. Ojalá la lista adquiera vida y se pueda enriquecer a partir de los comentarios de lectores del blog, aun en medio del verano; o precisamente porque estamos en verano.

La discusión resultó muy viva cuando propuse mis diez novelas capitales de la literatura universal. Y las diez (más una) obras básicas de la literatura griega. ¿Por qué no ahora? De entrada seguro que la pregunta obvia sobre la que cabe pensar es qué hace que una palabra sea hermosa y otra no.


ῥοδοδάκτυλος, "de dedos de rosa".

κορυθαίολος, "de yelmo tremolante".

ὀλολυγή, "lamento".

θάλασσα, "mar".

ἀγέλη, "rebaño".

βουστροφηδόν, "a la manera del buey que retorma".

ἀηδών, "ruiseñor".

μίμησις, "imitación".

πανδοχεῖον, "posada".

ἀεί, "siempre".




ARISTÓTELES: POÉTICA 16

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Un tema apasionante. El reconocimiento. Procedimiento clave en el tipo de intriga que manejaban las literaturas de la Antigüedad. Y las de siglos posteriores, con todos sus matices.

Antes se ha dicho qué es el reconocimiento. Por sus especies, el primero es el menos artístico y del que más se sirven por falta de medios, el que se produce por las señales. De estas las unas son congénitas como “la lanza que portan los Nacidos de la Tierra” o las estrellas que presentó en el Tiestes Cárcino; otras son adquiridas, y de estas unas aparecen en el cuerpo, como las cicatrices, mientras otras son externas como los collares y como, en Tiro, la cesta.
Pero también es posible servirse de esto mejor o peor: por ejemplo, Odiseo fue reconocido a través de la cicatriz de una manera por la nodriza y de otra por los porquerizos; sucede que los reconocimientos que se producen por la argumentación son menos artísticos, y de estos todos, mientras que los que se producen por la peripecia, como el del Lavatorio, son mejores.
Los segundos reconocimientos son los elaborados por el poeta, por lo cual no son artísticos. Por ejemplo, Orestes en la Ifigenia dio a conocer que era Orestes. Es que ella lo reconoció por la carta mientras que él, por su parte, dice lo que quiere el poeta pero no la historia. Por ello se anda cerca del error mencionado, pues era posible haber aportado también algunas señales. Pasa también en el Tereo de Sófocles con “la voz de la lanzadera”.

El tercer reconocimiento es el que opera a través de la memoria, al caer en la cuenta tras ver algo, [1455a] tal y como pasa en las Ciprias de Diceógenes, pues al ver la pintura rompió a llorar, y en el apólogo de Alcínoo, ya que, al oír al citarista y hacer memoria, derramó lágrimas, por lo cual fueron reconocidos.

El cuarto es el que procede de un razonamiento, como en las Coéforas, porque ha llegado uno que es semejante pero nadie es semejante sino Orestes: por tanto, este ha llegado.
Pasa lo mismo con la del sofista Poliído acerca de Ifigenia, pues afirmaba que era verosímil que Orestes reflexionara que su hermana fue sacrificada y que a él le toca ser sacrificado. También en el Tideo de Teodectes, porque, tras llegar con la intención de encontrar a su hijo, él mismo muere. Y en los Finidas, pues, tras ver el lugar, razonaron cuál era su destino, que les estaba destinado morir en ese sitio ya que también fueron expuestas allí.
Hay también un reconocimiento compuesto a partir de un falso razonamiento del teatro, como en el Odiseo, falso mensajero. Es que, por una parte, lo de tender el arco sin que pueda otro ninguno ha sido inventado por el poeta y es un supuesto de la historia, igual que si afirmara que conocería el arco que no había visto; por otro lado, el inventarlo en la idea de que él se diera a conocer por este medio, implica un falso razonamiento.
El mejor reconocimiento de todos es el que se produce a partir de los hechos mismos, pues la sorpresa se produce por medios verosímiles, como por ejemplo en el Edipo de Sófocles y en la Ifigenia, ya que es verosímil querer encomendar una carta. Los reconocimientos de este tipo son los únicos que se producen sin las señales inventadas y collares. Los siguientes son los que se producen a partir de un razonamiento.



DE POESÍA QUE PARECE PROSA Y LAS BUENAS INTENCIONES

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Este texto de Gregorio Nacianceno (Poesías 1.10 = PG 37.737) no figura, seguro, entre las mil mejores poesías de la lengua griega. Pero sí podría entrar perfectamente en una antología que se llamase Mil años de poesía griega. Porque el texto, con todas sus limitaciones (¿es esto poesía o prosa en trímetros yámbicos?), es representativo de la forma habitual de componer poesía entre los cristianos de época imperial, según se explica más abajo.

Por si algún lector quiere catar el estilo característico de Gregorio de Nacianzo, incluyo el texto griego en el que se basa esta traducción que publiqué hace cuatro años dentro de un trabajo más amplio.

Tampoco pasaré en silencio a Polemón.
Que también su caso prodigioso es de los que son muy comentados.
No se contaba este otrora entre los prudentes
y era, por cierto, esclavo torpe de los placeres.
Pero, una vez que fue poseído por el amor del Bien
tras hallar un consejero (y no puedo decir cuál,
fuera, pues, un sabio, fuera él mismo), de golpe
se lo vio tan por encima de las pasiones
que presentaré uno solo de sus hechos prodigiosos.
Un joven incontinente manda llamar a una prostituta.
Dicen que cuando esta llegó cerca de la puerta,
por encima de la cual destacaba Polemón en una imagen,
viéndola (es que movía a la piedad)
se marchó al punto, vencida por la visión,
pues se avergonzaba ante el que estaba pintado como si estuviera vivo.

Οὐδὲ Πολέμων ἔμοιγε σιγηθήσεται.
Καὶ γὰρ τὸ θαῦμα τῶν ἄγαν λαλουμένων.
Ἦν μὲν τὸ πρόσθεν οὗτος οὐκ ἐν σώφροσι,
Καὶ σφόδρα γ'αἰσχρὸς ἡδονῶν ὑπηρέτης.
Ἐπεὶ δ'ἔρωτι τοῦ καλοῦ κατεσχέθη,
Σύμβουλον εὑρών, οὐκ ἔχω δ'εἰπεῖν τίνα,
Εἴτ'οὖν σοφόν τιν', εἴθ'ἑαυτόν, ἀθρόως
Τοσοῦτον ὤφθη τῶν παθῶν ἀνώτερος,
Ὥσθ'ἕν τι θήσω τῶν ἐκείνου θαυμάτων.
Ἑταίραν εἰσκαλεῖ τις ἀκρατὴς νέος,
Ἥδ'ὡς πυλῶνος ἦλθέ φασι πλησίον,
Τῆς δ'ἦν ὑπερκύπτων Πολέμων ἐν εἰκόνι,
Ταύτην ἰδοῦσα· καὶ γὰρ ἦν σεβασμία·
Ἀπῆλθεν εὐθὺς καὶ θέας ἡττημένη,
Ὡς ζῶντ'ἐπαισχυνθεῖσα τὸν γεγραμμένον.


En 2001 aprendí de Martin Hose la importancia de la literatura cristiana de cara a conocer la literatura griega de época imperial. De un trabajo suyo (Poesie aus der Schule. Überlegungen zur spätgriechischen Dichtung, Múnich, Bayerische Akademie der Wissenschaften, 2004) aprendí después que la poesía griega cristiana era compuesta de forma habitual ad usum Christianorum hominum doctorum: para uso de los cristianos cultivados que se habían formado leyendo a Homero y a los autores del canon escolar.

Por ello Gregorio de Nacianzo llenó su poesía, con la mejor intención, de tantos intertextos clásicos paganos. Por ello los cristianos de lengua griega escribieron poesía mimética que reproducía tan solo sus modelos sin aportar gran cosa frente a estos. El caso fue distinto según Hose en el Occidente de habla latina, donde los autores, sin rendirse sin condiciones a la imitatio, llegaron en algunos casos a una auténtica aemulatio de sus referentes.

Aquí está claro, al menos según Martin Hose y tantos estudiosos, cómo concluye el partido:

Occidente latino 1: Oriente griego 0.



ARISTÓTELES: POÉTICA 17

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Capítulo 17: más sobre el argumento; y con observaciones prácticas. Por algo les da tanto juego la Poética a quienes escriben sobre el guion cinematográfico.

Capítulo 16          Capítulo 18


Es preciso concatenar las historias y darles forma definitiva con la elocución poniéndoselas uno ante la vista lo más posible. Es que así, viéndolas con la mayor nitidez, tal y como presentándose al lado de los mismos acontecimientos, descubriría uno lo conveniente y se le escaparían las incongruencias en el menor grado. Lo que se le censuraba a Cárcino es señal de esto. Sucede que Anfiarao emergía desde su santuario, cosa que le pasaba desapercibida al espectador pues no lo veía, y en la escena fracasó al molestarse con esto el público.
Y, en cuanto sea posible, también se le ha de dar una forma definitiva en los gestos. Es que son de lo más convincentes, por la identidad de su naturaleza, los que están entre padecimientos, y de la forma más veraz se turba el que está turbado y se enfurece el encolerizado. Por ello el arte poética es propia de uno bien dotado o de un frenético, pues de estos los unos son versátiles mientras los otros se exaltan.
Es preciso exponer de manera general los temas, tanto los ya elaborados como si los elabora uno mismo; [1455b] entonces, solo entonces, se los debe dotar de episodios y extenderlos. Digo que de este modo se contemplaría el conjunto, por ejemplo, de Ifigenia.
Una muchacha es sacrificada y desaparece sin que vean cómo los sacrificadores; fue trasladada a otra tierra en la que existía una costumbre de sacrificar a los extranjeros a la diosa y obtuvo este sacerdocio; un tiempo después le aconteció al hermano de la sacerdotisa el llegar allí: el que el dios ordenara a través de un oráculo que por alguna causa [fuera de lo general] llegara allí y con qué objeto queda fuera de la historia; pero, tras llegar y ser capturado, cuando lo iban a sacrificar, se dio a conocer, sea según lo hizo Eurípides o según Poliído, diciendo, según lo verosímil, que era preciso que no solo fuera sacrificada la hermana sino también él; y de aquí vino la salvación. Después de esto, puestos ya los nombres, se deben introducir los episodios; y que estos sean apropiados como, en Orestes, la locura por la que fue atrapado y su curación mediante la purificación.
Pues bien, en los dramas los episodios son breves, pero la epopeya en cambio se extiende gracias a estos. Es que el tema de la Odisea no es largo: un individuo vive muchos años fuera de su patria, es vigilado de cerca por Posidón y se halla solo; más aún, la situación en casa es tal que sus riquezas son despilfarradas por unos pretendientes y su hijo es objeto de una conspiración; él llega después de sufrir calamidades y, tras darse a conocer a algunos, ataca; él por su parte se salvó mientras que a sus enemigos los destruyó. Así pues, lo propio del tema es esto y lo demás son episodios.





MITOS DE AMOR DIVINO: DEMÉTER, PERSÉFONE, PLUTÓN.

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El caso es que llevo usando desde hace mucho el mito de Deméter y Perséfone en la versión sintética de Apolodoro (1,5) para explicar en clase el concepto de mito. Pero este texto no estaba colgado en El festín de Homero, al menos no entero. Y me parece especialmente recomendable de cara a contar qué es un mito por el interés del propio mito de Deméter, por su brevedad y porque, al tiempo, plantea alguna cuestión enigmática que da para que nos rompamos la cabeza tanto los alumnos como el profesor.

Por ejemplo, ¿quién es Praxítea? ¿No debería ser Metanira quien descubriera a Deméter metiendo en el fuego al niño para liberarlo de su ser mortal? ¿Y quién es Ascálafo y dónde y por qué se encuentra con él Deméter?

Titulo la entrada "mitos de amor divino" porque, al menos en algunas versiones, este mito tematiza dos amores diversos: el amor conyugal (¿?) de Hades-Plutón y Perséfone; y el amor materno-filial de Deméter y su hija.


Plutón se enamoró de Perséfone y, con la colaboración de Zeus, la raptó en secreto. Deméter recorría en su búsqueda toda la tierra con antorchas, tanto de noche como de día; tras enterarse por la gente de Hermíone de que Plutón la había raptado, se irritó con los dioses, abandonó el cielo y, tras adoptar el aspecto de una mujer, llegó a Eleusis. Primero fue a sentarse en la piedra que en su honor es llamada “Sinsonrisa”, junto al pozo conocido como Calícoro; luego fue a la casa de Céleo, quien entonces reinaba entre los eleusinios. Habiendo allí dentro unas mujeres que le decían que se sentase junto a ellas, una anciana de nombre Yambe hizo con sus chanzas que la diosa sonriera. Por esto dicen que en las Tesmoforias las mujeres hacen chanzas.

La mujer de Céleo, Metanira, tenía un hijo al cual crió Deméter tomándolo a su cargo. Queriendo hacerlo inmortal, por las noches depositaba en el fuego al niño y así lo iba despojando de su carne mortal. Como Demofonte (que así se llamaba el niño) crecía día a día de manera prodigiosa Praxítea se puso al acecho y, cuando se encontró con que estaba oculto en el fuego, lanzó un grito; por ello la criatura fue consumida por el fuego y la diosa se les reveló. A Triptólemo, el mayor de los hijos de Metanira, le construyó un carro con serpientes aladas y le dio el trigo, con el cual sembró toda la tierra elevándose por el cielo (...).

Al ordenarle Zeus a Plutón que devolviese a la tierra a la Muchacha, Plutón le dio a comer un grano de granada, para que no se quedase mucho tiempo junto a su madre; ella, sin prever lo que iba a ocurrir, se lo tomó. Como Ascálafo (el hijo de Aqueronte y Gorgira) la denunció, Deméter le puso encima a éste en el Hades una pesada roca, mientras que Perséfone se vio obligada a permanecer la tercera parte de cada año junto a Plutón: el resto lo pasa junto a los dioses (trad. José B. Torres).

ARISTÓTELES: POÉTICA 18

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Tal y como lo conservamos, este capítulo de la Poética es un batiburrillo sobre la tragedia. No por ello deja de decir cosas interesantes. Por ejemplo, Aristóteles afirma que ciertas materias son propias de ciertos géneros y no de otros, de la tragedia o la épica. Aunque esto, ¿es realmente cierto a la luz de la evolución histórica de las formas literarias?

Capítulo 17          Capítulo 19


Es propio de toda tragedia que haya por una parte nudo y por otra desenlace: los sucesos de fuera y algunos de los de dentro son muchas veces el nudo; el resto es el desenlace. Llamo ‘nudo’ a lo que va desde el principio hasta esa parte que es el extremo a partir del cual se produce el cambio hacia la fortuna o el infortunio; ‘desenlace’, en cambio, lo que va desde el principio del cambio hasta el final. Como en el Linceo de Teodectes: nudo son los acontecimientos anteriores, el rapto del niño y, de nuevo, la acusación contra ellos; desenlace es lo que va desde la acusación de la muerte hasta el final.

Las especies de tragedia son cuatro [es que también se dijo que sus partes son el mismo número]: la una, compleja, que en su conjunto es peripecia y reconocimiento; otra es patética, como los Ayantes y los Ixíones; otra es de caracteres, como las Ftiótides y el Peleo; [1456a] el cuarto tipo es la simple, como las Fórcides y el Prometeo y cuantas acontecen en el Hades.

Así pues, se debe intentar sobre todo tenerlas todas; y si no, las más importantes y en mayor número, y en especial por cómo acusan ahora arteramente a los poetas. Es que, habiendo habido buenos poetas en cada parte, reclaman que sea uno solo el que sobrepase el punto fuerte de cada uno. Es justo decir también que una tragedia es otra y la misma por ninguna otra causa que la historia; y esto se refiere a aquellas cuyo enredo y desenlace es el mismo. Pero muchos, después de urdirlas bien, las resuelven mal; sin embargo ambas cosas se deben hallar de acuerdo.

Es necesario recordar lo que se ha dicho muchas veces y no convertir una composición épica en tragedia (llamo ‘épico’ a lo que consta de muchas historias), por ejemplo si uno compusiera la historia de la Ilíada en su conjunto. Es que allí las partes adquieren, por la extensión {de la obra}, la magnitud que les corresponde; en cambio, en los dramas, se salen con mucho de lo preconcebido. Señal de ello es que cuantos compusieron una Destrucción de Troya completa y no por partes igual que Eurípides; o una Níobe y no como Esquilo, o fracasan u obtienen mal resultado en el certamen, pues aun Agatón fracasó por esto solo.

Pero en las peripecias y los hechos simples tienden a lo que quieren de manera admirable, pues esto es trágico y deleita al público. Sucede esto siempre que el que es sabio pero malvado es engañado, como Sísifo, y el hombre de coraje pero injusto es vencido. Esto también es verosímil tal y como dice Agatón, pues es verosímil que sucedan muchas cosas aun al margen de lo verosímil.

También se debe asumir que el coro es uno de los actores y que es una parte del todo y participa juntamente de la acción, no como {lo hace} para Eurípides sino como para Sófocles. Pero para los demás las partes cantadas en absoluto son más propias de la historia que de otra tragedia; por ello cantan cantos intercalares, siendo Agatón quien inició tal uso. Con todo, ¿qué diferencia hay entre cantar cantos intercalares o si se adaptara un parlamento de una obra a otra o un episodio completo?



CANTANDO SE APRENDENDE GRIEGO

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Me preguntaron al empezar el curso si había alguna canción para aprenderse el alfabeto griego y lo busqué en internet. No hay una. Hay muchísimas. Y les pasé esta, porque la canción en la que se apoyan los chavales me gustaba cuando tenía 20 años:




Alaska y Dinarama usaron otra letra, claro. Eran otros años. Y otro look:





DEL MITO AL CUENTO: CENICIENTA

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Si se habla del mito, se debe hablar también del cuento, especialmente en el caso de Grecia, donde el mito tiene tantos rasgos de cuento: a pesar de que no se conserven cuentos griegos.

Por eso en clase, después de explicar el concepto de mito a partir del mito de Deméter, hablaba del cuento como relato tradicional recurriendo al ejemplo de Cenicienta.

Cenicienta en la versión de los hermanos Grimm, claro, nada de Disney ni de Perrault. Cenicienta en toda su crudeza y con todos sus rasgos de narración tradicional. Feliz cuento. 


Un hombre rico tenía a su mujer muy enferma y, cuando esta vio que se acercaba su fin, llamó a su hija única y le dijo: -Querida hija, sé piadosa y buena, Dios te protegerá desde el cielo y yo no me apartaré de tu lado y te bendeciré. Poco después cerró los ojos y espiró. La niña iba todos los días a llorar al sepulcro de su madre y continuó siendo siempre piadosa y buena. Llegó el invierno y la nieve cubrió el sepulcro con su blanco manto, llegó la primavera y el sol doró las flores del campo y el padre de la niña se casó de nuevo.

La esposa trajo dos niñas que tenían un rostro muy hermoso, pero un corazón muy duro y cruel; entonces comenzaron muy malos tiempos para la pobre huérfana. -No queremos que esté ese pedazo de ganso sentada a nuestro lado, que gane el pan que coma, que se vaya a la cocina con la criada. -Le quitaron sus vestidos buenos, le pusieron una basquiña remendada y vieja y le dieron unos zuecos. -¡Qué sucia está la orgullosa princesa! -decían riéndose, y la mandaron ir a la cocina: tenía que trabajar allí desde por la mañana hasta la noche, levantarse temprano, traer agua, encender lumbre, coser y lavar; sus hermanas le hacían además todo el daño posible, se burlaban de ella y le vertían la comida en la lumbre, de manera que tenía que agacharse a recogerla. Por la noche, cuando estaba cansada de tanto trabajar, no podía acostarse, pues no tenía cama, y la pasaba recostada al lado del hogar, y, como siempre estaba llena de polvo y ceniza, la llamaban la Cenicienta.

Sucedió que su padre fue en una ocasión a una feria y preguntó a sus hijastras qué querían que les trajese. -Un bonito vestido -dijo la una. -Una buena sortija, -añadió la segunda. -Y tú Cenicienta, ¿qué quieres? le dijo. -Padre, traedme la primera rama que encontréis en el camino. Compró a sus dos hijastras hermosos vestidos y sortijas adornadas de perlas y piedras preciosas, y a su regreso, al pasar por un bosque cubierto de verdor, tropezó con su sombrero en una rama de zarza, y la cortó. Cuando volvió a su casa dio a sus hijastras lo que le habían pedido y la rama a la Cenicienta, la cual se lo agradeció; corrió al sepulcro de su madre, plantó la rama en él y lloró tanto que regada por sus lágrimas, no tardó la rama en crecer y convertirse en un hermoso árbol. La Cenicienta iba tres veces todos los días a ver el árbol, lloraba y rezaba y siempre iba a descansar en él un pajarillo, y cuando sentía algún deseo, en el acto la concedía el pajarillo lo que deseaba.

Celebró por entonces el rey unas grandes fiestas, que debían durar tres días, e invitó a ellas a todas las jóvenes del país para que su hijo eligiera la que más le agradase por esposa. Cuando supieron las dos hermanastras que debían asistir a aquellas fiestas, llamaron a la Cenicienta y le dijeron. -Péinanos, límpianos los zapatos y ponles bien las hebillas, pues vamos a una boda al palacio del rey. La Cenicienta las escuchó llorando, pues les hubiera acompañado con mucho gusto al baile, y suplicó a su madrastra se lo permitiese. -Cenicienta, le dijo: estás llena de polvo y ceniza y ¿quieres ir a una boda? ¿No tienes vestidos ni zapatos y quieres bailar? -Pero como insistiese en sus súplicas, le dijo por último: -Se ha caído un plato de lentejas en la ceniza, si las recoges antes de dos horas, vendrás con nosotras. La joven salió al jardín por la puerta trasera y dijo: -Tiernas palomas, amables tórtolas, pájaros del cielo, venid todos y ayudadme a recoger.

Las buenas en el puchero,
las malas en el caldero.

Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, y después dos tórtolas y por último comenzaron a revolotear alrededor del hogar todos los pájaros del cielo, que acabaron por bajarse a la ceniza, y las palomas picoteaban con sus piquitos diciendo pi, pi, y los restantes pájaros comenzaron también a decir pi, pi, y pusieron todos los granos buenos en el plato. Aun no había trascurrido una hora, y ya estaba todo concluido y se marcharon volando. Llevó entonces la niña llena de alegría el plato a su madrastra, creyendo que le permitiría ir a la boda, pero le dijo: -No, Cenicienta, no tienes vestido y no sabes bailar, se reirían de nosotras. -Mas viendo que lloraba añadió: -Si puedes recoger de entre la ceniza dos platos llenos de lentejas en una hora, irás con nosotras. Creyendo en su interior, que no podría hacerlo, vertió los dos platos de lentejas en la ceniza y se marchó, pero la joven salió entonces al jardín por la puerta trasera y volvió a decir: -Tiernas palomas, amables tórtolas, pájaros del cielo, venid todos y ayudadme a recoger.

Las buenas en el puchero,
las malas en el caldero.

Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, después dos tórtolas, y por último comenzaron a revolotear alredor del hogar todos los pájaros del cielo que acabaron por bajarse a la ceniza y las palomas picoteaban con sus piquitos diciendo pi, pi, y los demás pájaros comenzaron a decir también pi, pi, y pusieron todas las lentejas buenas en el plato, y aun no había trascurrido media hora, cuando ya estaba todo concluido y se marcharon volando. Llevó la niña llena de alegría el plato a su madrastra, creyendo que le permitiría ir a la boda, pero le dijo: -Todo es inútil, no puedes venir, porque no tienes vestido y no sabes bailar; se reirían de nosotras. -Le volvió entonces la espalda y se marchó con sus orgullosas hijas.

En cuanto quedó sola en casa, fue la Cenicienta al sepulcro de su madre, debajo del árbol, y comenzó a decir:

Arbolito pequeño,
dame un vestido;
que sea, de oro y plata,
muy bien tejido.

El pájaro le dio entonces un vestido de oro y plata y unos zapatos bordados de plata y seda; en seguida se puso el vestido y se marchó a la boda; sus hermanas y madrastra no la conocieron, creyendo que sería alguna princesa extranjera, pues les pareció muy hermosa con su vestido de oro, y ni aun se acordaban de la Cenicienta, creyendo estaría mondando lentejas sentada en el hogar. Salió a su encuentro el hijo del rey, la tomó de la mano y bailó con ella, no permitiéndola bailar con nadie, pues no la soltó de la mano, y si se acercaba algún otro a invitarla, le decía: -Es mi pareja.

Bailó hasta el amanecer y entonces decidió marcharse; el príncipe le dijo: -Iré contigo y te acompañaré. -Pues deseaba saber quién era aquella joven, pero ella se despidió y saltó al palomar, entonces aguardó el hijo del rey a que fuera su padre y le dijo que la doncella extranjera había saltado al palomar. El anciano creyó que debía ser la Cenicienta; trajeron una piqueta y un martillo para derribar el palomar, pero no había nadie dentro, y cuando llegaron a la casa de la Cenicienta, la encontraron sentada en el hogar con sus sucios vestidos y un turbio candil ardía en la chimenea, pues la Cenicienta había entrado y salido muy ligera en el palomar y corrido hacia el sepulcro de su madre, donde se quitó los hermosos vestidos que se llevó el pájaro y después se fue a sentar con su basquiña gris a la cocina.

Al día siguiente; cuando llegó la hora en que iba a principiar la fiesta y se marcharon sus padres y hermanas, corrió la Cenicienta junto al arbolito y dijo:

Arbolito pequeño,
dame un vestido;
que sea, de oro y plata,
muy bien tejido.

Le dio entonces el pájaro un vestido mucho más hermoso que el del día anterior y cuando se presentó en la boda con aquel traje, dejó a todos admirados de su extraordinaria belleza; el príncipe que la estaba aguardando la cogió de la mano y bailó toda la noche con ella; cuando iba algún otro a invitarla, decía: -Es mi pareja. Al amanecer manifestó deseos de marcharse, pero el hijo del rey la siguió para ver la casa en que entraba, mas de pronto se metió en el jardín de detrás de la casa. Había en él un hermoso árbol muy grande, del cuál colgaban hermosas peras; la Cenicienta trepó hasta sus ramas y el príncipe no pudo saber por dónde había ido, pero aguardó hasta que vino su padre y le dijo: -La doncella extranjera se me ha escapado; me parece que ha saltado al peral. El padre creyó que debía ser la Cenicienta; mandó traer una hacha y derribó el árbol, pero no había nadie en él, y cuando llegaron a la casa, estaba la Cenicienta sentada en el hogar, como la noche anterior, pues había saltado por el otro lado el árbol y fue corriendo al sepulcro de su madre, donde dejó al pájaro sus hermosos vestidos y tomó su basquiña gris.

Al día siguiente, cuando se marcharon sus padres y hermanas, fue también la Cenicienta al sepulcro de su madre y dijo al arbolito:

Arbolito pequeño,
dame un vestido;
que sea, de oro y plata,
muy bien tejido.

Entonces el pájaro le dio un vestido que era mucho más hermoso y magnífico que ninguno de los anteriores, y los zapatos eran todos de oro, y cuando se presentó en la boda con aquel vestido, nadie tenía palabras para expresar su asombro; el príncipe bailó toda la noche con ella y cuando se acercaba alguno a invitarla, le decía: -Es mi pareja.

Al amanecer se empeñó en marcharse la Cenicienta, y el príncipe en acompañarla, mas se escapó con tal ligereza que no pudo seguirla, pero el hijo del rey había mandado untar toda la escalera de pez y se quedó pegado en ella el zapato izquierdo de la joven; lo levantó el príncipe y vio que era muy pequeño, bonito y todo de oro. Al día siguiente fue a ver al padre de la Cenicienta y le dijo: -He decidido sea mi esposa a la que le venga bien este zapato de oro. -Se alegraron mucho las dos hermanas porque tenían los pies muy bonitos; la mayor entró con el zapato en su cuarto para probárselo, su madre estaba a su lado, pero no se lo podía meter, porque sus dedos eran demasiado largos y el zapato muy pequeño; al verlo le dijo su madre alargándole un cuchillo: -Córtate los dedos, pues cuando seas reina no irás nunca a pie: -La joven se cortó los dedos; metió el zapato en el pie, ocultó su dolor y salió a reunirse con el hijo del rey, que la subió a su caballo como si fuera su novia, y se marchó con ella, pero tenía que pasar por el lado del sepulcro de la primera mujer de su padrastro, en cuyo árbol había dos palomas, que comenzaron a decir.

No sigas más adelante,
detente a ver un instante,
que el zapato es muy pequeño
y esa novia no es su dueño.

Se detuvo, la miró los pies y vio correr la sangre; volvió su caballo, condujo a su casa a la novia fingida y dijo que no era la que había pedido, que se probase el zapato la otra hermana. Entró esta en su cuarto y se lo metió bien por delante, pero el talón era demasiado grueso; entonces su madre la alargó un cuchillo y le dijo: -Córtate un pedazo del talón, pues cuando seas reina, no irás nunca a pie. -La joven se cortó un pedazo de talón, metió un pie en el zapato, y ocultando el dolor, salió a ver al hijo del rey, que la subió en su caballo como si fuera su novia y se marchó con ella; cuando pasaron delante del árbol había dos palomas que comenzaron a decir:

No sigas más adelante,
detente a ver un instante,
que el zapato es muy pequeño
y esa novia no es su dueño.

Se detuvo, la miró los pies, y vio correr la sangre, volvió su caballo y condujo a su casa a la novia fingida: -Tampoco es esta la que busco, dijo: -¿Tenéis otra hija? -No, contestó el marido; de mi primera mujer tuve una pobre chica, a que llamamos la Cenicienta, porque está siempre en la cocina, pero esa no puede ser la novia que buscáis. -El hijo del rey insistió en verla, pero la madre le replicó: -No, no, está demasiado sucia para atreverme a enseñarla.- Se empeñó sin embargo en que saliera y hubo que llamar a la Cenicienta. Se lavó primero la cara y las manos, y salió después a presencia del príncipe que le alargó el zapato de oro; se sentó en su banco, sacó de su pie el pesado zueco y se puso el zapato que le venía perfectamente, y cuando se levantó y le vio el príncipe la cara, reconoció a la hermosa doncella que había bailado con él, y dijo: -Esta es mi verdadera novia. -La madrastra y las dos hermanas se pusieron pálidas de ira, pero él subió a la Cenicienta en su caballo y se marchó con ella, y cuando pasaban por delante del árbol, dijeron las dos palomas blancas.

Sigue, príncipe, sigue adelante
sin parar un solo instante,
pues ya encontraste al dueño
del zapatito pequeño.

Después de decir esto, echaron a volar y se pusieron en los hombros de la Cenicienta, una en el derecho y otra en el izquierdo.

Cuando se verificó la boda, fueron las falsas hermanas a acompañarla y tomar parte en su felicidad, y al dirigirse los novios a la iglesia, iba la mayor a la derecha y la menor a la izquierda, y las palomas que llevaba la Cenicienta en sus hombros picaron a la mayor en el ojo derecho y a la menor en el izquierdo, de modo que picaron a cada una un ojo; a su regreso se puso la mayor a la izquierda y la menor a la derecha, y las palomas picaron a cada una en el otro ojo, quedando ciegas toda su vida por su falsedad y envidia.



ARISTÓTELES: POÉTICA 19

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Más capítulos de la Poética. Cuanto más se avanza en su plan, más claro queda que lo que de verdad le interesa a Aristóteles es el argumento o la historia o la fábula (chámalle x, como decía un amigo de Tui). Aquí habla de otras dos partes: lo que se quiere decir y la forma concreta en que se dice, pensamiento y elocución; la brevedad del de Estagira es asombrosa.

Capítulo 18          Capítulo 20


Se ha hablado, pues, acerca de las otras especies: lo que resta es hablar sobre la elocución y el pensamiento.

Pues bien, que se mantenga lo dicho acerca del pensamiento en los libros de retórica: es que este asunto es más propio de aquella investigación. Atañe al pensamiento esto, cuantas cosas se deben proponer por medio del discurso. Son componentes de estas cosas tanto el demostrar como el refutar y el proponer pasiones [1456b] (como compasión o temor o ira y cuantas cosas hay de este tipo), y además grandeza y nimiedades. Es evidente que también en los acontecimientos, por los mismos principios, se ha de echar mano {del pensamiento} cuando se hayan de presentar cosas que muevan a compasión o terribles o elevadas o verosímiles. Salvo que se diferencian en esto, porque unas cosas deben aparecer sin explicación mientras que las otras han de ser propuestas en el discurso por el que habla y desarrollarse a lo largo del mismo. Es que, ¿cuál sería el mérito de quien habla si {el resultado apetecido} fuera evidente por propia necesidad y no por causa del discurso?

De las cosas que atañen a la elocución un aspecto de estudio son sus figuras, conocer las cuales es propio del arte de la interpretación y del que domina tal especialidad; por ejemplo qué es un mandato y qué una súplica, una narración y una amenaza, una pregunta y una respuesta y cualquier cosa de este tipo, si la hay. Es que del conocimiento o ignorancia de esto no se sigue para la poética ningún reproche que merezca atención. Pues, ¿de qué forma se supondría que está errado lo que censura Protágoras, lo de que, creyendo suplicar {Homero}, ordena al decir “La cólera, canta, diosa”? Ocurre, dice, que el mandar hacer algo o no es una orden. Por ello quede esto a un lado, en la idea que es tema de consideración de otra arte y no de la poética.




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